Caballos Salvajes es una de las películas emblemáticas en la filmografía de Héctor Alterio. Estrenada en 1995, dirigida por Marcelo Piñeyro y coprotagonizada por Leo Sbaraglia y Cecilia Dopazo, refleja una road movie por la Patagonia y un alarido que quedó en la historia de la cinematografía nacional: “La puta que vale la pena estar vivo”. Y en este sábado 13 de diciembre que se volvió amargo con la noticia de su muerte, aquel grito de corazón cobra más vigencia que en cualquier otro momento.
Por ese entonces, Alterio llevaba veinte años viviendo entre España y Buenos Aires luego de su exilio y más de una década con su nombre instalado en Hollywood como protagonista de La historia oficial. Con una filmografía que incluía hitos como La Patagonia rebelde o La Tregua, su reciente rol de comisario en Tango Feroz lo acercó a una generación joven fascinada por la fábula del náufrago Tanguito. Y el entrañable viejo anarquista que construyó en José, en las antípodas del temible Lobo que amenazaba al rockero, reflejó una pintura de época.
En una recordada entrevista en Radio Nacional, el actor había recordado la génesis de aquella frase, que no solo marcó la película Caballos Salvajes, sino que también se instaló en la memoria colectiva del país. En diálogo con Tatiana Shapiro y Horacio Marmurek para Modo Sábado, Alterio explicó que la creación de la frase fue resultado de una colaboración entre el director Marcelo Piñeyro y la guionista Aída Bortnik, quienes buscaron una expresión que condensara el espíritu de la historia. La repercusión de esas palabras, pronunciadas en un contexto de crisis y desesperanza que traspasaba la pantalla, sigue vigente casi tres décadas después de su estreno, consolidando su lugar en la cultura popular argentina. Y que seguía sorprendiendo al protagonista, que no daba crédito a las reacciones del público.
El origen de la frase, según el propio Alterio, se remonta a una situación concreta durante el rodaje de la película. “Resulta que a Marcelo Piñeyro, se le ocurre llamar a la gran autora Aída Bortnik porque le faltaba cerrar una secuencia. En esa conversación, le contó dónde estábamos filmando”, evocó Alterio. La escena transcurría en un monte, en medio del campo, con el personaje de Alterio completamente solo. Piñeyro describió a Bortnik cada detalle de la situación, buscando inspiración para el desenlace. Fue entonces cuando la guionista propuso la frase definitiva: “Decile a Héctor que su personaje diga ‘la puta que vale la pena estar vivo’. Sin dudarlo, Marcelo lo agregó y yo después lo dije con todas mis ganas”.
El actor recordó entre risas cómo esa línea, nacida casi de manera espontánea, terminó por definir el tono de la película y trascender la pantalla. Algo que nunca dejaba de sorprenderlo. “No me imaginé que iba a pegar así, han pasado muchísimos años y siempre que voy a Buenos Aires me gritan en la calle y, aunque yo no los veo, los escucho, pero se equivocan y dicen ‘La pucha que vale la pena estar vivo’… dicen cualquier cosa…”, relató Héctor. Y en esas palabras encontraba el reflejo del vínculo emocional que la película logró establecer con el público.
Caballos Salvajes es una road movie que narra el encuentro entre José, un hombre de setenta años interpretado por Alterio, y Pedro, un joven empleado de banco encarnado por Leonardo Sbaraglia. La historia comienza con un asalto a un banco en Buenos Aires, donde José, desesperado por recuperar el dinero que le fue arrebatado, amenaza con quitarse la vida. Pedro, en un intento por evitar la tragedia, le entrega una suma de dinero y se ofrece como rehén para ayudarlo a escapar.

A partir de ese momento, ambos emprenden una huida por la Patagonia, perseguidos por la policía y los medios de comunicación. La aparición de Ana, interpretada por Cecilia Dopazo, transforma la dinámica entre los protagonistas y añade una dimensión de solidaridad y esperanza a la trama. El guion, escrito por Piñeyro y Bortnik, explora la relación entre dos personajes opuestos que, en medio de la adversidad, encuentran un terreno común en la valoración de la vida y la búsqueda de justicia. La película combina elementos de acción, drama y crítica social, reflejando el contexto político y económico de la Argentina de los años noventa. La música original de Andrés Calamaro y los imponentes paisajes del sur argentino completan un combo irresistible.
El significado de la frase “La puta que vale la pena estar vivo” ha trascendido el ámbito cinematográfico para convertirse en un símbolo de vitalidad y resistencia. Su vigencia se explica, en parte, por la capacidad de la película para conectar con las emociones y las aspiraciones de varias generaciones. La expresión, pronunciada en un momento de máxima tensión y esperanza, resume el mensaje central de la obra: la vida, a pesar de las dificultades, merece ser celebrada.
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