De niño dirigía el coro de la iglesia, fue considerado el quinto beatle y el sexto stone y perdió la batalla contra sus fantasmas y sus adicciones: a 15 años de la muerte de Billy Preston

El pianista nacido en Texas y criado en Los Ángeles supo cómo combinar los egos de los artistas más grandes de su tiempo, pero no pudo dominar los demonios que asolaban su cuerpo ni mucho menos, su alma

Compartir
Compartir articulo
Billy Preston, uno de los grandes pianistas de la historia del rock (Getty Images)
Billy Preston, uno de los grandes pianistas de la historia del rock (Getty Images)

En 1962, Little Richard, uno de los héroes de la primera ola del rock and roll, decide volver a los escenarios después de estar un tiempo retirado. Un manager lo convence de rodar por Europa y hacia allá va, para encontrarse con una escena totalmente distinta a la que recordaba de la última vez. La fiebre del rock había prendido en jóvenes de distintas partes del continente, y en Liverpool, había cuatro muchachitos que se hacían notar que lo tenían como uno de sus principales referentes.

The Beatles abrió algunos de los conciertos de Little Richard y sus cuatro fabulosos integrantes prestaron atención en el pianista adolescente que acompañaba a su ídolo Ricardito, formado en la tradición del góspel, con un talento innato y con un pulso especial para tocar el rock y para absorber todo lo relacionado con esa cultura. A esa altura el quinceañero Billy Preston ya había mostrado que estaba destinado a estar en momentos indicados en lugares oportunos.

Cuando William Everett Preston se embarcó con Little Richard para cruzar el océano ya tenía un currículum envidiable a pesar de su corta edad. Nació en Houston, Texas, el 2 de septiembre de 1946, pero de chico se instaló con su madre Robbie Lee Williams en Los Ángeles. De ella heredó los genes musicales y la pasión por el piano y el góspel, y entre su casa y la iglesia tuvo su única formación musical, en la que pronto se mostró como un prodigio.

Billy Preston a sus once años con Nat King Cole

El director musical de la iglesia vio tanto talento en ese niño de siete años que no dudó en ponerlo a dirigir el coro. A los diez ya era músico profesional y había compartido escenario con figuras como Mahalia Jackson. Un año después sus encantos llegaron al mismísimo Nat King Cole, a quien cautivó en su show televisivo con su interpretación de “Blueberry hill”, y Billy Preston ya era un secreto a voces. Sobresalía tanto por su talento para tocar el piano, tanto como por su carisma impactante en escena, y empezaba a desarrollar una capacidad especial para hacerse amigos

Un pianista en medio del tornado beatle

Luego de aquel encuentro en 1962, la beatlemanía se disparaba en todas partes del mundo, mientras Billy seguía adelante con su carrera musical, repartida entre su propio material y colaboraciones con las estrellas como Sam Cooke. Durante una participación en Shinding!, uno de los típicos programas de televisión de variedades de la época, conoció a Ray Charles, quien lo adoptó rápidamente. Billy fue una inyección musical y energética a la música del Rey del Soul y sus raíces góspel fueron decisivas para terminar de colorear el álbum Crying Time.

El nombre de Billy Preston ya se asociaba a figuras claves de la música popular y faltaba poco para el salto al estrellato masivo. Mientras tanto, había quedado en buenas migas con aquellos jovencitos de Liverpool que ahora estaban en todas las radios del mundo. Cuando sus agendas coincidían, compartían algunas noches de bares, pero nada más que eso. Todavía no podían cumplir ese acuerdo tácito que habían pactado con aquel flechazo liverpooliano.

Billy Preston y George Harrison, su gran amigo en los Fab Four 162
Billy Preston y George Harrison, su gran amigo en los Fab Four 162

En 1968, durante su gira británica, Ray Charles y su banda se presentaron en el Royal Albert Hall de Londres. Entre el público estaba George Harrison, que buscaba desenchufarse de la atmósfera que se vivía en el seno de Los Beatles. Las tensiones, los egos, la resaca de la beatlemanía hacía estragos en el grupo. Paul buscaba encausar el barco a su manera y John estaba en la suya, mientras George clamaba por un mayor espacio como compositor y Ringo equilibraba, cada vez con menos eficacia.

En vez de dejar la banda, como daba vueltas por su cabeza, Harrison volvió a los estudios de Apple con un viejo amigo, con el objetivo de resucitar la química y refrescar el ambiente y poder sacar adelante las grabaciones de Let it be. Empezaron en modo zapada, tocando viejas canciones y según la palabra de Billy, todo fluyó tan naturalmente que John le ofreció sumarse a los ensayos. La banda buscaba volver a sentir las ganas de tocar música en directo, y su presencia no solo aportó su reconocido talento para pianos y teclados: era el elemento externo necesario para equilibrar las tensiones entre los cuatro de Liverpool.

Billy Preston en las sesiones de Let it be (Captura: Get Back)
Billy Preston en las sesiones de Let it be (Captura: Get Back)

El 30 de enero de 1969, en un mediodía frío y ventoso, Los Beatles subían a la terraza de Apple Records para dar un concierto por primera vez en dos años y medio. La imagen son de las más icónicas de la historia del rock. John y George enfundados en tapados de piel, Paul estoico con su traje negro y Ringo con una colorida chaqueta roja. A su derecha, un enérgico Billy Preston le saca chispas a su órgano y alcanza a colarse de fondo en algunos planos. Billy recordaría siempre el concierto de la azotea como su momento favorito en la historia de la música, y su cara así lo demuestra “Fue una lucha para ellos, estaban muy desalentados. Habían perdido el gozo de hacerlo”, destacó.

La edición de cámara no hizo justicia con la actuación del pianista, más preocupada en captar la sorpresa de los transeúntes y el accionar de los policías. Sin embargo, fue el único artista que figuró en los créditos de un single. Además, colaboró en otras dos piezas que formarían parte del álbum, como “Don’t let me down” y “Let it be”, y también en I want you (She’s so heavy)”, de Abbey Road.

El mejor reconocimiento se lo hizo su amigo George, en una de las ediciones de los Anthology: “Tener a esta quinta persona nos ayudó a romper el hielo que se había creado entre nosotros. Billy no sabía nada de todo lo que había sucedido, así que su inocencia sirvió para darnos el empujón que necesitábamos. Todo el mundo estaba contento de que alguien más estuviera allí, lo cual hizo que la experiencia fuera más agradable. Todos tocamos mejor y fue una sesión genial”. Un reconocimiento a su tarea musical pero también a su invaluable colaboración a que el proceso de despedida sea un poco más largo y menos doloroso.

Billy Preston durante las sesiones de Let it be, según el documental que prepara Peter Jackson

Un puente hacia Babilonia

En simultáneo a su colaboración con Los Beatles, Billy continuaba con su carrera solista ahora bajo el ala de Apple Records, donde publicó dos discos con la coproducción de Harrison. En 1969 That’s The Way God Planned It, donde sacó a relucir toda su paleta soul y base góspel, con su cada vez más sólido pulso rockero. Al año siguiente, en Encouraging words, estrenó “My sweet lord” y “All things must pass”, que meses más tarde serían popularizadas por su autor, George Harrison. El álbum tuvo colaboraciones deluxe, como Keith Ricards y Eric Clapton, dos artistas que iban a ser decisivos en sus próximos años.

Durante los ’70 su estrella brilló en lo más alto. Junto a Ian Stewart y Nicky Hopkins, formó parte del sostén en los teclados de los Rolling Stones, con aportes en discos y giras claves en la historia de la banda. Dejó su sello en himnos como la lacrimógena “I got the blues”; conmueve con su órgano góspel en la plegaria “Shine a light”, se pone callejero y protestón en “Doo Doo Doo Doo Doo (Heartbreaker)”, y aporta todo el swing que pide en “Aint too proud to beg”, el cover de los Temptations, entre otras piezas doradas de los británicos.

Mick Jagger y Billy Preston en 1975, plena gira por Estados Unidos (Photo by Christopher Simon Sykes/Hulton Archive/Getty Images)
Mick Jagger y Billy Preston en 1975, plena gira por Estados Unidos (Photo by Christopher Simon Sykes/Hulton Archive/Getty Images)

Preston fue el sexto hombre de la etapa más salvaje de los Stones, tanto arriba como abajo del escenario. Los conciertos eran incendiarios y muchos de esos piratas que circulaban de manera subterránea fueron editados por la banda en el último tiempo. Entre ellos, el de 1975 en el L.A. Forum de Los Ángeles que muestra la química entre las piezas. Con una banda en estado de gracia, Billy brilla como solista y tiene su propio set en el medio del concierto, donde interpreta dos temas propios, “That’s Life” y “Outa-Space”, y saca a bailar al mismísimo Mick Jagger.

Así estaban las cosas cuando el grupo empezó a trabajar para Black and blue, un álbum de transición y el primero con la incorporación de Ron Wood en lugar de Mick Taylor. En medio de un variado un collage de estilos, Billy contribuye con “Melody”, un blues jazzeado donde aporta teclas y voces, que la dupla compositiva Jagger-Richards acreditó como “Inspiración de Billy Preston”. Desde entonces, se hablaron de peleas y demandas nunca aclaradas, pero las cosas no volvieron a ser las mismas. Volvió en discos de estudio como Tattoo You y Bridges to Babylon, y fue sostén del gran solista de Mick Wandering Spirit, pero ya como sesionista. El hombre detrás del piano ya tenía un nombre y unos cuantos número uno para seguir su camino en solitario.

Billy Preston con The Rolling Stones: It's only rock and roll

“Nadie en el mundo tocó el piano como Billy Preston”

Estos pergaminos pueden confundir y pensar en Billy Preston como un mero acompañante de los grupos más grandes de la historia, pero nada más alejado de la realidad. Su rol de intérprete y compositor marcó un sello en la línea de los grandes pianistas del rock, dominador de la escena, un showman al mejor estilo James Brown y sin dejar que los pesados armatostes le limiten el movimiento. Le puso la voz y el cuerpo a “Nothing of nothing”, -quizás su gran hit en solitario- “Will It Go Round In Circles” y “With You I´m Born Again”; y firmó otros como “You are so beautiful”, una ofrenda a su madre que se hizo popular en la voz de Joe Cocker.

Desde finales de ’80 compartió sus andanzas en solitario con diferentes trabajos como sesionista, sea con camaradas de la vieja guardia, como Eric Clapton, Joni Mitchell o Johhny Cash o nuevas figuras, como los Red Hot Chilli Peppers o Jet y hasta un crédito argentino: Juana La Loca, la banda de Rodrigo Martin, con quien grabó “Estás en mí”. Para ese entonces, el cuerpo y la cabeza empezaban a pasarle factura. Los excesos de tantos años no habían sido gratuitos.

Pese al desborde que mostraba en escena, Billy era muy reservado en su vida privada y solo sus allegados conocían su homosexualidad, algo que nunca manifestó públicamente. Un poco por su formación religiosa, y otro porque, como inenta explicar Keith Richards en su autobiografía, el mundo no estaba preparado para ello. Quizás también funcionara como una coraza para ahuyentar el dolor que le provocaba recordar momentos traumáticos de su infancia que reveló su agente Joyce Morre, luego de la muerte del artista. Billy tenía nueve años cuando fue abusado sexualmente por un pianista durante una gira. Su madre no le creyó ahí, y tampoco cuando le contó que un pastor había abusado de él.

Billy Preston y su banda
Billy Preston y su banda

En 1991 sus problemas colapsaron en una seguidilla de hechos que lo mantuvieron en la primera plana de los diarios. En plena libertad condicional por haber sido encontrado manejando en estado de ebriedad, fue acusado de amenazar con una pistola a un hombre que había contratado para hacer un trabajo en su casa. Sus problemas se agravaron cuando fue detenido acusado de abusar sexualmente de un menor de 16 años, de posesión de cocaína y de exhibir pornografía.

Preston calificó el incidente como “un malentendido” y posteriormente los cargos por abuso sexual y amenazas fueron retirados. Fue condenado a tres meses de arresto domiciliario y a nueve meses en un centro de rehabilitación para su adicción a las drogas, una enfermedad de la que nunca se pudo recuperar. Hacia finales de la década volvió a prisión con la cocaína como enemigo imbatible, y en esa oportunidad buscó ayuda en otros niveles: “Creo que Dios tiene sus manos sobre mí y tiene mucho trabajo por hacer”, señaló el pianista a modo de plegaria.

"My sweet lord": El emotivo homenaje de Billy Preston a George Harrison

Producto de sus adicciones también habían empezado a fallar sus riñones, lo que derivó en un trasplante en 2002 que significó el principio del fin. Tiempo después inició un nuevo tratamiento de desintoxicación, pero en la clínica sufrió una pericarditis que derivó en problemas respiratorios. En noviembre de 2005 entró en coma y falleció el 6 de agosto de 2006 en Scottsdale, Arizona. “Pasó unas últimas horas muy hermosas y nos dejó tranquilamente. Fue al cielo de muy buen ánimo”, dijo su agente. Tenía 59 años y su nombre ya estaba hace tiempo inscripto entre las leyendas del rock.

Afortunadamente llegó a despedirse de su amigo Harrison y lo pudo homenajear en el Concert for George con una conmovedora versión de “My sweet lord”. Su propio funeral estuvo a la altura de su leyenda: Joe Cocker interpretó “You’re so beautiful”, McCartney, Clapton y los Stones mandaron sus condolencias y Little Richard recordó viejas andanzas “Nadie en el mundo tocó el piano como Billy Preston”, dijo Ricardito, y suena como el mejor epitafio posible. Un reconocimiento para un artista fundamental en la banda de sonido de nuestras vidas.

SEGUIR LEYENDO: