
Su sueño era ser boxeador y no cantante. Pero el hambre y su voz privilegiada lo llevaron a convertirse en uno de los ídolos de la música mexicana. Javier Solís fue admirado no solo en América Latina, a Frank Sinatra -el legendario intérprete- también le gustaba escucharlo.
Entre ambos existió una admiración mutua y aunque no cantaron juntos, sí pudieron conocerse, según las fotografías que constatan el encuentro que tuvieron apenas un año antes de que Solís muriera.
Sinatra y Solís eran dos de las grandes voces de su época. El encuentro ocurrió en 1965 en Nueva York, a donde Javier viajó para grabar un disco, precisamente titulado Javier Solís en Nueva York, y que tenía boleros clásicos como Solamente una vez, Bésame mucho, Vereda Tropical y Cuando vuelva a tu lado.

Frank lució sonriente un sombrero de mariachi y Solís no ocultó su alegría al posar junto al ídolo internacional. Se dice que había planes para convertir a Javier en el "Frank Sinatra latinoamericano".
Los sueños que se tenían para él no llegaron a cumplirse, pues Javier Solís murió de manera repentina el 19 de abril de 1966.
Fuertes dolores en el estómago lo llevaron al Hospital Santa Elena. Tenía apenas 34 años y se había sometido a una operación de la vesícula. El mito popular ha alimentado durante décadas la teoría de que Solís falleció porque tomó agua después de la cirugía. La causa oficial de la muerte se asentó en el acta de defunción como infección de los canales biliares.

"Mi ilusión más grande era ser boxeador profesional. Alternaba el boxeo con la carnicería. Pero una vez me abrieron una ceja y una oreja y no quedé con ganas de volver a pelear", dijo en una entrevista en los años 60.
La vida llevó a Gabriel Siria Levario (su verdadero nombre) por otros caminos. Por los problemas económicos en casa tuvo que abandonar los estudios cuando era niño en el barrio de Tacubaya donde nació el 1 de septiembre de 1931.
Comenzó a ganarse la vida a través de diferentes oficios hasta que llegó a ser carnicero. "Mi vocación artística se inició por hambre, en la carnicería solo ganaba 17 pesos y eso no me alcanzaba para nada".
Después iba ya a la Plaza Garibaldi donde sus amigos mariachis lo invitaban a cantar. Ahí comenzó a imitar a otros grandes como Pedro Infante y Jorge Negrete.

Entonces usaba el nombre de Javier Luquín, pero el compositor Felipe Valdés Leal le puso Javier Solís y le ayudó a tener un estilo propio de voz. Aunque también decían que se puso Solís porque le gustaba distinguirse de los mariachis. Decía "yo soy el cantante", el solista.
A mediados de los años 50 grabó sus primeros sencillos y en apenas una década se consagró gracias a discos como Sombras y Payaso.
Cuando estaba en lo más alto de su carrera, la muerte apagó la voz de Javier Solís.
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