
Aldo Rolín Lezcano no empezó como traficante. Como muchos otros presuntos narcos paraguayos en la Villa 31 de Retiro, Aldo era un albañil. Tuvo varios empleos a comienzos de la década pasada, trabajó para tres constructoras distintas desde 2011 hasta 2015. Después se buscó otra cosa. Y llegó lejos.
Lo detuvieron ayer lunes por la tarde. La división Investigación Zona Norte del Departamento de Investigación Antidrogas de la Policía de la Ciudad, que infiltró la zona controlada por los paraguayos en el asentamiento de Retiro hace ya dos años, lo arrestó en la calle Padre Mugica de la villa tras una investigación de uno de los secretarios de la Fiscalía Federal N°1, un hombre clave en causas contra los narcos del barrio, el responsable de perseguir a pesados como el peruano César Morán de la Cruz.
El nombre de Aldo es relativamente reciente en este tipo de historias. No aparece en fallos de primera o segunda instancia en el fuero federal, o en condenas del fuero de instrucción por robos y homicidios. Sin embargo, aseguran fuentes judiciales y policiales a Infobae, Aldo se había convertido en el virtual jefe de calle de la facción paraguaya que controla históricamente la zona: “Los Sampedranos”, los llaman, por el departamento paraguayo del mismo nombre.

Los Sampedranos están en el radar de policías y vecinos al menos desde 2013 y saltaron a la fama por vender droga frente a un colegio cristiano de la villa, el Fili Dei, con sus ya míticos jefes, los hermanos Acosta Fouz. También, se sospecha, controlaban la discoteca y corralón clandestino Tarzán, donde una banda de pistoleros repelió un allanamiento de Gendarmería a punta de pistola. Hicieron todo lo que un narco de villa hace: comerciaron pasta base y marihuana con una red de recaudadores, campanas y soldados que incluía a menores de edad frente a canchitas deportivas y establecimientos educativos. En 2019, llegaron incluso a recaudar tres millones de pesos por semana.
“La organización dispone de cientos de personas para ocupar los diferentes roles, se calcula unas 300, sin embargo las pruebas reunidas permite individualizar a unas 125 en tal actividad, de las cuales 64 fueron debida y fehacientemente identificadas. Por otro lado, del entrecruzamiento de los datos obtenidos por cada brigada se logró acreditar que 77 inmuebles del barrio eran utilizados para el negocio ilícito, con 18 vehículos vinculados también a la actividad”, dice un documento de la causa.
Tuvieron pistoleros. Fulgencio Báez Brizuela, capturado en septiembre de 2021 por la PFA, estuvo años prófugo durante seis años, lo buscaban por descargarle seis tiros en el pecho a un vendedor de chipá en la manzana 111.
El alto mando solía reunirse en un pasillo de la manzana 99, a la sombra de la autopista Illia y cerca de la cancha de piki-voley de la zona, el deporte de la comunidad paraguaya por excelente. Allí fueron fotografiados a fines de 2018 por una cámara de la Policía de la Ciudad. Aldo Rolín se sentaba en una silla de plástico. Junto a él estaba David Felitas González, acusado de ser proveedor junto a Emilio Herrera Domínguez, o Martín Brabeunzak, de 22 años, argentino de nacionalidad, hoy detenido. Arnaldo Pereira, acusado de ser un campana, se sentaba con su remera roja. Junto a Aldo, vestido de campera negra, se para una figura interesante: es Florentín Montiel, acusado de ser el cuarto capo de la banda.
Pero en la foto faltaba el jefe máximo, un capo colorido y paradigmático, ex albañil como Aldo: Juan Ramón Ortigoza Acosta, “El Groso”, preso desde 2019, arrestado también por la Policía de la Ciudad.

Hoy, esa foto de color es un recuerdo sepia. La banda que comandaban “Groso” y “Aldito” fue diezmada por los arrestos. Tiene al menos una decena de hombres detenidos. La causa está elevada a juicio en el Tribunal Oral Federal N°2, que en los últimos meses confirmó prórrogas de prisión preventiva y rechazó pedidos de excarcelación. De cuatro jefes que tenía el clan, solo queda uno prófugo, Florentín Montiel.
Sin embargo, todavía no queda claro si Ortigoza manda desde la cárcel, como lo hicieron otros grandes jefes narco de las villas porteñas. Mientras tanto, los dealers migraron dentro de la villa. Ahora, el foco, aseguran investigadores federales, es el nuevo barrio YPF.
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