Cómo era la vida en el México del emperador Maximiliano

Las clases altas disfrutaban de muchos privilegios y acostumbraban una vida llena de reuniones, bailes, comidas y fiestas

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El Zócalo era uno de los lugares que más se acostumbraba visitar por las familias de la época. (Foto: Mediateca INAH)
El Zócalo era uno de los lugares que más se acostumbraba visitar por las familias de la época. (Foto: Mediateca INAH)

Maximiliano de Habsburgo ha sido una de las figuras más polémicas de la historia mexicana. La gente lo recuerda como el segundo emperador de México y uno de los máximos rivales del expresidente oaxaqueño Benito Juárez.

Su Imperio se desarrolló desde 1864 hasta 1867. Todo ese periodo estuvo caracterizado por enfrentamientos nacionales entre los liberales y conservadores, y los internacionales entre Europa y Estados Unidos.

Es muy poco común que en las clases de historia se hable de cómo pasaba sus ratos libres la sociedad mexicana en tiempos del Segundo Imperio Mexicano, por esto acá dejamos algunos datos.

Según el historiador Arturo Aguilar Ochoa, a la llegada de Maximiliano, la Ciudad de México contaba con una población entre los 200 mil o 220 mil habitantes. Durante esa época, más de la mitad de la sociedad era de clase media a muy baja. Este sector vivía en los barrios de La lagunilla y Tepito, y la Garita de Peralvillo.

Las personas de clase acomodada o “los ricos” tenían sus casas en los lugares más cercanos al Zócalo. Se dispersaban entre distintas calles que hoy son Madero, Tacuba, Venustiano Carranza, Av. Hidalgo y Av. Juárez. El centro de la CDMX era una de las ubicaciones más importantes, porque conectaba con los comercios más lujosos, las plazas y los mejores conventos como el de San Francisco y el de las Capuchinas.

La clase alta se conformaba por abogados, mineros, empresarios y funcionarios del gobierno principalmente. Fue en estas épocas cuando el aire y los arreglos coloniales empezaron a ser sustituidos por decoraciones que ya tenían auge en ciudades europeas, pues sin duda ese continente era el ideal de la nación.

En aquél entonces era común que el lechero, el carnicero, el aguador, entre otros oficios (normalmente un papel de la clase baja) llevaran sus productos desde muy temprano a la puerta de la gente privilegiada.

La vida elegante se caracterizaba por comenzar el día con las campanadas que anunciaban la misa desde las 6:00 o 7:00 de la mañana. Las iglesias que más eran frecuentadas por la aristocracia, solían ser las más limpias y destacadas de la zona.

Las visitas a la iglesia, era uno de los momentos más emocionantes del día para la juventud privilegiada, pues al salir del culto, era el momento perfecto para intercambiar miradas con algún enamorado(a) o repartir cartas de amor.

La emperatriz Carlota llegó a México en 1864 Foto: Twitter @PGaleanaH
La emperatriz Carlota llegó a México en 1864 Foto: Twitter @PGaleanaH

En aquel entonces, las mujeres no podían sentarse en los templos, la única forma de estar ahí era arrodillándose en el suelo, que frecuentemente estaba sucio y lleno de basura.

Era común ver a los hombres pasear a caballo para impresionar a algunas damas, o encontrarlos en las bancas de los parques leyendo periódicos nacionales o franceses. En ocasiones, se hacían reuniones en la Alameda Central para ver a soldados franceses tocar de 8:00 a 10:00 de la mañana.

En cuanto a su forma de vestir, todas las mañanas era muy común ver a las mujeres con una mantilla de color negro que les rodeaba la cabeza y su Biblia y rosario en la mano derecha. Los hombres, por otro lado, acostumbraban vestir con traje charro como símbolo de identidad nacional, también la mayoría portaba patillas largas, bigote o barba.

Por la tarde, su atuendo se transformaba. Las mujeres usaban vestidos con corsés semi apretados, crinolinas debajo de sus faldas y botas atadas con cintas o botones. Finalmente, solían ir a las peluquerías para conseguir un peinado estilo Carlota, la esposa del emperador Maximiliano. Los hombres usaban sacos largos, con chalecos, corbatas o moños de seda y pantalones holgados.

Retrato de Pedro Escudero y Echánove (Foto: Mediateca INAH)
Retrato de Pedro Escudero y Echánove (Foto: Mediateca INAH)

Las salidas al teatro eran una actividad frecuente que se mezclaba con la las tertulias organizadas por las esposas de los adinerados para hablar de la moda europea y los encantos de aquél continente. Para estas ocasiones, tanto las mujeres como los hombres, debían cambiar su atuendo por tercera vez.

El Casino Español y el Teatro Nacional eran los lugares más comunes a los que acudían las clases altas para disfrutar de un buen baile y buenas charlas. Al final se les daba una cena a las personas que habían asistido.

Por último, las semana se inauguraba con los “lunes de la emperatriz” que eran las fiestas que la emperatriz Carlota organizaba en Palacio Nacional. De acuerdo con Aguilar Ochoa, para asistir a estos bailes “se repartían anticipadamente invitaciones, alternando cada vez diferentes familias, y con ello dando oportunidad de que asistieran el mayor número de personas”.

Aunque por una parte, los ricos disfrutaban de una vida social muy activa y alegre, la clase media-baja acostumbraba a dedicar su vida al trabajo, la servidumbre, las artesanías y a la familia.

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