
Transformar malezas invasoras en una fuente de energía renovable sólida pasó de ser una hipótesis a consolidarse como una opción sustentable respaldada por la ciencia. Un estudio reciente publicado en Sustainable Energy Technologies and Assessments demuestra que diversas especies de malezas consideradas problemáticas en Australia pueden convertirse en pellets de biomasa aptos para biocombustibles sólidos, cumpliendo los estándares internacionales.
La investigación, liderada por científicos de la Queensland Alliance for Agriculture and Food Innovation (QAAFI) de la Universidad de Queensland, se desarrolló en Ipswich y plantea un enfoque innovador para la gestión de residuos vegetales y la transición energética hacia una matriz más limpia.
Evaluación de malezas invasoras como biomasa
El equipo de QAAFI, conformado por Bruno Rafael de Almeida Moreira, Sameer Punde, Damian Hine y Sudhir Yadav, evaluó quince especies de malezas invasoras, tanto leñosas como herbáceas, para determinar su potencial de conversión en pellets de biomasa.
Para ello, analizaron la composición química y física de cada especie, y prepararon pellets bajo distintas condiciones de temperatura y presión. Su meta fue identificar especies y procesos capaces de generar biocombustibles sólidos de calidad comercial.

Resultados y calidad de los pellets
Los investigadores encontraron que ciertas malezas, como la Brazilian Nightshade (Solanum seaforthianum) y la Climbing Asparagus (Asparagus africanus), se destacan porque permiten fabricar pellets de buena calidad. Estas plantas tienen mucha lignina y bajo contenido de cenizas, lo que favorece una combustión eficiente y un uso seguro en calderas.
En cambio, otras especies como la Singapore Daisy (Sphagneticola trilobata) y la Mexican Ruellia (Ruellia simplex) generaron pellets con mucho más contenido de cenizas y elementos que pueden dañar los equipos de energía. Por esto, es fundamental elegir bien las malezas y, en algunos casos, aplicar tratamientos para lograr pellets adecuados.
Procedimiento experimental y hallazgos técnicos
Los investigadores recolectaron biomasa aérea (tallos y hojas) de las quince especies siguiendo protocolos de bioseguridad y secado hasta un contenido de humedad del 10-15%. El material se molió, tamizó y luego pelletizó en una prensa manual, bajo nueve combinaciones diferentes de temperatura (25-100 °C) y presión (50-150 bar). Cada lote de pellets fue evaluado en términos de densidad, durabilidad, contenido de cenizas, composición elemental y poder calorífico, de acuerdo a métodos reconocidos internacionalmente.
Los resultados mostraron que la composición química y el tamaño de partícula influyen de manera decisiva en la calidad de los pellets. Las especies con más lignina y tamaño de partícula más reducido tendieron a formar pellets más densos y resistentes; en cambio, aquellas con menor lignina o partículas de tamaño irregular mostraron menor cohesión mecánica.
El análisis estadístico confirmó que la interacción entre temperatura y presión de pelletización puede optimizar la durabilidad, aunque no siempre compensa una baja densidad, un factor decisivo para el transporte y almacenamiento.

Potencial ambiental, costes y retos para la bioenergía
Desde una perspectiva ambiental y energética, el estudio subraya que aprovechar malezas invasoras como fuente de biomasa puede reducir emisiones de gases de efecto invernadero. Esto se logra al evitar que estos residuos vegetales se descompongan o se quemen al aire libre, y al reemplazar combustibles fósiles en la generación de energía.
Además, utilizar especies que prosperan en suelos marginales y no compiten con los alimentos favorece la economía circular y la gestión sostenible del territorio. De implementarse, según los investigadores, esta estrategia permitiría aliviar costos de control de malezas estimados en USD 25.000 millones al año solo en Queensland y abrir vías para la diversificación energética en regiones afectadas por plantas invasoras.
Sin embargo, advierten que para pasar de la escala experimental a la industrial será necesario enfrentar retos técnicos y regulatorios. Entre los desafíos están la optimización de parámetros de pelletización para cada especie, el desarrollo de métodos de co-pelletización o pretratamientos para reducir cenizas y elementos no deseados, y la adaptación de normas de calidad a estas biomasas poco convencionales. El éxito dependerá de la colaboración entre responsables de tierras, autoridades, fabricantes y proveedores de energía.

Perspectiva a futuro
Los científicos de QAAFI insisten en la importancia de realizar pruebas piloto a mayor escala, experimentar con mezclas de residuos agrícolas y urbanos, y analizar la viabilidad económica y ambiental de esta alternativa.
Además, recomiendan adaptar normativas y desarrollar incentivos que puedan acelerar la adopción de biocombustibles sólidos derivados de malezas invasoras, con beneficios tanto para la gestión ambiental como para las metas de carbono neutral.
A largo plazo, la conversión de biomasa de malezas en energía renovable podría transformar un problema de gestión territorial en una oportunidad para avanzar hacia sistemas energéticos más sostenibles y apoyar los objetivos de descarbonización en Australia y en otros lugares afectados por especies invasoras.
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