
En un mundo donde la tecnología facilita la comunicación a distancia, las interacciones presenciales siguen ocupando un lugar esencial en la construcción de lazos sociales. El bullicio de un concierto, la energía compartida en una clase de yoga o la conversación en una reunión comunitaria generan conexiones difíciles de replicar en entornos virtuales. Tras años en los que el aislamiento se volvió protagonista, crece la pregunta sobre cómo podemos volver a sentirnos realmente acompañados.
La soledad, una cuestión de salud pública en aumento
La soledad no es un fenómeno marginal, sino un desafío global en plena expansión. Según la Organización Mundial de la Salud, cerca de una de cada cuatro personas ha experimentado sentimientos de soledad frecuentes en algún momento de su vida adulta.
En Estados Unidos, a modo de ejemplo, un informe reciente señala que el 22% de los adultos reconoce sentirse solo o aislado de manera habitual. Tras la pandemia, los datos muestran un repunte sostenido de estos indicadores, con efectos directos sobre el bienestar psicológico y físico.
Frente a este escenario, organizaciones de salud globales han advertido sobre las consecuencias crecientes del aislamiento. Incluso, la OMS vincula a la soledad con el aumento de depresión, ansiedad y enfermedades cardiovasculares.

Participar activamente: la clave para conectar
Un reciente estudio divulgado por la Society for Personality and Social Psychology (SPSP) arroja respuestas contundentes. Los investigadores comprobaron que asistir a eventos presenciales de forma activa y regular es una de las estrategias más eficaces para reducir la soledad y fortalecer la sensación de pertenencia.
El trabajo, liderado por Richard Slatcher de la Universidad de Georgia y Julianne Holt-Lunstad de la Universidad Brigham Young, analizó la experiencia de 1.551 personas antes y después de su participación en actividades presenciales, que iban desde conciertos a clases grupales. Una de las conclusiones principales fue que la participación activa —cuando se incentiva la interacción y no solo la asistencia pasiva— resulta fundamental para generar vínculos reales.
“Nuestro hallazgo más destacado fue que la participación activa —cuando se fomenta la interacción en lugar de la simple observación— es el mejor indicador de conexión social”, afirmó Slatcher.
El acompañamiento, la presencialidad y la repetición de estos encuentros también potencian el efecto positivo sobre la conexión social. “El ciudadano promedio puede beneficiarse de algo tan sencillo como una clase semanal de ejercicio o un concierto local con amigos”, añadió el experto. Los investigadores coincidieron en que el contexto y la dinámica del evento influyen directamente en el nivel de vínculo generado.

Holt-Lunstad remarcó la importancia de crear espacios pensados para el intercambio auténtico: “Para fomentar la participación activa y la interacción, es fundamental minimizar los elementos pasivos y promover actividades que permitan la conversación y la colaboración”, explicó.
Impacto y desafíos en la vida cotidiana
El aislamiento social no solo afecta el ánimo: puede repercutir en la salud y el bienestar general. Holt-Lunstad destacó que hay evidencia científica robusta sobre el impacto negativo del aislamiento, tanto en lo personal como a nivel comunitario.
Frente a esto, la investigación sugiere que pequeños cambios en la rutina —como sumarse regularmente a actividades colectivas— pueden tener un efecto visible sobre la sensación de compañía y pertenencia.
“Creemos que estos hallazgos pueden empoderar tanto a individuos como a comunidades”, sostuvo Slatcher. La investigación ofrece también orientaciones prácticas para quienes desean fortalecer el tejido social a través de encuentros presenciales.

Del momento al vínculo duradero: conclusiones y próximos pasos
Aunque asistir a un evento puede producir un notorio incremento en la conexión social, el estudio advierte que este efecto tiende a diluirse al cabo de 24 horas. La constancia aparece, entonces, como ingrediente indispensable para que los beneficios perduren.
Daisi Brand, autora principal del estudio y estudiante de doctorado en la Universidad de Georgia, hizo hincapié en la necesidad de investigar cómo transformar ese bienestar momentáneo en vínculos estables a largo plazo.
“Aunque estas características predicen de manera única la sensación de conexión en el momento, la investigación debe seguir explorando cómo mantener estos sentimientos positivos para crear un sentido duradero de pertenencia”, explicó Brand.
De cara al futuro, el desafío será encontrar fórmulas que no solo permitan que los encuentros presenciales sigan combatiendo la soledad, sino que, además, forjen comunidades realmente resilientes y conectadas.
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