
Santa Cristina García, de 19 años, salió en enero de Guatemala con una mochila, teléfono y miles de sueños de poder ayudar a su familia a cambiar su futuro, estuvo a menos de una hora de llegar a la frontera con Estados Unidos donde se vería con una amiga para intentar cruzar, pero nunca llegó fue asesinada junto con 15 personas más.
Poco antes de la tragedia envío un último mensaje: “Nos agarró la policía y dicen que nos van a matar”. El mensaje de voz, con seis segundos de duración, lo recibió uno de sus hermanos el 20 de enero de 2021, a las 3:27 de la tarde. Él intentó contactarla, pero no tuvo éxito.
La joven tomó la decisión de salir de su país, el 12 de enero, para darle una mejor calidad de vida a sus diez hermanos y sus padres, quienes viven en la aldea Tuilelén, Comitancillo, San Marcos.

La joven a quien recuerdan como a una muchacha amorosa y amable, trabajó en una tienda de Zacapa, Guatemala, distante a 380 kilómetros de su hogar, pero se atormentaba porque con el salario que percibía, difícilmente podía ayudar a sus padres para las operaciones de sus ojos y para pagar otra cirugía para corregir el labio leporino a su hermanita Ángela de un año y cuatro meses de edad. Soñaba con construir con una casa de cemento y piso reluciente.
Aunque sabía de algunas tragedias que habían ocurrido a sus paisanos, en su tránsito por México, ella tenía la esperanza de llegar a Florida, donde la esperaba una joven como ella con la que a veces conversaba y le contaba que en una sola hora de trabajo se podía ganar entre 10 a 12 dólares, que es casi el salario de un día en Guatemala, dio a conocer el periódico local Chiapas Paralelo.
Así, a finales de diciembre, Santa Cristina habló con su padre Ricardo García Pérez, para decirle que se iría a buscar trabajo a los Estados Unidos, pero el problema era que él no tenía primer adelanto para el pollero, pero unas horas después le dijo a su hija que ya tenía los 20 mil quetzales (unos 53 mil pesos mexicanos), que consiguió con un prestamista a cambio de las escrituras de la casa.

Con ese dinero, Ricardo le compró a su hija algunas prendas de ropa, una mochila y un teléfono. La mañana fría del 12 de enero la joven llegó acompañada de su padre, al centro de Comitancillo para esperar al pollero que los llevaría a México.
Minutos después aparecieron su primo Anderson Marco Antulio Pablo, de 16 años de edad y el mayor de un matrimonio de nueve hijos y el joven Iván Gudiel Pablo Tomás, de 22 años de edad, con los que intercambió comentarios, sonrieron y minutos después se despidieron de don Ricardo.
Cuando cruzó la frontera Guatemala-México, la joven se comunicó a su casa en Tuilelén, para decirle a sus padres que ya iba a salir rumbo a la frontera norte, pero la segunda ocasión que se llamó desde Puebla, contó que habían sido asaltados por un grupo de criminales.

Su hermano Óscar García, asegura que Santa Cristina mandó un audio por WhatsApp, el 20 de enero, para decir que a “sus compañeros” que iban con ella, los “estaban asesinando”. La versión de las autoridades es que la masacre ocurrió el 22 de enero.
Fue hasta el día sábado 23 de enero, cuando las familias de los 19 migrantes guatemaltecos supieron que esos muchachos que anhelaban buscar trabajo en los Estados Unidos, habían sido asesinados en Camargo, Tamaulipas. La amarga noticia se propagó por Comitancillo.
Este viernes 12 de marzo, 59 días después que Santa Cristina se despidió de su padre en el centro de Comitancillo, su cuerpo regresó para ser sepultado en la aldea de Tuilelén.
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