
Habían pasado apenas dos horas desde la salida del aeropuerto de Barajas. Un hombre de 78 años comenzó a sentirse mal y pidió ayuda a las azafatas. Tenía tos y graves problemas respiratorios, dos de los síntomas compatibles con el coronavirus. Dos médicos que viajaban en el avión se ofrecieron a atenderlo y terminaron salvando su vida. Durante la intervención, descubrieron que el hombre había ocultado su estado de salud para subirse al avión. El acto heroico de los médicos contrasta con la angustia del resto de los pasajeros. Ahora, unas 290 personas que viajaban en ese avión esperan la confirmación del test.
“Al comienzo estaba saturado al 66%, tenía líquido en los pulmones. Primero lo atendió el doctor Yair Atum. Le puso oxígeno y un diurético”, relató a Infobae Federico Riorda, un médico de la Fuerza Aérea que viajaba en el vuelo 1133. A partir de ese momento, los dos médicos trabajaron juntos.
La situación se tornó dramática. El pasajero, identificado como Carmelo Giglio, no podía respirar. “Cortamos el diurético porque no se lo iba a aguantar el corazón. Le dimos corticoide y subió al 82% (se refiere a la capacidad del pulmón), en ese momento no estaba lúcido”, relató Riorda.
Al principio, los médicos se dedicaron a la emergencia, sin las medidas de seguridad mínimas. No utilizaron barbijo ni guantes para atender al paciente. Con el correr de los minutos, se activó el protocolo dentro del avión y todos recibieron sus barbijos.
En medio de la crisis, otra vez el egoísmo: una mujer se negaba a usar los barbijos clásicos. Quería el modelo conocido como N95. Pasaron varios minutos hasta que decidieron obligarla a firmar una declaración jurada. Recién en ese momento accedió a ponerse el barbijo.
Giglio seguía luchando contra la muerte. En su asiento, los médicos montaron una suerte de quirófano improvisado con los escasos elementos que había en el avión.
Los médicos decidieron hablar con el piloto del avión y juntos tomaron una decisión compleja: bajar a menos de 10 mil pies para descomprimir la saturación de los pulmones.
Los pasajeros hacían preguntas pero nadie se movía. Hubo una sola pasajera que pidió cambiarse de asiento. No quería estar cerca.

Giglio, que vive en la provincia de Neuquén, se había ido de vacaciones a Europa junto a su mujer, su cuñada y su concuñado. Con la crisis sanitaria, decidieron suspender el viaje y volver a la Argentina.
Según relataron sus familiares a los médicos, una semana antes comenzó con fiebre. Llegó a tener casi 39 grados. Llamó varias veces a los números oficiales en Madrid y, siempre según esa versión, le recomendaron que tomara paracetamol. El domingo pasado el cuadro se agravó: comenzó con tos y problemas para respirar. Sin embargo, ocultó todos los síntomas y se subió a un vuelo de Aerolíneas.
Riorda le confirmó a Infobae que todos los pasajeros fueron revisados en el aeropuerto de Barajas. “Les tomaron la fiebre, yo me quedé mirando caso por caso”, contó. Cuando se subieron al avión, el comandante habló por los altoparlantes y pidió que todos cumplan con la cuarentena al llegar a Buenos Aires. Se lo notaba emocionado. Nadie dijo nada. Cuando el vuelo despegó, comenzaron a repartir las declaraciones juradas.
El momento de mayor dramatismo para los médicos se dio dos horas antes de llegar a Ezeiza. “Hablamos con la familia y el piloto para ver si ellos querían hacer un aterrizaje de emergencia en Río de Janeiro. Ellos decidieron seguir hasta Buenos Aires”, contó Riorda, que ahora cumple con la cuarentena en su casa, en la provincia de Córdoba.
Al llegar a Ezeiza, se activó nuevamente el protocolo. El hombre de 78 años fue subido a una ambulancia con todas las medidas de seguridad para ser trasladado al hospital de Ezeiza. Su mujer también fue llevada en ambulancia con un cuadro de hipertensión.
Luego bajaron los pasajeros con domicilio en la provincia de Buenos Aires y en el resto del país. Llamativamente, todos pudieron volver a sus domicilios por sus propios medios. Se subieron a taxis, remises y hasta micros que dispuso el Ministerio de Transporte.
De hecho, Riorda integró ese grupo y volvió a su casa en avión. “Yo me tomé un taxi para ir a Aeroparque. El primer taxista no me quiso llevar porque le expliqué la situación que había vivido. El segundo taxista accedió”, contó desde su domicilio, donde atraviesa la cuarentena. En su lugar de trabajo ya están advertidos de la situación y prepararon un protocolo especial por si necesita atención médica.
Solo los pasajeros que tenían domicilio en Capital fueron llevados al hotel Argenta Tower, donde pasan la cuarentena. Y los tripulantes fueron repartidos en sus casas.
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