"Hola, ¿cómo estás? Iván, gracias por venir". Se acaba de bajar de un avión, viene de Madrid. Llega a las 9:30 exactamente a San Telmo, en traje y lentes oscuros, que pronto se saca para las fotos. Se suena los huesos. "Yo soy tremendamente puntual", reconoce Iván de Pineda, entre una mezcla de orgullo y resignación. Dice que vino por la 9 de Julio y que no había nadie, que no lo puede creer, que pensó que con los cortes en el centro por los Juegos Olímpicos de la Juventud iba a tardar más de lo normal. Está muerto de hambre, quizás sea por el jet lag, aunque a esta altura ya lo debe manejar bastante bien. Engulle dos tostadas con jamón y queso en apenas unos bocados.
Es uno de los conductores más conocidos de la TV argentina. Su actitud es relajada e informal, siempre educada. Pero tiene una cualidad especial. La conversación no es forzada, como muchas veces ocurre en un ámbito de entrevista. Es como si un conocido apareciera después de mucho tiempo y te pusiera al día con lo que pasó en su vida el último tiempo. Te pregunta cómo estás, te pide disculpas si tiene que parar un segundo de hablar para posar para una foto. Y vuelve. Es una rutina a la que está acostumbrado. Y la percepción es que es así tal cual cuando se apagan las cámaras. Creció con ellas, desde su carrera como modelo que lo llevó a viajar desde muy chico, hasta programas como Pasapalabra y Resto del Mundo. Pero su amor por los viajes comenzó, como ocurre frecuentemente con los lectores voraces, con su pasión por la literatura.
"Siempre he tenido una gran capacidad de imaginación. Muchas cosas que suceden en mi vida me las paso por la mente como si fueran una película. De chico leía libros de aventura como Sandokan, el Conde de Montecristo, los Corsarios Negro, Rojo y Verde, Sherlock Holmes… Verne me encantó. Me leí todo, desde La jangada pasando por De la Tierra a la Luna, hasta Cinco semanas en globo. Fanático", recuerda durante una entrevista con Infobae. "Y después iba a esos lugares y veía si el lugar sobre el que yo había leído existía, si era de ficción, si la historia era verdadera, si era apócrifa, o si el hecho de la novela histórica se ajustaba a la realidad o si quizás era una licencia que se tomaba el escritor para contarnos una historia. Y me sorprendí con muchas cosas, como con Emilio Salgari, que hablaba de los piratas de Malasia y nunca había salido de Italia. Ahí comienza mi ánima viajera".
Escribe, respira y comparte viajes. Por eso ahora vuelve a emprender una travesía única con Un Pequeño Gran Viaje en 48 Horas, un programa que se emite a partir del viernes 5 de octubre en TNT, y con el que recorre distintos rincones del planeta. Pero también de la Argentina, y eso es de lo que está más orgulloso.
"Podemos viajar por la Argentina con este programa y me parece maravilloso. Era algo que yo quería hacer en la televisión hace mucho tiempo, porque siempre me pareció muy importante mostrar a nuestro país, pero no había tenido la oportunidad. En Resto del Mundo se hacían pequeñas cápsulas pero hubiera estado buenísimo mostrar la belleza de cada una de las provincias de la Argentina. Yo cuanto más viajo más valoro las cosas increíbles que tenemos en nuestro país que a veces nosotros mismos no conocemos".
Y asegura que la curiosidad por descubrir nuestra propia tierra es algo que hay que fomentar. "Si yo te digo ahora que te vas cinco días a Londres todo pago y lo mismo a Talampaya, ¿qué me respondés? El 95% de las personas elige Londres. Hay que resignificar el destino per se. Tenemos que empezar a aprender que nuestros destinos son realmente increíbles".
"Argentina es uno de los países más lindos del mundo", repite sin un titubeo. Se pierde contando y rememorando sus lugares irrepetibles, que atraviesan diversas latitudes desde la aridez de la montaña hasta la vasta Patagonia. "Yo tuve la suerte de conocer todas las provincias y es un orgullo mostrarnos para nosotros y para toda la audiencia de la región". Por ahora tienen previsto para el programa viajar a Salta y a Córdoba, pero pronto se sumarán más provincias. "Es un desafío enorme y un placer inmenso".
Después de décadas "en el camino", de llevar una vida nómada, de idas y venidas, de aviones y aeropuertos -"cada uno se ve, huele y suena diferente, y a partir de ahí empezás a tener piezas informativas de un puzzle mucho más grande", dice-, lo que busca cuando llega a un lugar nuevo es interactuar con la gente. "Yo soy de esas personas que creen completamente en las relaciones humanas, en los lazos y vínculos con personas de diferentes lugares, y cuando viajás mucho realmente podés abrir enormemente la cabeza porque estás constantemente interactuando o recibiendo y dando estímulos con aquellas personas que quizás viven en las antípodas, creen en cosas diferentes a las tuyas, tienen vidas diferentes, comen de manera diferente, viven en condiciones climáticas diferentes y eso ya te abre muchísimo el alma y el espíritu y hace que puedas ver esta vida o este mundo desde muchos puntos de vista".
"Con lo que tenga que ver con la cultura, con la idiosincrasia, con el porqué de las cosas nos damos cuenta de que todos queremos lo mismo. Sí, tomaremos caminos diferentes, pensaremos que si vamos por aquí o por otro lado sea más o menos fácil, pero en definitiva apuntamos al mismo lugar". Se detiene un instante y continúa: "Somos esclavos del tiempo y del espacio, del universo en el que nos toca vivir coyunturalmente todo el tiempo. A veces tratamos de escapar de eso, a veces no, a veces se puede, a veces no. Es muy interesante porque todo el tiempo estás recibiendo estímulos, y viajar, comer, ver, oler, sentir, escuchar… todo eso es parte de una experiencia única".
Para él viajar es sentir. Observar lo que pasa alrededor, lo que dice el de al lado. Vive un estilo de vida frenético que lo tiene en constante movimiento, y quizás sea por eso que aprecia profundamente la quietud: "Me gusta lo contemplativo. Me gusta, más allá de la dinámica del viajar, sentarme en un lugar, poder escuchar y poder detenerme en aquellos pequeños detalles y preguntar por qué una calle se llama así, que muchas veces, sobre todo en ciudades antiguas, sus nombres remiten a parte de la historia de ese lugar. Y con cosas que a veces son sorprendentes".
"La mente abierta y el respeto son fundamentales cuando viajás. Respeto con la cultura que tenemos enfrente nuestro, con las interacciones y con las personas que tenemos enfrente nuestro. Hay que viajar con respeto". Ese es su mantra, y lo demuestra una y otra vez cuando recorre el planeta, cuando pide la comida en un restaurante o charla amenamente con un guía local.
Incentivar a que todos se animen a viajar es su meta. "Si hay una pequeña posibilidad, está bueno hacerlo. Yo creo que hoy la tecnología nos ha acercado a muchos países y ver muchas situaciones y uno también puede viajar de esta manera. También hay que entender que viajar no es sólo ir a las antípodas del mundo, es conocer lo que tenemos al lado, la provincia que tenemos al lado, que muchas veces es muy diferente a la nuestra. Conocer algunos museos de nuestros lugares que no hemos conocido aún. Tenemos cosas maravillosas", resalta.
"Pero si tenés un lugar al cual querés ir y tenés la oportunidad o lo tenés en tu mente, eso también es un factor de motivación en muchos muy importante, y como humanos siempre sentimos de alguna manera que tenemos que estar en movimiento, y, más allá de esta vida más sedentaria que se ve hoy en día, no dejamos de ser pequeños nómadas. Me parece que la inquietud y la curiosidad sobre esos lugares ya nos empieza a generar un movimiento interno. Hoy igual yo creo que hay muchas maneras de viajar de forma más accesible. Y cuanto más espacio y tiempo le puedas dar a esa preparación al viaje te puede sorprender, porque si bien muchas veces es difícil y es duro, se puede realizar. Eso es muy importante, la preparación del viaje, porque, sobre todo hoy que rápidamente podemos comparar valores y precios, podemos armar un viaje que sea de acuerdo a presupuestos o a maneras de ser, o dentro de las posibilidades y que realmente nos genere esa cosa interna que se obtiene cuando se viaja".
El tiempo es finito, aclara. Hay que aprovecharlo. "El verdadero viaje es ese que te hace sentir mariposas, ese que seguís recordando meses y años después de haberlo vivido. Y eso uno lo obtiene no sólo conociendo esas grandes construcciones, monumentos famosos, sino en esos pequeños detalles que esos lugares nos ofrecen".
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