Chernobyl en primera persona: lo que la serie muestra de la realidad soviética

Infobae Cultura dialogó con emigrados de la región donde ocurrió la tragedia y también expertos en la Unión Soviética para mostrar las virtudes de la producción de HBO

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El impacto que causó la miniserie Chernobyl (que retrata la explosión nuclear ocurrida en la planta soviética en abril de 1986) entre sus espectadores no sólo está fundado en la gran calidad cinematográfica, las actuaciones destacadas de Jared Harris, Stellan Skarsgård y Emily Watson y el profundo clima de terror al hombre como lobo del hombre (Thomas Hobbes), sino que la producción también señala un fresco de los años de la perestroika y la glasnot de Gorbachov, que culminarían la política restauracionista del capitalismo.

La planta de Chernóbil tras la explosión
La planta de Chernóbil tras la explosión

El episodio nuclear, que desató una radiación equivalente a 500 bombas como las lanzadas sobre Hiroshima, reflejó un estado de la situación política en la Unión Soviética, pero también un clima de temor al que fueron sometidos los habitantes de las regiones afectadas. Infobae Cultura habló con especialistas en las naciones del "socialismo real" de aquel entonces y recabó testimonios de testigos presenciales de aquellos acontecimientos.

Uno de los centros que más sufrió las consecuencias de la radiación fue la república de Bielorrusia, cuyos efectos continúan hoy, según cuenta Natalia Litvinova, poeta nacida en aquella región en 1986, año del accidente nuclear, y llegada a la Argentina a sus diez años. No sólo su infancia fue atravesada por Chernóbil, sino que recientemente viajó a su país natal a indagar sobre el fenómeno.

Natalia Litinova en San Petersburgo (Tom Maver)
Natalia Litinova en San Petersburgo (Tom Maver)

"Mis abuelos eran campesinos, vivían en Gómel, donde yo nací –cuenta Litvinova, autora de Cesto de trenzas, entre otros libros–. Se trata de una de las ciudades más contaminadas por la radiación debido a los vientos y las lluvias. Mi mamá tuvo que ir porque sus padres eran de ese pueblo y ella tenía que vender su casa. Presenció la tragedia y se pudo ir antes de contaminarse ella misma. Mi madre, Tamara, estaba embarazada de mí".

Tamara Karpenok, madre de Litvinova, tiene 67 años y nació en Kriuki, un pueblo que ya no tiene habitantes porque fueron todos evacuados. La infancia de Litvinova transcurrió bajo los temores nunca desaparecidos por Chernóbil. "El médico le dijo a mi mamá: 'sacá a tus hijos del país porque, si no, se van a morir'. Yo tenía 10 años. No asimilaba el hierro. Mi hermano tiene algunas consecuencias hasta hoy. 'Si querés salvar a tus hijos llevalos a otro lugar para que se limpien: aca tus hijos no van a mejorar porque estamos llenos de radiación. te los llevás a otro lado para ver si viven', le dijo el médico. Entonces vinimos a la Argentina".

“Chernobyl”, serie documental de HBO
“Chernobyl”, serie documental de HBO

"Hace unos años había venido a Chernóbil para visitar a mis parientes, recuerdo que no podía quedarme dormida en la casa de mi tía Pasha –relata Tamara Karpenok–. Pasaba horas frente a la ventana, miraba las chimeneas del reactor como esperando una tragedia. Una de esas noches Pasha entró a la habitación. Sin darme vuelta le dije: 'Tengo miedo de que explote'. Pasha se quedó en silencio y luego largó una lección sobre la seguridad de la Estación Nuclear de Pripiat. Veinte integrantes de mi familia trabajaban en la estación nuclear. Muchos murieron antes de cumplir los 50. Los doctores que los atendieron, nunca pronunciaron estas dos palabras: 'radiación' y 'Chernóbil'".

"Una de las virtudes de la miniserie es que no es caricatural, sino que muestra con bastante fidelidad cierta realidad soviética –dice a Infobae Cultura Agustín Cosovschi, historiador y especialista en Europa del Este–. Se muestran muy bien las condiciones de vida en un pueblo industrial, con condiciones habitacionales muy buenas, jardines por todos lados y una población formada por trabajadores. También muestra a la élite técnica que, más allá de los gravísimos errores vinculados a la corrupción, están hiperformados. Se trata de la aparición de una intelectualidad, que se expresa en los científicos de la miniserie, que tiene un imperativo más técnico, menos político. Ese sector en ascenso se convertirá luego en el grupo de intelectuales que forman núcleos de disidentes democráticos. Son el resultado del desarrollo educativo de los años 50 y 60. La educación en el Este, en los países del 'socialismo realmente existente', estaba diversificada: muchos iban a la universidad, otros a escuelas técnicas muy buenas. Esos grupos en los años 70 y 80 empiezan a chocar con el poder. Empiezan a chocar porque defienden la razón y la verdad, que el Estado oculta mediante el secretismo. Estos sectores empiezan a ver las fallas y se pliegan a un reformismo democrático".

Bielorrusia, en 1986
Bielorrusia, en 1986

Cosovschi también destaca la aparición de los mineros en la miniserie, que se transforman en héroes en Chernóbil. "La producción muestra que en estos estados socialistas conviven el verdadero obrero industrial y el burócrata, que no es obrero. Por eso la relación que existe entre los mineros y el ministro de minas, donde el sentimiento de pertenecer a la clase obrera industrial juega un rol de autoafirmación de esos trabajadores frente al burócrata llegado desde Moscú".

Claudio Ingerflom es un especialista en historia política y social rusa y es Mágister en Historia en la Universidad Estatal de Moscú, donde vivió en los años 70 y 80. "Mandaban a los famosos bomberos de Chernóbil sin protección –dice a Infobae Cultura–. Muchos de ellos murieron ya, sus hijos nacieron deformados. El descuido generalizado hacia las normas, las instituciones y la protección del ser humano se planteaba, en aquel momento, con la gente mandada a morir para apagar el incendio y tapar el techo de la planta nuclear. Miles y miles de personas fueron muriendo, sin que se tradujeran en cifras oficiales. El accidente de Chernóbil produjo un cimbronazo en la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética. Lo que todos sus integrantes temían como posibilidad, la catástrofe, de golpe sucedió. Y sucedió de la forma más impensada, porque se pensaba que iba a producirse en términos de catástrofe económica, aunque el accidente nuclear sea consecuencia de lo mismo. Un accidente puede ocurrir en cualquier lugar del mundo, pero en la URSS estaba cantado que iba a ocurrir".

Imagen de la serie
Imagen de la serie

¿Chernóbil aceleró el proceso de declinación de la Unión Soviética?

–Sin dudas. Ese impacto movilizó a la gente en su noción de supervivencia y la relación con el Estado, que era el Partido. Se aceleró el proceso de toma de consciencia de la necesidad de reformas profundas. Gorbachov pensaba que se podían hacer reformas parciales. Un chiste soviético decía que un burócrata volvía de Inglaterra y ante la pregunta por la escasez, planteaba una propuesta. 'Vengo de un país capitalista, con explotación, plusvalor, pero todas las ciudades tienen muchos productos. Pero miren esto: los autos se manejan por la izquierda, tienen otra dirección. Yo propondría que cambiemos el sistema de circulación'. El líder soviético lo miraba muy serio y respondió: 'Camarada, eso puede provocar disturbios. Hay que ir paulatinamente. Entonces, una mitad de las calles irá por la derecha, la otra mitad por la izquierda'. Así pensaba Gorbachov. Y sabemos cómo terminó la Unión Soviética".

La plaza de Prípiat, a tres kilómetros de Chernobil (AP Photo/Efrem Lukatsky)
La plaza de Prípiat, a tres kilómetros de Chernobil (AP Photo/Efrem Lukatsky)

"Cuando estaba en el colegio, un chico llevó una manzana enorme a la clase y dijo: 'Es una manzana de Chernóbil' y así asustaba a todos los niños –continúa su relato Litvinova a Infobae Cultura–. Circulaban historias de sandías gigantes, de perros con dos cabezas, no se podía comprar frutas o verduras a las abuelitas campesinas porque eran de Chernóbil. El Estado había dado la orden de que de la salud de los niños se encargaba el Estado mismo. En el colegio nos daban de comer y nos ponían las vacunas, los padres no podían intervenir, no les informaban nada. Recuerdo que una vez por mes nos formaban en fila y nos vacunaban, nos pinchaban. En el edificio donde vivíamos nosotros se murieron todos los hombres, de cáncer y parálisis, hombres de entre 50 y 60 años. Los amigos de mi mamá se están muriendo hoy de cáncer. Gente joven muere de nada, un día no despierta. Hace dos años fui a Bielorrusia. La gente dice: 'Niños deformes hay un montón pero tenemos buenas clínicas'. El presidente Lukashenko dijo que la radiación era un tema controlado, pero no se explican los niños deformes que siguen naciendo".

Una muñeca abandonada tras el desastre de Chernobyl. (Shutterstock)
Una muñeca abandonada tras el desastre de Chernobyl. (Shutterstock)

El relato de Tamara Karpenok, madre de Litvinova, recuerda así el fatídico 26 de abril de 1986: "A lo lejos veo una columna de humo en el cielo, prendo la radio pero nada, solo silencio. El reactor había explotado, en la radio mentían o llenaban nuestros oídos con otras noticias mientras miles de personas estaban en la calle respirando el aire contaminado. Los helicópteros sobrevolaban el incendio, tiraban arena que el viento esparcía. A las 5 de la mañana veo a un vecino que viene de allá en su bicicleta, grita: 'Váyanse, sálvense, es una catástrofe'. ¿Cómo? No tengo auto, los micros no pasan, nos cortaron el teléfono".

Tamara en Gómel
Tamara en Gómel

"Observo el campo y a los campesinos que estuvieron labrando toda la mañana una tierra contaminada. (Mi hermana Ludmila, embarazada, pasó el día en su huerta, arrodillada arrancaba la maleza, juntaba las verduras que habían madurado, mientras se preguntaba qué eran esas burbujas plateadas que flotaban en el aire. Juntó muchas en la palma de su mano para mostrar a sus vecinos. Unos meses más tarde, ya en Kiev, a donde la habían evacuado, dio a luz a un bebé deforme, vivió 5 minutos). 6 de la mañana. Voy corriendo a la casa de mi vecino, lo despierto, se tira agua fría en la cara, accede a llevarnos en su camioneta. Unas horas después llego a Gómel, mi marido no sabe nada, mis vecinas tampoco, y yo los miro como si hubiera vuelto de la guerra. Pongo el teléfono sobre las rodillas y llamo a todas mis amigas, relato lo que ocurrió en Chernóbil. Tres horas más tarde suena el teléfono, atiendo, del otro lado una voz me dice: 'No te conviene seguir abriendo la boca'".

El recuerdo vívido todavía permanece entre quienes sobrevivieron a la catástrofe, que marcó un antes y un después en la historia reciente de la URSS. El miedo se esparció como la radiación por los aires. Tal vez por eso, porque ese miedo existe ya que la catástrofe puede repetirse en cualquier momento, en cualquier lugar, en la Argentina misma, la miniserie Chernobyl se haya convertido en una gran producción.

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