Sin dólares en el '83: cómo Alfonsín asumió con el Banco Central en rojo y una interna feroz en el equipo económico

El primer presidente de la democracia recuperada llegó a la Rosada, con un país sin reservas y un equipo económico que se sacaba chispas: Bernardo Grinspun en Economía -dispuesto a renegociar con firmeza la deuda externa- y Enrique García Vázquez en el Banco Central, con buen diálogo con la banca extranjera

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La jura como ministro de Economía de Bernardo Grinspun (archivo Gente)
La jura como ministro de Economía de Bernardo Grinspun (archivo Gente)

Forma parte del relato de la mitología política argentina que, después de la Segunda Guerra Mundial, durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón, los pasillos del Banco Central estaban tan atiborrados de lingotes de oro que era difícil caminar por ellos.

Si se busca una contracara de esa imagen se la puede situar el 10 de diciembre de 1983, cuando los funcionarios del flamante gobierno de Raúl Alfonsín llegaron a la sede del BCRA y enfrentaron la durísima realidad financiera del país después de 7 años de dictadura: una deuda externa de más de 45.000 millones de dólares frente a reservas activas de apenas 100 millones.

Pensábamos que la deuda era de unos 35.000 millones de dólares y creíamos que había como para tirar los primeros meses. Y nos encontramos sin reservas

-Teníamos alguna idea de que el Banco Central estaba en pésimas condiciones, pero no sabíamos que era ésa la magnitud de la deuda, y menos aún que la Argentina tenía tan pocos activos de reservas. Igual, no estábamos tan lejos de la realidad. Pensábamos que la deuda era de unos 35.000 millones de dólares y creíamos que había como para tirar los primeros meses. Y nos encontramos sin reservas. Fue una desagradable sorpresa, porque habíamos calculado que con reservas por 1.000 millones de dólares hacíamos frente a los tres primeros meses – dice a Infobae, 35 años después, Horacio Rovelli, por entonces uno de los jóvenes economistas que colaboraban con el recién nombrado ministro de Economía, Bernardo Grinspun.

Rovelli piensa y su cara parece volver a ese momento –aunque glorioso por muchas cosas- con una mueca de miedo:

-Pero, la verdad, no teníamos ni para tirar ese mismo diciembre –remata.

Salía del Central Julio González del Solar, quien había acompañado al dictador Reynaldo Bignone, y le entregaba las arcas casi vacías al veterano economista radical Enrique García Vázquez, alguien que tenía una visión distinta a Grinspun. Sin embargo, fue quien tuvo que transmitirles a Alfonsín y a Grinspun: "Raúl, Ruso, no nos dejaron nada. Solo deudas"

Grinspun  se encontró con una durísima realidad después de 7 años de dictadura: una deuda externa de más de 45.000 millones de dólares frente a reservas activas de apenas 100 millones
Grinspun  se encontró con una durísima realidad después de 7 años de dictadura: una deuda externa de más de 45.000 millones de dólares frente a reservas activas de apenas 100 millones

Hombre de Avellaneda, hincha fanático de Independiente, El Ruso Grinspun sabía que tenía que enfrentar la dura realidad de un país altamente endeudado, casi sin recursos, con la cadena productiva destruida y un sistema financiero fuerte e impiadoso.

Radical desde siempre, Grinspun acompañaba a Alfonsín desde los albores del Movimiento de Renovación y Cambio, aquella joven corriente radical que, en 1972, con la fórmula Raúl Alfonsín–Conrado Storani había enfrentado sin suerte a la Línea Nacional encabezada por el platense Ricardo Balbín.

Grinspun no respondía al establishment, no era un hombre cercano a los empresarios que se habían enriquecido durante la dictadura sino todo lo contrario

Hace 35 años, el primer presidente de la democracia recuperada había puesto a Grinspun en un ministerio que era un hierro caliente.

-El Ruso era un tipo decidido, muy formado, y tenía un proyecto claro: desendeudar todo lo posible al país, negociando con los acreedores, y reconstruir la cadena productiva nacional. Al principio, cuando entramos, fue a pura épica, con muchas ansias. Grinspun no respondía al establishment, no era un hombre cercano a los empresarios que se habían enriquecido durante la dictadura sino todo lo contrario. Eso sí, era un economista muy talentoso que siempre había vivido de su trabajo, en un estudio contable que tenía en los altos de una zapatería de Avellaneda. Lo que no nos imaginábamos era que, para enfrentar esa situación muy adversa, no sólo nos íbamos a encontrar con enemigos externos sino también con una línea dentro del gobierno, más precisamente en el Banco Central, donde Alfonsín había nombrado a Enrique García Vázquez, que quería ir en sentido contrario y legitimar desde un gobierno democrático la deuda contraída durante la dictadura – cuenta Rovelli.

Un gigante llamado Deuda Externa

En 1977, la dictadura había aprobado las leyes 21.495 de Descentralización de los Depósitos y la 21.526 de Entidades Financieras, las cuales se sumaron a la 21.382 de Inversiones Extranjeras. En conjunto, esas tres leyes fomentaron el surgimiento de entidades financieras privadas, entre las cuales irían prevaleciendo las extranjeras, con amplias facultades para funcionar: tomando dinero del público local a tasa libre, con el Estado nacional como garante sin restricciones de monto y plazo, y con la posibilidad de contraer obligaciones en el exterior.

El resultado fue una competencia de tasas pasivas (las que la entidad paga al ahorrista), que con amplios y libres diferenciales determinaban tasas activas (las del crédito) mucho más altas todavía.

El afiche de campaña con la fórmula Raúl Alfonsín-Víctor Martínez
El afiche de campaña con la fórmula Raúl Alfonsín-Víctor Martínez

Paralelamente, durante la dictadura, mientras se vivía la plata dulce de la bicicleta financiera, el Estado debía financiarse a tasas de interés cada vez más altas. Esto, sumado a la apertura comercial y al atraso cambiario, condujo a que la Argentina se endeudara en el exterior para financiar el gasto público y también para dar avales al endeudamiento de las empresas privadas.

Durante la dictadura, mientras se vivía la plata dulce de la bicicleta financiera, el Estado debía financiarse a tasas de interés cada vez más altas

Todo esto provocó una alta desocupación (cerca de los dos dígitos), la destrucción de eslabones más débiles de las cadenas productivas, una anualizada del 600% al último trimestre de 1983, una deuda externa de 45.069 millones de dólares (más de dos terceras partes del PBI de entonces). Y la contracara eran esos poco más de 100 millones de dólares en reservas monetarias en el Banco Central. El déficit fiscal representaba más del 10% del Producto Bruto Interno.

El proyecto de Grinspun

Rovelli repasa con los cronistas el plan que planteó Grinspun.

-El 24 de enero de 1984, el Ruso presentó formalmente un plan de gobierno denominado "Lineamiento de un programa inmediato de reactivación de la economía, mejora del empleo y los salarios reales, y ataque al obstáculo de la inflación". Fue una forma explícita de plantear los objetivos y los instrumentos en función de la línea que él representaba en el radicalismo. Lejos de buscar el ajuste, ese programa se reflejó se puso en marcha con aumentos salariales –de suma fija- y con un ajuste por encima de la inflación que determinara el INDEC.

Grinspun estaba convencido de que, juntos, los países podían negociar las impagables deudas externas. Pero el establishment financiero sabía que no iba a prosperar porque Estados Unidos exigía que el tratamiento fuera individual

Paralelamente, fijó precios máximos para ciertos productos industriales, con determinación implícita de márgenes de ganancias en la cadena de producción y distribución, que incluso en marzo de 1984 se amplió a los productos agropecuarios. También devaluó la moneda para favorecer el balance comercial fomentando exportaciones.

El 24 de enero de 1984, Grinspun presentó un plan denominado “Lineamiento de un programa inmediato de reactivación de la economía, mejora del empleo y los salarios reales, y ataque al obstáculo de la inflación”
El 24 de enero de 1984, Grinspun presentó un plan denominado “Lineamiento de un programa inmediato de reactivación de la economía, mejora del empleo y los salarios reales, y ataque al obstáculo de la inflación”

Para ese momento, la Argentina de Alfonsín se sumaba a la idea de crear un "club de países deudores" que en junio de 1984 se reunió en Cartagena, Colombia.

-Grinspun estaba convencido de que, juntos, los países podían negociar las impagables deudas externas –dice Rovelli-. Alfonsín le había dado luz verde y nadie parecía oponerse a este proyecto. Lo que pasa es que el establishment financiero sabía que no iba a prosperar, porque Estados Unidos exigía que el tratamiento fuera individual. Por eso ni siquiera los bancos se opusieron abiertamente en ese momento en la Argentina, pero lograron que México y Brasil, que eran los dos países deudores más grandes, se abrieron y entonces todo fracasó, porque rompieron el frente para negociar por su cuenta con los bancos acreedores.

Una feroz interna

En la Argentina, los bancos –asegura Rovelli– tenían sus contactos fluidos dentro mismo del gobierno: Enrique García Vázquez fue puesto por Alfonsín a instancias de los grandes bancos acreedores.

Vázquez, que por entonces tenía de 64 años, ya había sido vicepresidente del Central en la gestión de Félix Elizalde durante el gobierno de Arturo Illia, derrocado por un golpe de Estado en 1966.

-Lo que digo se puede ver en cosas concretas: cuando asumió la titularidad de la autoridad monetaria, no reemplazó a la plana mayor gerencial del Banco. Al contrario, confirmó en sus cargos a los funcionarios de una dictadura que había usado al organismo para estatizar deudas privadas, favorecer el atraso cambiario, la especulación financiera y el endeudamiento del Estado y de sus empresas – explica Rovelli a Infobae.

Al Rus se le habían abierto varios frentes y aunque tenía una gran capacidad operativa, era torpe políticamente. Entonces maltrataba aún a aquellos que podían ser aliados

-Lo que Vázquez buscaba, siguiendo la línea que le marcaban los grandes bancos, era legitimar la deuda tomada por la dictadura haciéndola reconocer por el gobierno constitucional –agrega-. Grinspun se enojó mucho con Alfonsín por eso, pero viendo que el presidente no tocaba a García Vázquez, dijo que sólo aceptaría reconocer la deuda si se investigaba fehacientemente cómo se había generado. Como se dio cuenta de que el presidente del Banco Central no tenía ningún interés en investigar eso, logró que se nombrara para hacerlo a Jaime Baintrub, un hombre de su más estrecha confianza, para que lo hiciera. La cosa es que le dieron una oficina en el Banco Central pero no le dejaron hacer nada, ni un paper le hacían llegar.

Alfonsín le pidió la renuncia a Grinspun, quien fue reemplazado por Juan Vital Sourrouille (archivo)
Alfonsín le pidió la renuncia a Grinspun, quien fue reemplazado por Juan Vital Sourrouille (archivo)

Corrían los meses, y Bernardo Grinspun intentaba implementar, con más o menos suerte, su plan económico, pero poco a poco se fue dando cuenta de que el Banco Central, con García Vázquez a la cabeza y la línea impuesta por los bancos acreedores detrás, estaba cerrado a cal y canto para él.

-Lo cierto es que García Vázquez lo puenteaba al Ruso. Firmaba lo que la línea de los bancos le llevaba para que firmara. Los cerebros de esa maniobra de legitimación de la deuda eran Pedro Camilo López y René DePaul, porque eran los que manejaban directamente el tema, uno como gerente general y otro como gerente de operaciones con el exterior. Fueron los verdaderos artífices – dice Rovelli.

Cuentan otros colaboradores de Grinspun que, al tomar cabal conciencia de la maniobra, el ministro pasaba de la cólera a la depresión y viceversa. Aseguran que el carácter le jugaba en contra, porque a pesar de ser un gran economista tenía muy poca cintura política.

Grinspun se enojaba con García Vázquez, le gritaba. Lo he visto gritarle ‘¡Tomá de acá!’ y hacer el gesto de llevarse las manos bastante más abajo del ombligo

-Lo que había era un grado de impotencia muy grande porque al Ruso se le habían abierto varios frentes y aunque tenía una gran capacidad operativa, era torpe políticamente. Entonces claro, maltrataba aún a aquellos que podían ser aliados. Tenía esa cosa así de calentón, muy calentón, poco político – dice otro de sus colaboradores que prefiere que Infobae no cite su nombre.

-Se enojaba con García Vázquez, le gritaba. Lo he visto gritarle "¡Tomá de acá!" y hacer el gesto de llevarse las manos bastante más abajo del ombligo. Las discusiones eran por cosas serias y no por kioscos: por la legitimación o no de la deuda. García Vázquez no le contestaba al Ruso, pero seguía su propia línea, ignorándolo. Eso fue fatal, porque Grinspun estaba logrando avances, pero no podía administrar lo del Banco Central y terminó legitimándose la deuda – explica Rovelli.

La pelea con su gran amigo

Alfonsín tampoco fue de gran ayuda, porque aunque escuchaba los reclamos de Grinspun y le daba la razón no hacía nada por influir en el Banco Central.

La situación explotó el 18 de febrero de 1985 cuando el catalán Joaquín Ferrán, representante del FMI en la Argentina, le pidió una reunión a Grinspun para presentarle una serie de nuevas exigencias del organismo.

A medida que lo escuchaba, el ministro iba encolerizándose hasta que finalmente le gritó y lo echó de mala manera de su despacho.

Alfonsin y Sourrouille (archivo Gente)
Alfonsin y Sourrouille (archivo Gente)

Al día siguiente, Alfonsín lo invitó a almorzar a Olivos, donde Grinspun se encontró con García Vázquez sentado a la mesa. El presidente del Banco Central le presentó formalmente la renuncia a Alfonsín y este la aceptó, pero inmediatamente le pidió también a Grinspun que renunciara al Ministerio de Economía.

-Fue un gran dolor para El Ruso, porque quería mucho a Alfonsín, llevaban muchos años luchando juntos. Creo que se sintió traicionado y ya nunca volvió a ningún cargo de gobierno. Le dolió mucho porque era su amigo, pero también porque era un patriota que quería lo mejor para la Argentina y lo habían encerrado hasta hacerlo fracasar – dice Rovelli.

Enrique García Vázquez, en cambio, volvió a ser presidente del Banco Central de la República Argentina entre el 4 de abril y el 9 de julio de 1989, cuando el gobierno de Raúl Alfonsín estaba en plena retirada.

Bernardo Grinspun murió en Buenos Aires el 11 de octubre de 1996.