
Un antiguo jardín romano donde pudo haberse experimentado con fragancias fue restaurado y abierto nuevamente al público. Se trata del Jardín de Hércules, un recinto íntimo en el corazón de Pompeya que, según Smithsonian Magazine, pudo haber funcionado como un pequeño laboratorio de perfumes. El proyecto, presentado el 24 de junio de 2025 por el Parque Arqueológico de Pompeya, resucita un espacio en el que la naturaleza, la técnica y la creatividad se entrelazaban.
Un jardín reconstruido: plantas, diseño y legado
De acuerdo con Smithsonian Magazine, el espacio fue replantado con miles de rosas, violetas y otras especies, evocando la abundancia vegetal que caracterizaba a Pompeya antes de la erupción del Vesubio en el año 79 d.C.
También se reconstruyeron una alcoba sombreada, pensada para comidas al aire libre, y un pequeño templo, ambos elementos comunes en la vida doméstica romana.
El jardín, que ocupa menos de 93 metros cuadrados, se encuentra dentro del terreno de una vivienda privada. Su nombre proviene de una estatua de Hércules hallada en el lugar, lo que refuerza su carga simbólica. La restauración se basó en estudios arqueobotánicos y en las investigaciones de la experta Wilhelmina Jashemski, quien en la década de 1950 identificó polen y fósiles vegetales en el sitio.

Perfumes, experimentación y técnica
Durante las excavaciones, se hallaron pequeños recipientes de vidrio y terracota que, según los arqueólogos, habrían servido para almacenar ungüentos florales. The Times retomó declaraciones de Maurizio Bartolini, historiador de jardines, quien señaló que el jardín pudo haber sido utilizado para ensayar mezclas aromáticas, más que para producirlas a gran escala.
Bartolini explicó que se requerían alrededor de 2.000 rosas para obtener una cucharada pequeña de perfume, y que su fragancia duraba apenas una semana. El reducido tamaño del jardín, añadió, lo hacía ideal para pruebas de uso doméstico o ceremonial.
Riego inteligente y cuidado esclavo
Uno de los hallazgos más reveladores fue el sistema de irrigación. Smithsonian Magazine detalla que el agua ingresaba desde el exterior a través de un orificio en el muro y se distribuía por canales hacia las plantas. En estos canales se encontraron dolia, grandes vasijas de barro que funcionaban como depósitos.
El riego, al igual que el mantenimiento general del jardín, estaba a cargo de esclavos. El método permitía conservar la humedad necesaria para especies delicadas como las rosas y las violetas, claves en la producción de esencias.

Espacio de contemplación y mensaje oculto
El acceso al jardín está marcado por la inscripción latina “Cras Credo”, que según la agencia ANSA significa “mañana tendremos crédito”. Esta frase sugiere una dimensión social o económica del lugar, asociada posiblemente al intercambio o a la esperanza de prosperidad.
Además de su función experimental, el jardín ofrecía un espacio de descanso y contemplación. El director del parque, Gabriel Zuchtriegel, destacó en The Times: “Este era un sitio productivo, pero también realmente hermoso”.
Un legado que florece bajo las cenizas
La restauración del Jardín de Hércules se enmarca en una larga trayectoria de conservación en Pompeya, sepultada por la erupción del Vesubio pero preservada con detalle.
Las investigaciones de Jashemski y de Anna Maria Ciarallo, exdirectora del laboratorio de investigación aplicada del sitio, fueron fundamentales para documentar la relación entre los pompeyanos y sus jardines.
Según Smithsonian Magazine, este espacio restaurado no solo recupera una forma de belleza antigua, sino que también permite conocer aspectos íntimos de la vida cotidiana romana: el uso de las plantas, la búsqueda de bienestar y la invención silenciosa de sus perfumes.
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