
Asia Bibi es una campesina paquistaní que hasta 2009 era una persona desconocida, como tantas millones. Sin embargo, su nombre empezó a recorrer el mundo por tener la desgracia de ser cristiana en un país en el cual el extremismo islámico no parece tener límites.
La mujer, que trabajaba en un campo, había sido enviada a buscar agua. Cuando un grupo de mujeres musulmanas la vieron tocar y beber de un recipiente compartido, se indignaron. Para ellas, el sólo hecho de que una cristiana pusiera sus manos lo volvía impuro.

Le exigieron repudiar a su Dios y convertirse al islam en ese momento. Lógicamente, ella se opuso. En su defensa, dijo que Cristo había muerto en la cruz por los pecados de la humanidad, y les preguntó qué había hecho Mahoma por ellas.
"¡Blasfemia!", clamaron las mujeres. En una sociedad democrática, se hubieran ido y la situación habría terminado en anécdota. Sin embargo, en Pakistán está vigente una terrible "Ley antiblasfemias" que permite condenar a muerte a cualquiera que ofenda al profeta.

Asia Bibi fue sentenciada a morir en la horca por un juez. El caso fue tan escandaloso que intervino el papa Benedicto XVI y pidió por su vida. Por el momento, la pena no ha sido ejecutado, porque aún le queda una instancia de apelación.
La historia de la campesina cristina alertó al mundo sobre la precaria situación de los derechos humanos en Pakistán. Desde ese momento, la presión internacional ha ido en aumento.

El Departamento de Estado de Estados Unidos advirtió en enero pasado que, si no deroga la ley, seguirá en la lista de países violadores de la libertad religiosa.
La Financial Action Task Force, una agencia intergubernamental que combate el lavado de activos y el financiamiento del terrorismo en el mundo, advirtió que pondría a Pakistán en su lista negra si no empieza a combatir el extremismo.

La aplicación de la ley está completamente fuera de control. Activistas pakistaníes aseguran que ya no es simplemente un arma del fanatismo religioso.
En los últimos tiempos, empezó a ser utilizada por familias que quieren hundir a clanes rivales. Basta una acusación por blasfemia que convenza a la opinión pública local para que la Justicia condene. Los magistrados tienen miedo de ir en contra del humor de la calle.

Es cierto que Pakistán no es el único país que tiene una ley antiblasfemia. Otros 70 estados tienen normas similares. Sin embargo, en ninguno se aplica con la asiduidad y la ferocidad de Pakistán.
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