
Qassem Soleimani, uno de los laderos del ayatollah Khamenei y el hombre más poderoso dentro de la estructura militar iraní, murió este viernes por la madrugada (hora local) en un bombardeo en las inmediaciones del aeropuerto de Bagdad. Soleimani se encontraba en un convoy de dos autos que fue impactado por al menos tres misiles.
Citando a fuentes de las Fuerzas de Movilización Popular (Hashd al Shaabi), la coalición de milicias proiraníes integradas en el Estado iraquí, la televisión oficial anunció la muerte del general Soleimani, así como la de Abu Mahdi al Muhandis, el número dos de las milicias. Varios mandos de los servicios de seguridad y del Hashd lo confirmaron.
También lo hizo la Guardia Revolucionaria iraní, que en un comunicado anunció: "El glorioso comandante del islam, Haj Qassem Soleimani, después de una vida de servidumbre, murió como mártir en un operativo de Estados Unidos contra el aeropuerto de Bagdad”.

Aproximadamente tres horas después del operativo el Pentágono confirmó que Estados Unidos ejecutó el bombardeo. El secretario de Defensa Mark Esper aseguró que Solemani estaba “desarrollando activamente planes para atacar tropas y diplomáticos estadounidenses”.
Pocos minutos antes, el presidente Donald Trump había publicado en su cuenta de Twitter una foto de la bandera estadounidense.

El hecho tuvo lugar en el marco de una creciente tensión entre Irán y Estados Unidos en Irak, y podría contribuir a su espiralización. El pasado martes, miles de milicianos del Hezbollah iraquí atacaron la embajada estadounidense en Bagdad, rompiendo su muro exterior al grito de “¡Muerte a Estados Unidos!”. El presidente Donald Trump acusó al régimen de Irán de haber estado detrás del ataque a la legación diplomática.
Dos días antes, Estados Unidos había bombardeado bases de combatientes proiraníes en retaliación por un ataque con misiles que causó la muerte de un contratista del ejército de ese país y dejó múltiples heridos.

Como consecuencia del ataque del martes, el secretario de Defensa estadounidense, Mark Esper, indicó que había “indicios de que se podrían estar planeando ataques adicionales”, y advirtió que Washington no descartaba "acciones preventivas”.
"Si tenemos constancia de que habrá ataques, tomaremos acciones preventivas para proteger a las fuerzas estadounidenses”, manifestó Esper en diálogo con Fox News.
En esa línea, Esper apeló al “derecho a la autodefensa” de Washington y ha abogado por ejercer la “máxima presión” contra Teherán. También ha instado al régimen de los ayatollahs a renunciar a su industria nuclear y a su programa de misiles balísticos y a “empezar a actuar como un país normal”.
Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores iraní, Mohamad Javad Zarif, calificó el ataque de “escalada extremadamente peligrosa e imprudente”, y el ayatollah Alí Khamenei llamó a vengar la muerte de Soleimani.
Desde hace años, Irak se encuentra entre dos fuegos, atrapado entre sus dos grandes aliados: Estados Unidos e Irán.
En 2003, derrocando al régimen del presidente Saddam Hussein, Estados Unidos pasó a controlar los asuntos iraquíes. Pero Teherán y los proiraníes se infiltraron en el sistema puesto en marcha por Washington.
Los proiraníes han acumulado un arsenal gracias a Irán, pero también a lo largo de los años de combate junto con los estadounidenses, en particular contra el Estado Islámico. Incluso lograron atacar la embajada de Estados Unidos en Bagdad el martes.
Muhandis creó en 2003 la milicia -conocida también como Kataeb Hezbollah, Brigadas del partido de Dios, en árabe- con el propósito de combatir a las tropas occidentales en Irak. Y pese a ser el número dos, era considerado su verdadero líder.
Muhandis estuvo implicado en los atentados a las embajadas de los Estados Unidos y Francia en Kuwait en diciembre de 1983. En aquella oportunidad una por entonces desconocida organización extremista llamada Jihad Islámica se hizo responsable por los ataques por medio de un llamado a la redacción de la agencia de noticias France Presse en Beirut. Ese grupo era el germen del terror llamado Hezbollah.
Soleimani, por su parte, era el alfil que utilizaba el clérigo máximo de Irán para hostigar a sus enemigos en la región. Todo movimiento insurgente en Irak y Siria debía contar con el consentimiento de Soleimani.
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