Ryan Crouser quebró dos veces el récord olímpico en lanzamiento de bala y le dedicó el oro a su abuelo que murió de coronavirus

El estadounidense ratificó su hegemonía en Tokio al quebrar en dos oportunidades su propia marca. La emoción se impuso en la capital japonesa cuando le dedicó la hazaña al familiar que fue víctima de la pandemia

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El estadounidense ratificó su hegemonía en Tokio al quebrar en dos oportunidades su propia marca. La emoción se impuso en la capital japonesa cuando le dedicó la hazaña al familiar que fue víctima de la pandemia

Los Juegos Olímpicos son mucho más que una cita deportiva. Representan la mejor radiografía posible del mundo. Un termómetro que mide el clima global. Ryan Crouser lo sabe y ha escrito una historia para la posteridad. El estadounidense rompió el récord olímpico dos veces en lanzamiento de bala para dejarlo en 23,93 metros. Además, se quedó a 7 centímetros de la plusmarca mundial, que también es suya. Pero antes de subirse a lo más alto del podio para refrendar el título obtenido en Río 2016 manifestó sus emociones al dedicarle su notable producción a su abuelo, quien murió recientemente a causa del coronavirus.

Los lentes oscuros y el pelo atado reforzaban la figura enigmática de Crouser. Cada grito soltado al lanzar la bala estuvo cargado de ambición y seguridad, como si no le pesara ser el vigente monarca y el punto de referencia en la disciplina, poseedor de la plusmarca. Mezcla perfecta de frialdad y fiereza, Ryan superó a Ryan. Entre los atletas se suele decir que no hay mejor rival que uno mismo. Y en el caso del estadounidense, competir contra él representa un parámetro superior a lo que significaría medirse con cualquier otro colega. El nivel lo pone él.

Detrás de esa montaña de músculos habita un espíritu indómito. Crouser hizo añicos la competencia de punta a punta. Para alcanzar un récord del mundo hay que invertir toda una vida. Pero la crueldad del deporte de alto rendimiento puede ser inmensa. En cuestión de segundos. la posteridad deja de serlo y cede su lugar ante la victoria inmediata. Son las reglas del juego y estos héroes terrenales las han aceptado desde tiempos inmemoriales. Por eso no es de sorprender que Ryan haya roto el récord dos veces durante la competencia. Primero con 22,83 metros (su récord en Río fue de 22,52) y luego con 22,93. Poder, templanza y categoría. Hoy la eternidad le pertenece.

Un triunfo especial. El mundo ve el glamour de las medallas, pero las historias ocultas entrañan una emotividad eléctrica. Crouser hizo añicos el récord olímpico y ganó el oro. Ambos hitos los dedicó a su abuelo. (Foto: Hannah Mckay/Reuters)
Un triunfo especial. El mundo ve el glamour de las medallas, pero las historias ocultas entrañan una emotividad eléctrica. Crouser hizo añicos el récord olímpico y ganó el oro. Ambos hitos los dedicó a su abuelo. (Foto: Hannah Mckay/Reuters)

En la época más complicada que ha afrontado el mundo en la era moderna, Crouser se dio un momento para enviar una dedicatoria especial a su abuelo, al que perdió debido al COVID-19. “Abuelo, lo hicimos”, decía el cartel que sostuvo el oriundo de Oregón en la celebración. La unidad simbólica que los Juegos irradian son un bálsamo entre tanto dolor. Un mensaje simple, pero lleno del sentimiento eléctrico que hace del olimpismo un patrimonio intangible del mundo.

El triunfo de Crouser certifica a Estados Unidos como la potencia absoluta en esta disciplina del atletismo. 18 medallas de oro, 20 de plata y 12 de bronce le colocan a una distancia sideral de su más cercano competidor, Polonia, que apenas puede presumir de tres preseas doradas, dos de ellas gracias a Tomasz Majewski, campeón en Beijing 2008 y Londres 2012. A pesar de que Estados Unidos ha tiranizado la competencia, su último título olímpico databa de 2004, en Atenas, cuando Adam Nelson se hizo del oro con una marca de 21,16 metros. Hoy, pueden sonreír. El dominio que les fuer arrebatado por 17 años vuelve y con Crouser en pleno apogeo luce imposible que alguien se atreva a mediano plazo a opositar por su trono.

El lanzamiento de bala es una de las competencias tradicionales del olimpismo. Desde Atenas 1986, los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, esta disciplina ha estado presenta en cada edición de forma ininterrumpida. Junto al lanzamiento de martillo y el de disco, se trata de una prueba que mide la fortaleza de los competidores, quienes además de echar mano de sus atributos físicos deben mantener una templanza máxima y la concentración a tope para alcanzar la mayor distancia posible en sus lanzamientos. Un instante de perdición puede hacer la capacidad muscular sea inútil.

Estados Unidos domina a placer en la disciplina. Pero desde Atenas 2004 no subían a la cima del podio. En total, los norteamericanos suman 50 preseas en la especialidad. (Foto: Hannah Mckay/Reuters)
Estados Unidos domina a placer en la disciplina. Pero desde Atenas 2004 no subían a la cima del podio. En total, los norteamericanos suman 50 preseas en la especialidad. (Foto: Hannah Mckay/Reuters)

La lucha de los norteamericanos por la cima del medallero no cede ni un milímetro. Hasta el momento, se ubican en la posición dos con un total de 27 medallas doradas, superados por China con 32. En el léxico de los Estados Unidos no figura la palabra rendición y mientras la llama olímpica no se apague y tenga que descansar por tres años, no ahorrarán la última gota de sudor para mantenerse en la cima. Hoy Crouser les ha dado una alegría que excede la frialdad de lo numérico. Toda la gloria para él.

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