
En un café entre amigas se habla de sexo y con una expansión del discurso que ahorra en pudores. La charla de las damas no tiene nada que envidiarle a la de los hombres, hasta puede superarlos en detalles y osadía que pondría colorado a más de uno.
La expresión libre ayuda a las mujeres a compartir no solo sus experiencias, también sus dudas y ponerlas a consideración de sus pares. Entre café y café resuenan los gemidos, las quejas por la rutina, la “adrenalina” del amante, los pudores y por qué no, las culpas. Ellas saben modular sus intereses con el objetivo no solo de compartir, sino de saber qué piensan y qué hacen las demás con sus sexualidades.
Porque si en la mesa de los hombres se cuentan historias de sexo por el hecho de exponer habilidades, las acciones heroicas blandidas con el pene erecto, en la mesa de las damas el discurso se convierte en un medio para descubrir cómo sus pares resuelven cuestiones sexuales. Las mujeres interrogan subrepticiamente, resuelven entre ellas dilemas fisiológicos, emocionales, morales, por el hecho mismo de comparar sus experiencias y sentirse más acompañadas, o más solas, según sea la cuestión a tratar.

El tamaño en cuestión
Uno de los temas que se discute es el tamaño del pene y no su uso. El tamaño del miembro también está en el imaginario femenino como parte del atractivo del cuerpo masculino: cara, músculos, pene y también piernas y cola musculosa. Sin embargo, las mujeres saben que esas condiciones físicas forman parte de una imagen que las estimula pero no es condición para el “enganche”. Si está presente, perfecto, pero los lazos de conexión y perdurabilidad serán patrimonio de otros aspectos ligados a lo afectivo, el respeto, a la comunicación, al humor, etc.
Sin embargo, la sensorialidad femenina, como conexión corporal, requiere de estímulos que la despierte e incremente. “Tocar” el pene erecto es uno de estos estímulos. Por supuesto que si mayor es el tamaño mayor será la incitación erótica. Pero así como sucede con el pene otras zonas corporales pueden disparar sensaciones agradables. Tocar los labios, el mentón, el cuello, el pecho, los pectorales, abdomen, la cola, las piernas, etc. Cada parte del cuerpo puede disparar el deleite sexual.
Cuando las mujeres hablan del tema refieren que cada uno de estas fuerzas erógenas son partes de un todo que se suma integrándose al placer. Al fin y al cabo, si nos ponemos a pensar en lo que sucede durante la relación erótica nos daremos cuenta de que no es solo una sumatoria de partes físicas las que mueven el placer, son las sensaciones que provienen de ellas y que se integran en un todo. El relato de hombres y mujeres discurre entre satisfacciones e insatisfacciones respecto al cuerpo erógeno, sin embargo, como lo dice su nombre el cuerpo es erógeno en tanto “lo físico” dispare sensaciones que envuelvan al propio cuerpo y se traduzcan en acciones mutuas.
La conexión erótica es un ida y vuelta de estímulos y respuestas, en el mejor de los casos placenteras, en otras displacenteras, pero sensaciones al fin. Creer que el tamaño del pene es el único aliciente erótico es dejar de lado el resto del cuerpo como potenciador de placer. Pero, por sobre todas las cosas, limita la relación sexual a una única condición.
La valoración de los estímulos
Decía antes que la valoración de estos estímulos corporales se basa en la díada placer/displacer, condición sensorial que regula las acciones que se hacen sobre el cuerpo, ya sea las que provienen del propio o de lo ajeno. En la consulta se escucha con suma frecuencia la valoración negativa sobre el cuerpo real, sin embargo, cuando esa zona se libera de las limitaciones “mentales” se expresa y se siente con mayor libertad.
Además las personas acomplejadas por el peso o por algún cambio en la figura corporal (defectos congénitos, cirugías, tratamientos médicos, etc.) creen que el otro se conecta con la totalidad del cuerpo cuando en realidad la percepción sexual trabaja “por partes”, es decir “toca y registra” diferentes zonas corporales despertando sensaciones, las que se integrarán en “un cuerpo sensorial” mental, subjetivo.

Cada una de estas zonas corporales estará signadas por reglas de permisividad o inhibición. He aquí cómo la impronta externa normativiza los cuerpos dándole valor superlativo a algunas en detrimento de otras. Pensemos en el tamaño del pene y el de los pechos femeninos como focos de atracción y garantía de placer. Si cada región corporal puede convertirse en erógena es porque el deseo recubre de interés cada una de ellas. Cada uno de nosotros tenemos un cuerpo preparado sensorial y sensitivamente para responder cada vez que se lo estimule, pero esta pureza e inocencia de base se ve atravesada por pautas que internalizadas modifican la expresión.
Los pudores aún existen y mucho, las inhibiciones, los temores que se convierten en fobias sexuales, etc. Los cuerpos cerrados al placer esperan que llegue el “príncipe azul” que, más allá de su poder caballeresco, cuente con las llaves de la sabiduría sexual.
Nadie nace sabiendo, ni el hombre por el hecho de serlo cuenta con una “sabiduría innata” sobre el cuerpo femenino. ¡Qué va a saber del cuerpo y de la sexualidad femenina si apenas sabe del propio! Si aún, siglo XXI su educación sexual sigue siendo como antaño: charla con amigos, videos porno, ensayo y error con las chicas (o chicos). Los padres repiten más el “cuídate” que “hablemos del tema”. Dicen más “pene o vagina” que “deseo, libertad, crecimiento”.
Y a pesar de las limitaciones externas llegamos al mundo para descubrirlo con todos los sentidos. Y así seguiremos revelando lugares escondidos. Ser adulto no significa haber adquirido un saber que ya no se renueva, es no perder la capacidad de aventura, de curiosear el mundo que cambia día a día.
Walter Ghedin, (MN 74.794), es médico psiquiatra y sexólogo
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