Pamela David conversó con Melina Vicario, pionera del biohacking: “No estamos condenados a vivir con el cerebro con el que nacimos”

En esta nueva entrega del ciclo de entrevistas PamLive, la especialista en Programación Neurolingüística aporta claves para lograr buenos pensamientos

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Pamela David, con Melina Vicario (Video: PamLive)

Hackear en tu mente la ansiedad, el estrés y la angustia... ¿Se puede? Sí, claro. Si estás en un estado donde tus pensamientos rumiantes no te dan respiro, formá parte de este encuentro que puede ser el comienzo de tu transformación interior reprogramando tu cerebro. En esta nueva edición de PamLive, Pamela David charló con Melina Vicario, pionera del biohacking en habla hispana y autora del libro Biohacker. Aprenderemos sobre la tecnología de nuestra propia mente para desterrar esas voces interiores que atentan contra nuestro bienestar. ¡Hacé foco en lo que te hace bien, poniendo tu cerebro en acción!

—¿Cómo hacemos para sostener el entusiasmo en esos momentos en que estamos cansados?

—Muchas veces cuando estamos con la energía más baja, o de repente bajamos los brazos, quizás nos encontramos con otra persona que con muy buenas intenciones nos dice que le pongamos garra a la vida, que es un tema de voluntad… Desde mi visión, no es así. No es un tema que a la persona le falta voluntad, o no lo decide. Cuando nos dicen que vivir felizmente es una decisión, se están olvidando de dos componentes más: decisión más batería biológica suficientemente llena. Mi cuerpo debe tener la energía suficiente para plasmar ese propósito de vida que es más grande que yo mismo. Si tenemos la decisión y la batería biológica suficientemente llena, pero no tenemos detectadas las estrategias mentales para vivir felizmente, podemos reprogramarlas desde nuestra mente. O sea, si tengo la decisión de ser feliz y la batería biológica llena y estoy rozagante y vital de energía, y me paso el día recordando malos recuerdos del pasado o en la vacilación o en la duda de no animarme a hacer lo que realmente me hace feliz, si tengo la batería biológica llena pero sigo amarrada a malos mensajes que nos dieron de chicos… ¿Cuántas personas he encontrado que me dicen que quieren cantar o pintar y se autodicen que no son artistas? Yo les pregunto: ¿de dónde sacaron eso?

—¿Cómo se hace para hackear esa angustia en ese momento?

—¿Cómo sabés cuándo sentirte mal? Si contestas eso, estamos asumiendo que nuestra historia determina nuestro destino, cuando no es así. Lo que determina nuestro destino es nuestra mentalidad. Si algo malo pasó en el pasado, eso pasó una vez; si sigue pasando, somos nosotros haciéndolo en nuestra mente. Ahí es donde invito a las personas a identificar cuál es la representación mental que generan para sentirse mal. Cuando vamos a buscar información en nuestra mente movemos los ojos y esto es algo que se descubrió en la programación neurolingüística. Se llama accesos oculares y es una herramienta que nos ayuda a detectar cómo pensamos algo para sentirnos mal. La base es que si yo cambio lo que pienso, cambia lo que siento y cambia lo que puedo hacer. Cuando alguien se siente mal, le pregunto: “¿Cómo sabes cuándo sentirte mal? Si yo tuviera que hacerlo por vos, ¿cómo lo hago? ¿Qué te representás en tu mundo mental? ¿Con componentes visuales, de imágenes, de películas, son sonidos, una voz propia interna?”. En el software de la mente hay sensaciones que podemos detectar y usarlas como si fueran manijas o teclas para encender estados de bienestar. Hay muchas personas a las que les cuesta detectarlo. Ahí es cuando podemos prestar atención a los ojos. Por ejemplo, cuando la persona se pone a pensar en esto, si mueve los ojos para arriba en un acción pensante, eso es que está recordando una representación visual. Cuando miran para el costado, es porque están recordando algo auditivo – recordado, es algo que le dijeron. Empiecen a detectar cómo la persona que tienen enfrente mueve los ojos para ir a buscar información. Es fascinante.

—¿Transitar esas situaciones dolorosas no son parte de la vida misma?

—Sí, pero cuánto duran afectándonos es algo que nosotros podemos controlar y que decidimos. “Lo decidimos” + “la batería biológica llena” + “la estrategia mental”. Con la estrategia mental es: si lo que yo me estoy representando me hace sentir mal, empiezo a cambiarle las características a esa representación. Si me estoy representando cuando me asaltaron, por ejemplo, y lo veo acá, le cambio las características: lo hago más chiquito, lo muevo a otro costado, lo hago girar, lo hago un puntito parpadeante, lo mando lejos. Juego con sus características y cambia la red neural en el cerebro. Pruébenlo y van a encontrar que en uno de esos cambios le baja muchísimo la intensidad. Si yo reemplazo las características por una representación que se acerca a mi propósito de vida más grande que yo mismo, algo para hacer del mundo un lugar mejor, puedo representarme otra cosa. Ahora, ¿qué pasa si quiero sentirme bien sin motivo? Muchos piensan que se van a sentir bien cuando logren un objetivo, cuando la formula en realidad es al revés: primero aprendo a sentirme bien sin motivo para generar la neuroquímica en mi cerebro que me permite hacer sinapsis, aprender, dar pasos hacia adelante, y después, con esa neuroquímica adecuada, logro mis objetivos.

—Pero es muy difícil cuando estamos llenos de pensamientos rumiantes. ¿Cómo se hace para acallar esos pensamientos?

—Si tenemos representaciones sonoras, como voces que nos hablan, si les bajamos el volumen, si le ponemos la voz del pato Donald o la voz de un bebé, empiezan a bajar la intensidad: las minimizás. Si las escuchés en estéreos, probá cambiarlas a un oído solo, bajales el volumen y mandalos lejos, lejos.

—¿Eso es fácil de hacer?

—Es más fácil de lo que nosotros creemos. Nos han dicho que el cambio es difícil y doloroso. Si nosotros creemos eso, opera como aquella persona que alguna vez nos dijo que el cambio es lento y doloroso. Si nosotros lo creemos, eso es lo que estamos instalando en nuestra mente. Esto no es místico: es neurociencia. Hoy podemos ver dentro del cerebro y este cambia con patrones veloces. Podemos cambiar nuestro cerebro rápido porque es neuroplástico; mutable. La única razón por la cual no cambiamos rápido es porque alguien nos dijo que el cambio es lento y difícil, y nosotros le creímos. Tenemos que tener mucho cuidado con lo que le decimos a nuestro cerebro porque estamos todo el tiempo escuchando. Si decimos que “el cambio es difícil”, estamos instalando ese programa.

—¿Cómo hackeamos esas creencias limitantes que nos instalaron?

—Nos preguntamos: “¿De dónde viene esa creencia y cómo la instalé en mi mente?”. Si yo les pregunto a ustedes si el sol va a salir mañana, ustedes me dicen con certeza absoluta que sí. ¿Cómo ven el sol que va a salir mañana? Grande, brillante. Probablemente, las creencias que tomamos como certeras, en las personas son una representación más grande, en colores, en 3D, solo que es inconsciente. Entonces, así como las personas saben cómo y cuándo va a salir el sol mañana, piensan que el cambio es difícil y lento. Las neurociencias nos muestran que el cerebro cambia con patrones veloces y que cambia para mejor cuando hay serotonina y bienestar. A una persona triste le pregunto: “¿Cómo sabe que lo que está sintiendo es depresión o tristeza y no es que está siendo feliz? ¿Cómo lo representa? ¿Qué representa en su mente?”. Si logra detectar que se está sintiendo mal, es porque tiene algo con qué compararse. Si lo único que conoce es malestar, entonces no podría etiquetarlo como malestar. Entonces, si lo compara con esos momentos de bienestar, con algo que en su vida lo hace sentir maravillosamente bien, la persona empieza a identificar porque la mente comienza a hacer una especie de catálogo de los momentos donde se sintió bien: jugando, abrazando a una mascota, comiendo algo rico. Ahí lo detecta. Una vez que lo hace, se pregunta: “¿En qué parte de mi mundo mental lo estoy representando? ¿Dónde está ubicado? ¿Cómo son los colores? ¿Cómo son los aromas?”. Ahí lo hace más grande, agranda la representación. Detecta cómo ese bienestar recorre todo el cuerpo. Le cambia la cara, le brillan los ojos. Somos cocteleros de una buena química de nuestro cerebro. Es importante detectar dónde empieza esa sensación. ¿En la punta de la nariz? ¿En los dedos de los pies? ¿En el pecho? Todos lo hacemos, pero es inconsciente. Cuando lo podemos detectar, sabemos dónde está el interruptor que sube la intensidad de un estado que me da bienestar. Es un ejercicio: mientras más lo practicamos, más tomamos consciencia. Esto es neurociencia: cuando las neuronas se disparan juntas se conectan, por eso funcionan tan bien las canciones que cuando ponemos una que nos hacen feliz, nos recorre una sensación de bienestar por el cuerpo. Disparan esa red neural de bienestar. Podemos incluso detectar cuándo se van: vienen, nos recorren el cuerpo, y se van por un costado, por ejemplo. En mi propio manual de usuario, yo ya sé que si viene un mal recuerdo, como cuando me robaron, ese recuerdo se va a ir para arriba a la derecha.

—¿Podés registrar por dónde se van?

—Podés registrarlos si estás buscando eso. Ahora que lo estamos hablando, ya no te va a resultar tan trasparente. De hecho, es muy probable que la próxima vez que hablen con otra persona, le observen para dónde le van los ojos cuando piensa. Nadie puede ir a buscar información a su mente sin mover los ojos. Cuando aprendés a detectarlo es maravilloso, te das cuenta cómo la otra persona está detectando su información. Incluso nosotros mismos estamos teniendo un dialogo interno, estamos recordando cómo nos sentíamos, si estamos recordando una representación visual del pasado… Lo más interesante es cuando tomamos consciencia de eso y podemos agarrar el manubrio de ese asiento de conductor, donde podemos instalar esas representaciones de las que hablamos y construir las que nos acercan a nuestro propósito de vida. Recordemos que las personas que viven felices tienen algo en común: un propósito de vida más grande que ellas mismas, haciendo un bien para generar un impacto a ellas mismas y a otras personas, y lo siguen de manera implacable, con determinación feroz.

—Hay que poner el foco en priorizarnos y practicarlo.

—Es maravilloso todo lo que podemos aplicar a partir de conocer lo que pasa en el cerebro. Lo que les estoy contando son estrategias mentales que tienen un soporte científico desde las neurociencias. En Stanford veíamos lo que sucede en el cerebro cuando no está dirigido y funciona en automático, y qué tan diferente es cuando le ponemos una meta y lo hacemos funcionar a propósito.

—¿Cuáles son las estrategias mentales para hackear momentos angustiantes o de ansiedad?

—Primero, identificar si estoy sintiendo angustia, ansiedad o algo que me hace sentir mal. Detecto que si cambio lo que pienso, cambia lo que siento y cambia lo que puedo hacer. Hay dos formas de generar esta angustia: una es recordar malos recuerdos del pasado, la otra es generar una anticipación negativa del futuro. Ambas funcionan con representaciones mentales que creamos a través de componentes visuales, auditivos, gustativos y olfativos. Con esto creamos una representación mental. Cuando cambiamos las características de esa representación mental cambia lo que sentimos, cambia la red neural de nuestro cerebro. A partir de lo que pensamos, podemos cambiar nuestras redes neurales en tiempo real. Otra herramienta mental la pueden usar personas que quieren cumplir un objetivo, no lo logran y se sienten mal porque se frustran. Primer paso: detectar qué es lo que quiero en la vida. Sentarme un momento a escribir con mis propias manos qué es lo que quiero. Idealmente que cumpla con los objetivos de las personas que viven felizmente: un propósito de vida más grande que ellos mismos, seguirlo de manera implacable con determinación feroz, y seguirlo de manera flexible. Si nuestro objetivo es muy rígido podemos aplicar otra herramienta: “Quiero estudiar en Harvard, si no, me muero”. Preguntémonos: “¿Qué me da Harvard que es más importante que eso en sí?”. Y ahí respondo: “Me da prestigio”. “¿Y qué otros lugares te dan prestigio que no sea Harvard?”. Ahí deja de ser solo Harvard y hay más opciones.

—¿Cuáles son los beneficios de la respiración nasal?

—Cuando respiramos por la nariz, mejora el componente de óxido nítrico en nuestro cuerpo que es fundamental para la salud de nuestras mitocondrias. Nuestras mitocondrias son organelos que están en nuestras células y también en nuestras neuronas a cargo de generar la energía vital. Cuando hablamos de batería biológica alta, hablamos de la calidad de nuestras mitocondrias. Así como decimos que la calidad de nuestras vidas depende de nuestros pensamientos y de cómo podemos pensar a propósito, la calidad de nuestra batería biológica y de nuestras vidas tiene que ver con las mitocondrias. Hay pequeños ajustes que podemos hacer en nuestra vida diaria para mejorar la calidad de las mitocondrias. Una de ellas es respirar por la nariz. Nuestra biología es muy sabia. Nosotros usamos biohacking para generar un puente entre la sabiduría de la madre naturaleza y la vida antinatural en la ciudad. Esta madre naturaleza sabia nos creó así con una nariz para respirar y con una boca para comer y besar. A veces, por ansiedad o mala costumbre, empezamos a respirar por la boca y no beneficia para nada a la generación de este óxido nítrico que es tan importante para la salud de nuestras mitocondrias. El respirar por la boca hace que durmamos mal. Tienen muy mala calidad de sueño. Yo respiraba por la boca y cuando conocí todo esto descubrí un atajo muy sencillo: me coloco tela micropore en la boca cuando me voy a dormir. Así entrenas a tu biología para respirar por la nariz. Midiendo la calidad de sueño es fascinante el cambio que genera.

—¿Cómo podemos hackear la vacilación, la duda?

—Si al cerebro le mostrás distintas imágenes todos los días, al año no la entendió. Si le mostrás todas las imágenes juntas sí lo entiende. Nuestro cerebro funciona con patrones veloces desde la neurología. Cuando alguien dice: “Estuve tres años para ir a entrenar”, no estuvo tres años para ir a entrenar, estuvo tres años sin entrenar, y en un momento cambió el chip porque pasó de la vacilación a la acción. Y esto tiene pasos en el medio: impaciencia, hartazgo, ver una película larga a través del tiempo que nos cambia la estrategia mental. Los invito a que si están con la vacilación, piensen en un objetivo que para ustedes es importante de cumplir. Lo representan y se preguntan: “¿Cómo me siento del 1 al 10 con ese objetivo?”. El primer paso es tener un objetivo tan importante para vos como para sentirlo un 10. Ya sabemos cómo podemos generar esa situación de bienestar. El siguiente paso es sentirme un 10 pasando por cada uno de los pasos, hasta que logro ese objetivo, aun cuando las cosas no salen como esperábamos. Ahí empiezan a jugar las representaciones mentales, porque a muchas personas les cuesta pasar por esos pasos. Ahora cuando les pregunto cómo hicieron para llegar a ese estado de hartazgo, resulta que su representación mental es auditiva, con música de bajón. Es lógico que se sientan así. ¿Por qué se instalaron esa música? No lo hacen a propósito. Por eso hay que pensar a propósito. Cuando detectan esto, invito a que piensen en algún momento de sus vidas donde cumplieron algún objetivo que al principio veían difícil pero que se cumplió. Ese objetivo tiene asociada una sensación: tomo consciencia de la certeza de que puedo cumplirlo. Ahí es donde pongo el foco debajo de los ojos, miro mi objetivo con determinación feroz, con deseo desenfrenado y le pongo una música como la de Indiana Jones. Ahí cambia la cosa.

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