
El cierre de escuelas durante la pandemia por COVID-19 “rompió gravemente” el desarrollo social y emocional de algunos de los niños más pobres del mundo, así como su progreso académico, según muestran nuevas pruebas. Así lo señaló un estudio sobre más de 2.000 alumnos de primaria en Etiopía, publicado en la revista Longitudinal and Life Course Studies.
Los investigadores de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y la Universidad de Addis Abeba (Etiopía) descubrieron que aspectos claves del desarrollo social y emocional de los niños, como su capacidad para hacer amigos, no sólo se estancaron durante el cierre de las escuelas, sino que probablemente se deterioraron.
Los chicos que, antes de la pandemia, se sentían seguros hablando con los demás o se llevaban bien con sus compañeros tenían menos probabilidades de hacerlo en 2021, y los que ya estaban en desventaja educativa -las niñas, los más pobres y los de zonas rurales- parecen haberse visto especialmente afectados.

Tanto esta investigación como un segundo estudio (vinculado a ella) de unos 6.000 niños de 1º y 4º de primaria, encontraron pruebas de un progreso académico más lento. Los niños perdieron el equivalente de, al menos, un tercio de un año académico de aprendizaje durante el cierre, una estimación que los investigadores califican de “conservadora”.
Esto parece haber ampliado una brecha de rendimiento ya significativa entre los alumnos desfavorecidos y el resto, y hay algunas pruebas de que esto puede estar relacionado con la caída de las habilidades sociales.
La profesora Pauline Rose, directora del Centro de Investigación sobre Acceso y Aprendizaje Equitativos (REAL) de la Facultad de Educación de la Universidad de Cambridge, destacó que “el COVID está teniendo un impacto a largo plazo en los niños de todo el mundo, pero especialmente en los países de ingresos más bajos. La ayuda a la educación y la financiación gubernamental deben centrarse en apoyar primero la recuperación académica y socioemocional de los niños más desfavorecidos”.
Por su parte, el profesor Tassew Woldehanna, presidente de la Universidad de Addis Abeba, añadió que “estas graves rupturas en las trayectorias de desarrollo y aprendizaje de los niños ponen de manifiesto la necesidad de pensar en el impacto sobre las habilidades sociales, y no sólo académicas. La educación de recuperación debe abordar las dos cosas a la vez”, alertó.

Ambos estudios utilizaron datos del programa Research on Improving Systems of Education (RISE) en Etiopía para comparar la educación primaria antes de la pandemia, en el curso 2018/19, con la situación en 2020/21.
En el primer estudio, los investigadores compararon las puntuaciones de las pruebas de aritmética de 2.700 alumnos de cuarto curso en junio de 2019 con sus puntuaciones poco después de que volvieran a la escuela, en enero de 2021. También midieron las tasas de abandono escolar.
Además, los alumnos completaron la escala de autoinforme de habilidades sociales de los niños, que preguntaba en qué medida estaban de acuerdo o en desacuerdo con afirmaciones como: “Me siento seguro al hablar con los demás”, “Hago amigos con facilidad” y “Si hago daño a alguien, digo que lo siento”.
El segundo estudio midió el progreso relativo durante la pandemia utilizando las puntuaciones en aritmética de dos cohortes distintas de alumnos de primer y cuarto curso. La primera de estas cohortes era del año anterior a la pandemia; la otra, de 2020/21.

Los resultados sugieren que los alumnos hicieron algunos progresos académicos durante los cierres, pero a un ritmo más lento de lo esperado. La puntuación media en aritmética básica de los alumnos de primer grado en 2020/21 estaba 15 puntos por detrás de la cohorte de 2018/19; al final del año esa diferencia se había ampliado a 19 puntos.
Del mismo modo, los alumnos de 4º grado comenzaron el curso 2020/21 con 10 puntos de retraso respecto a su cohorte anterior, y estaban a 12 puntos de distancia al final. Esa diferencia equivalía a aproximadamente un tercio del progreso de un año. En el estudio de las puntuaciones de los niños en aritmética antes y después de los cierres surgieron patrones similares.
Los niños más pobres y los de origen rural obtuvieron sistemáticamente peores resultados académicos. Las tasas de abandono escolar revelaron problemas similares: de los 2.700 niños evaluados en 2019 y 2021, más de uno de cada 10 (11,3%) abandonó la escuela durante los cierres. Se trataba desproporcionadamente de niñas, o de alumnos con menor rendimiento, que solían proceder de familias menos pudientes o rurales.

Las habilidades sociales de todos los alumnos disminuyeron durante el periodo de cierre, independientemente del sexo o la ubicación. Menos niños estuvieron de acuerdo en 2021 con afirmaciones como “le caigo bien a otras personas” o “hago amigos con facilidad”.
El descenso de las respuestas positivas varió según el grupo demográfico, y fue más acusado entre los que procedían de entornos rurales. Esto puede deberse a que los niños de zonas remotas del país experimentaron un mayor aislamiento durante el encierro.
Los investigadores sugieren que el impacto negativo en el desarrollo social y emocional puede estar relacionado con la ralentización del rendimiento académico. Los niños que obtuvieron mejores resultados académicos en 2021 tendieron a informar de que sus habilidades sociales eran más fuertes.
Esta asociación no es necesariamente causal, pero hay pruebas de que los logros académicos mejoran la autoestima y la valoración de los niños, y que los comportamientos prosociales influyen positivamente en los resultados académicos. Por lo tanto, es posible que durante el cierre de las escuelas este posible refuerzo se haya invertido.

Ambos informes se hacen eco de investigaciones anteriores que sugieren que los países de bajos ingresos, como Etiopía, deben invertir en programas específicos para las niñas, los habitantes de zonas rurales y los más pobres, si quieren evitar que estos niños se queden atrás. Además de los programas de recuperación escolar, puede ser necesario actuar para apoyar a los que no están escolarizados. La exitosa iniciativa de Educación Básica Complementaria de Ghana constituye un modelo.
Además, los investigadores instaron a los responsables de la política educativa a integrar el apoyo a las habilidades sociales tanto en la educación de recuperación como en la planificación de futuros cierres. “Las habilidades sociales y emocionales deberían ser un objetivo explícito del plan de estudios y de otras orientaciones”, aseguró Rose.
Y concluyó: “Las escuelas también pueden pensar en los clubes extraescolares, los espacios seguros para las niñas y en garantizar que los niños en edad de primaria permanezcan con el mismo grupo de amigos durante el día. Iniciativas como éstas contribuirán a reconstruir las habilidades prosociales que la pandemia erosionó”.
Con información de Europa Press
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