
Ex empresario y ex deportista, Daniel Scioli ingresó a la política de la mano del entonces presidente Carlos Menem, un especialista en cazar talentos por fuera de la “casta”. Con una vocación inquebrantable, se mantiene desde entonces en la brecha, pese a los reveses, personales y políticos, en particular la derrota en el balotaje de 2015 frente a Mauricio Macri, cuando más cerca estuvo del acariciado sueño presidencial, perdiendo por 48,6% contra 51,48 por ciento del líder del PRO.
Aunque en ese momento muchos auguraron el fin de su carrera política, Daniel Scioli volvió al Congreso en la siguiente legislativa y luego al gobierno de la mano de Alberto Fernández cuando éste lo designó como embajador ante el Brasil.
El Presidente vuelve a convocar ahora a un hombre de su plena confianza, del que hace apenas un año, en mayo de 2021, decía: “Es mi hermano, mi alter ego, hablar con él es hablar conmigo; confíen en él, tiene la misma mirada que tengo yo”.
En su rol de embajador en Brasil, Scioli tuvo que hacer equilibrios para mediar entre dos mandatarios que no simpatizaron en ningún momento y que no tuvieron prurito en lanzarse dardos con la mirada puesta más bien en las respectivas clientelas que en el cultivo de la relación bilateral.
Aun en ese contexto adverso, el embajador logró algunos éxitos comerciales.

“El mandato del Presidente fue muy claro: generar las condiciones para que la mayor cantidad de inversiones lleguen a la Argentina. Y trabajando intensamente con todos los sectores de la economía brasileña lo estamos logrando”, respondió Scioli, ante una consulta de Infobae acerca de la posibilidad que ahora se concreta: su regreso a Argentina.
Es que su nombre resurgía siempre cada vez que se trataba de llenar ministerios o de elaborar listas.
Scioli había logrado salir bastante indemne de sus dos mandatos como gobernador de la provincia de Buenos Aires, pese a varios flagelos que no pudo contener, como la inseguridad creciente y la marginalidad.
Su personalidad conciliadora, que lo llevó siempre a rehuir toda confrontación directa -baste recordar la impavidez con el cual soportaba los desplantes públicos de Cristina Kirchner, cuando él presidía el Senado y ella ocupaba una banca-, le han permitido preservar la imagen de un político potable, dialoguista y con pocos enemigos.
A sus 65 años, Daniel Scioli ya tiene además una larga carrera en la política. Comenzó como diputado nacional en 1997 durante el segundo mandato de Carlos Menem. Luego fue convocado como Secretario de Turismo durante la presidencia interina de Eduardo Duhalde (2001-2003) y de allí pasó a integrar el segundo lugar en la fórmula presidencial con Néstor Kirchner.

En 2007, en las elecciones que consagraron presidente a Cristina Kirchner, Daniel Scioli fue electo gobernador de la Provincia de Buenos Aires, mandato que renovó en 2011.
Desde entonces, se sintió y fue visto por muchos, como candidato “natural” a suceder a la Presidente. Pero tal vez CFK fue la menos convencida de esa candidatura que pareció aceptar con resignación y nunca acompañó con entusiasmo.
Derrotado en 2015 en la segunda vuelta, regresó en 2017 como diputado nacional, hasta que, en marzo de 2020, Alberto Fernández lo nombró embajador en Brasil.
“Daniel es un ser hiperkinético, es uno de mis amigos más queridos, y un gran embajador, que me ayuda a resolver muchos problemas y desafíos, porque Argentina y Brasil son un espacio geográfico y económico común”, dijo Alberto Fernández, en referencia a Scioli en mayo del año pasado.
Y los elogios no terminaron ahí: “Los argentinos no hubiéramos tenido que pasar las penurias que pasamos por cuatro años (si Scioli hubiera ganado)”, aseguró el Presidente aludiendo a su derrota en la presidencial de 2015.

“Alberto es un gran motivador -decía Scioli, devolviendo las gentilezas presidenciales-. La admiración es mutua. Le reconozco su tenacidad y su capacidad de trabajo. Recibió una herencia muy complicada, con una deuda externa grande, un desmantelamiento del aparato productivo y del sistema de salud y encima tuvo que enfrentar este desafío de la pandemia”.
No es un secreto para nadie que Daniel Scioli aspiraba a la Cancillería que por entonces ocupaba Felipe Solá y más tarde Santiago Cafiero.
El ingreso al Gabinete se produce ahora, y en un cargo -Ministro de Desarrollo Productivo- atractivo para quien gusta presentarse como un amigo de los empresarios, capital friendly, pro inversión y pro mercado. Además, quienes lo conocen saben bien que el ex gobernador y ex vicepresidente prefiere los cargos ejecutivos a los legislativos.
De hecho, su habilidad en la diplomacia lo llevó a reencauzar las relaciones con un líder como Jair Bolsonaro, quién se encuentra en las antípodas ideológicas. Por medio del diálogo y consenso, logró como interlocutor al secretario de Asuntos Estratégicos de Brasil, el almirante Flavio Viana Rocha, mano derecha del jefe de Estado del país vecino.
Ante la necesidad mutua entre los países, Scioli aseguró tiempo atrás que “soy pragmático, no tengo prejuicios. Me reuní con todos desde que asumí como embajador, a fines de junio de 2020″.
Más allá de su intensa carrea política, Scioli es un amante de la actividad física. A partir de su pasión por Boca Juniors, hizo que Villa La Ñata, ubicada en el municipio de Tigre, se convierta en una sede de futsal profesional. Sin embargo, su historia deportiva hace que todos tengan en la mente el trágico accidente náutico que sufrió en 1989, donde sufrió la pérdida total d su brazo derecho.
Pese al hecho sufrido, Scioli regresó a la actividad en 1990 en la carrera Venecia-Montecarlo y logró varios campeonatos. Y fue en 1997 cuando decidió retirarse de la carrera motonáutica, sin embargo, siempre siguió vinculado al futsal o paddle. De hecho, tiempo en sus redes sociales reconoció: “soy un deportista de toda la vida, porque me hace bien a mi salud, a mi cabeza”.
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