
La NASA, como agencia estadounidense encargada de los viajes espaciales, es uno de los entes internacionales más importantes del mundo, teniendo en cuenta su impacto en la planeación, creación y envío de misiones fuera de la Tierra. A esta agencia se le atribuye el triunfo sobre su igual rusa en 1969 cuando envió al equipo de hombres que se convirtieron en los primeros seres humanos en pisar el suelo de la Luna en toda la historia.
Por supuesto, este es un hito que hoy, 32 años después, sigue marcando el rumbo del ser humano en su tarea por conquistar el espacio exterior. Sin embargo, entre más pasa el tiempo y los avances tecnológicos son cada vez mayores, los científicos de la NASA empiezan a soñar con nuevas hazañas que, tal como ocurrió con el equipo alrededor de la misión Apolo 11, los catapulten en los libros de historia; y Marte parece ser la mejor opción.
Desde hace algunas décadas, la NASA, junto con otras agencias espaciales como la de China, ha mandado una serie de robots conocidos como ‘rover’ que no son más que máquinas exploradoras enviadas a Marte para recolectar y analizar información referente con este planeta.
Con estos datos, las organizaciones tienen dos grandes objetivos: el primero, hallar posible información que pueda demostrar la presencia de vida en Marte, ya sea pasada o actual; el segunda, saber cómo son las condiciones climáticas y geográficas del Planeta Rojo para, en un futuro, poder enviar misiones tripuladas que puedan desarrollar vida allá.
Aunque lo primero ha arrojado varios descubrimientos interesantes, como la presencia de arcilla que demostraría la existencia de grandes cuerpos de agua que, hace millones de años, podrían haber servido de líquido vital para posibles seres vivientes en Marte, lo segundo es, sin duda alguna, el objetivo que tiene más opciones de cumplirse en el tiempo cercano.
Así lo demuestra la NASA por medio de la creación de un espacio conocido como Mars Dune Alpha, con el que se pretende recrear las condiciones de vida que podrían enfrentar los seres humanos que se atrevan a viajar a Marte.
De acuerdo con esta organización, este hábitat ha sido desarrollado en el Centro Espacial Johnson de la NASA y hace parte del Crew Health and Performance Exploration Analog (CHAPEA), una serie de misiones que incluye “tres simulaciones de la superficie de Marte de un año”, cada una de ellas con un equipo de cuatro personas y dos suplentes.
Ahora bien, lo interesante de este proyecto, más allá de que será una prueba de lo que se puede vivir en Marte, son los materiales con los que se construyó el Mars Dune Alpha: impresión en 3D.

“La vida en Mars Dune Alpha se parecerá a la experiencia esperada para aquellos que vivan en un futuro hábitat de la superficie de Marte. El diseño del hábitat impreso en 3D se diseñó para proporcionar áreas separadas dentro del hábitat para vivir y trabajar”, explicó la NASA por medio de un documento publicado en su página web.
Asimismo, la agencia indicó que se optó por la utilización de tecnología en 3D, teniendo en cuenta su facilidad de transporte y los impecables resultados arquitectónicos que se pueden lograr con esta herramienta.
En cuanto a los datos técnicos, la NASA indicó que la tecnología de impresión 3D utilizada para la construcción del hábitat se basa en el sistema de construcción Vulcan de próxima generación de ICON, que cuenta con un software de impresión avanzado con el que se podrá convertir al lavacrete (material seleccionado) en una obra arquitectónica de 1700 pies cuadrados (518 m2) perfectamente funcional.
Por último, detalló que el Mars Dune Alpha incluye cuatro cuartos privados, una estación médica, salones comunes, estaciones de trabajo para cada tripulante y estaciones de cultivo de alimentos, así como algunas cocinas.
Cabe recordar que, la NASA inició hace pocas semanas su primera convocatoria de CHAPEA, que irá hasta el próximo 17 de septiembre, en la que cuatro personas serán escogidas para vivir por un año en el Mars Dune Alpha.
Sin embargo, no cualquiera puede ser seleccionado para esta prueba de vida en Marte, pues deberán ser “ciudadanos estadounidenses sanos y motivados o residentes permanentes que no sean fumadores, que tengan entre 30 y 55 años de edad y dominen el inglés para una comunicación eficaz entre la tripulación y el control de la misión”.
Además, se les exigirá una maestría en ingeniería, matemática o ciencias biológicas, físicas o informáticas y que sean graduados de una institución acreditada. Finalmente, deberán contar mínimo con dos años de experiencia en su rama científica o al menos con un registro de mil horas de vuelo.
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