El terremoto que sacude a la izquierda latinoamericana

La luna de miel de la izquierda latinoamericana duró poco. Hace unos días vimos como Santiago Peña ganaba en Paraguay, rompiendo la racha de victorias y votos castigo en Brasil, Colombia, Chile, Honduras, etcétera. La marea rosa tiene sus días contados.

El domingo pasado el Presidente Gabriel Boric recibió una aplastante derrota. La ultraderecha de Antonio Kast ganó 22 de los 50 consejeros que formularán la nueva Constitución del país. El pueblo habló fuerte y claro.

El retorno del Presidente Lula ha estado marcado por serios tropiezos en su política exterior. Su cercanía con China, su defensa a Rusia y su simpatía por las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

La popularidad de Lula comienza a caer al igual que el dinamismo en sectores económicos claves como la industria automotriz. En el país se han incrementado de forma exponencial la toma ilegal de tierras y los reclamos sociales.

En Colombia el Presidente Petro amenaza con hacer una revolución si el Legislativo no acepta sus reformas en salud. El ex guerrillero ha pisoteado la separación de poderes y al estilo Luis XIV parece decir al sistema judicial: “El estado soy yo”.

La moneda en Colombia se desploma, la inseguridad ciudadana se dispara y la impunidad a la narcoguerrilla parece crecer. La aprobación de Petro sigue en picada, solo 30% de la población respalda su gestión presidencial. La alianza que lo llevó al poder se pulveriza.

Los escándalos de corrupción, las pugnas intestinas y el colapso de la economía representan el fracaso de la izquierda argentina. La inflación anual ya supera el 110% y 39.2% de la población vive en la pobreza.

Es en estos escenarios catastróficos que no sorprende el surgimiento de figuras anti establishment como el economista de ultraderecha Javier Milei. Sus principales apuestas incluyen la dolarización de la economía y un cambio de paradigma en la justicia.

Los repetidos y fallidos intentos del Presidente Andrés Manuel López Obrador por destrozar el Instituto Nacional Electoral (INE), demuestran un profundo menosprecio por la democracia. La militarización de la seguridad y los ataques a la prensa libre son constantes.

AMLO es un Presidente del siglo pasado. No cree en las energías renovables, subestima la democracia, idolatra a la dictadura de Cuba y defiende a un ex presidente golpista en Perú y a un dictador en Venezuela.

Las fuertes pugnas entre Evo Morales y el Presidente Luis Arce podrían poner fin a casi dos décadas del partido Movimiento al Socialismo (MAS). Las medidas populistas y la politización de la justicia han golpeado el clima de inversiones y la seguridad jurídica en Bolivia.

La crisis económica postpandemia, la violencia y el crimen organizado han desinflado el ímpetu de la izquierda latinoamericana. La seguridad, bienestar y prosperidad siguen siendo una promesa sin cumplir. La gente quiere respuestas y no tiene paciencia para esperarlas.

Los nuevos gobiernos de Latinoamérica tendrán que ver más allá de las ideologías. Su tarea será transformar las promesas en proyectos y la retórica en resultados concretos. Esa es la esperanza que tenemos.

* El autor es periodista exiliado, ex embajador ante la OEA y ex miembro del Cuerpo de Paz de Noruega (FK).