
Antes de las llegada de los españoles a Tenochtitlan, había cosas muy diferentes a como ahora las conocemos. Algunas de estas cosas eran la religión, la vestimenta, el idioma, y por supuesto, la forma de comercializar.
Los habitantes de Tenochtitlan, para comercializar cosas, asistían principalmente al mercado de Tlatelolco, que se conocía como su ciudad gemela. Ahí, las personas podían encontrar diferentes productos, como alimentos, semillas, animales, y hasta prisioneros.
Sin embargo, la forma de pago era diferente, e incluso, se practicaba el trueque, que era el intercambio de objetos. Sin embargo, también se pagaba con otras cosas, por ejemplo, el cacao.
Y es que los pueblos mesoamericanos utilizaban la semilla del cacao como método de cambio antes de la conquista europea. La transición a este tipo de intercambio fue forzosa y complicada, nada amigable, al igual que todas las conquistas que la acompañaron.

Antes de la acuñación de las primeras monedas en el territorio, como ya se comentó, se practicaba el trueque, y el uso de diversos objetos (no exclusivamente la semilla del cacao), como medios de intercambio comercial.
El uso de estos bienes como medios comerciales, se les puede nombrar moneda primitiva, moneda de transición o moneda de objeto y si eran aceptados socialmente, era porque tenían un valor intrínseco acordado.
Algo parecido sucede con los billetes que se utilizan actualmente, pues se trata, literalmente, de trozos de papel con elementos característicos, pero hemos aceptado sus valores comerciales, pese a que trasladado a la literalidad, cuesten mucho menos.
El cacao, en la época prehispánica, era considerado un objeto extraño y precioso, y aunque no se habla mucho de ello, a la par que era utilizado, también se ocupaban otros objetos para comercializar, como la obsidiana, y unas piezas de cobre que tenían una forma de objetos punzocortantes, entre otros.

Con la llegada de los españoles a América, a inicios del siglo XVI, se enfrentaron dos métodos de intercambio contrastantes: la economía de España, con el sistema monetario impuesto, y varios objetos de intercambio, sistema al que no se acostumbraron los europeos hasta que se acuñaron las primeras piezas metálicas.
Detrás de la semilla del cacao, existen razones que lo hicieron especialmente valioso en la época. En la mitología, se atribuye su llegada a Quetzalcóatl. Cuenta la historia que lo trajo a la tierra para mostrar a los hombres un alimento que no era desdeñado por los dioses.
En materia de cultivo, el cacao es un fruto, cuyas condiciones de siembra son específicas y complicadas. Requiere condiciones particulares para que los árboles sean productivos, y su cosecha está precedida por un gran esfuerzo.
Además, en cuestión de productos, el cacao tenía múltiples usos, motivo por el cual se podría atribuir su gran significado para los pueblos. Incluso se tiene el registro del uso de monedas falsas en los mercados de Mesoamérica, semillas similares a las del cacao que buscaban engañar a los negociantes. El fraude no estaba exento de este tipo de intercambio.

Aunque no se hable mucho de eso, el cacao tenía precios determinados con los que se puede identificar mas o menos su valor. En la Nueva España, al percatarse los conquistadores de su uso como método de intercambio, decidieron utilizar la semilla del cacao como método de pago a los indígenas por su trabajo. En Acatlán, por ejemplo, se pagaba un día de trabajo en 25 cacaos, y en Cuauhtinchan se cobraban 40 cacaos para salir de la cárcel.
De hecho, el cacao como moneda para los españoles fue productivo, pues literalmente tenían un método de intercambio con los indígenas que crecía en los árboles. Fue utilizado y recurrido junto con piezas de tela-ropa, como método de pago en las haciendas.
Se calcula que dejó de utilizarse en el siglo XIX, época en la que se registraron los último usos comerciales en la zona.
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