Más allá de las palabras: el nuevo valor del inglés en la era de la inteligencia artificial

El idioma fue el vehículo, pero lo verdaderamente transformador fue la posibilidad de conectar inteligencias y construir confianza

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Los beneficios de tener al
Los beneficios de tener al inglés como una segunda lengua Foto: vía medellin.gov.co

En los últimos años, he visto algo que se repite una y otra vez: cada vez que una persona aprende inglés, su mundo se expande. No solo suma un idioma; gana acceso a conocimiento, ideas, contactos, conversaciones y oportunidades que antes parecían muy remotas. En un país donde el talento abunda, pero las puertas globales no siempre están abiertas, el inglés funciona como un verdadero ascensor profesional y social. Y ahora, en medio de la transformación acelerada que trae la inteligencia artificial, su valor no ha disminuido; por el contrario, se ha vuelto más decisivo que nunca.

Hoy la cuestión ya no es si debemos aprender inglés. La pregunta real es qué significa aprenderlo en un contexto donde una herramienta puede traducir un texto completo o generar un mensaje casi perfecto en segundos. La respuesta no está en renunciar al idioma, sino en entenderlo desde una nueva lógica.

A lo largo de mi trayectoria profesional he vivido esto de manera directa. Hablar inglés me permitió trabajar con altos ejecutivos de uno de los bancos más grandes del mundo, participar en convenciones internacionales en los Estados Unidos y presentar una charla sobre tecnología en reuniones de APEC, un espacio donde convergen economías que representan una parte sustancial del PIB mundial. Ese mismo idioma me abrió las puertas para asumir mi rol actual. Y dentro de la institución ha sido determinante para establecer alianzas con socios estratégicos en los Estados Unidos, impulsar proyectos culturales y académicos y generar oportunidades concretas para miles de estudiantes. El idioma fue el vehículo, pero lo verdaderamente transformador fue la posibilidad de conectar inteligencias y construir confianza.

La evidencia también respalda esta realidad. Un estudio reciente del ICPNA mostró que el 45 % de las empresas peruanas exige un nivel intermedio de inglés al contratar y que quienes alcanzan niveles avanzados pueden llegar a ganar hasta un 50 % más. En los mercados más competitivos del mundo, como Europa, el inglés aparece como requisito explícito en una proporción importante de las vacantes, especialmente en roles directivos. En el comercio exterior está demostrado que los países con mayor dominio del inglés logran integrarse con más fluidez en el mercado global. En ciencia y tecnología, la mayor parte de la producción académica, la innovación y la documentación relevante ocurre justamente en este idioma. Incluso los modelos de inteligencia artificial más avanzados se entrenan mayoritariamente con datos en inglés, lo que significa que quienes lo dominan navegan estas herramientas con más soltura y criterio.

Sin embargo, reconocer el valor del inglés también nos obliga a mirar una realidad que no podemos ignorar: su acceso no es igual para todos. En América Latina, diversos estudios han demostrado que la calidad y disponibilidad de la enseñanza del inglés varían ampliamente entre instituciones públicas y privadas, así como entre zonas urbanas y rurales. Esto convierte al idioma, muchas veces, en una frontera social. Democratizar el acceso al inglés no es solo un proyecto educativo: es una responsabilidad de las instituciones y un paso fundamental para impulsar el desarrollo y promover la equidad en las oportunidades.

Aquí es donde la inteligencia artificial vuelve a entrar en escena, no como amenaza, sino como un cambio de perspectiva. La IA puede ser una aliada poderosa del aprendizaje cuando se usa con sentido. Cuando un estudiante compara una traducción automática con lo que él mismo escribiría, no solo mejora su dominio del idioma, sino que afina su criterio, identifica sus intuiciones y desarrolla un estilo propio. Ese proceso no reemplaza al docente; por el contrario, lo hace más indispensable. El profesor ya no es únicamente quien enseña reglas gramaticales, sino quien guía la construcción del pensamiento, promueve el análisis crítico y orienta el uso ético y consciente de la tecnología.

Los traductores automáticos han mejorado de manera extraordinaria, pero sería ingenuo pensar que pueden sustituir la comunicación humana. La IA no comprende silencios, aspectos culturales, emociones contenidas ni intenciones implícitas. Puede sugerir palabras, pero no interpreta el subtexto que define si una interacción genera confianza o distancia. Y en el entorno laboral, académico y global, ese subtexto lo es todo.

Por eso, en la era de la IA, hablar inglés ya no basta. Dos personas pueden tener el mismo nivel lingüístico, pero solo una será capaz de entender el contexto, ajustar el tono, leer la situación y conectar con los demás. La IA facilita tareas; la inteligencia humana construye puentes. La IA puede traducir; la persona puede interpretar y persuadir. La herramienta automatiza; el comunicador genera impacto.

Además, cuanto mejor domina una persona el inglés, más provecho obtiene de la propia inteligencia artificial. Los modelos avanzados procesan mejor la información en este idioma, la documentación más valiosa está escrita en inglés y las capacidades de análisis se amplían cuando uno entiende directamente la fuente sin depender de intermediarios. La IA no elimina la necesidad de aprender inglés; la vuelve más necesaria.

El inglés seguirá siendo la lengua de la ciencia, del comercio y de muchas de las oportunidades globales más relevantes. Eso no va a cambiar. Pero lo determinante no será únicamente quién domina el idioma, sino quién es capaz de usarlo para crear, para construir, para colaborar y para liderar. La tecnología podrá traducir nuestras palabras, pero no podrá traducir nuestras intenciones, nuestra autenticidad ni nuestra capacidad de conectar con otros seres humanos.

El reto, entonces, es enorme, pero también emocionante: formar personas que no solo aprendan inglés, sino que entiendan su poder y lo usen con propósito. Personas que utilicen la IA como una herramienta para mejorar, no como un atajo que empobrece su pensamiento. Personas que no deleguen su voz, sino que la amplifiquen.

Si logramos eso, no estaremos enseñando únicamente un idioma. Estaremos abriendo mundos. Estaremos formando ciudadanos capaces de dialogar con el planeta sin dejar de ser ellos mismos. Y ese, en esta nueva era, será nuestro mayor aporte y nuestro legado más valioso.

Y si preguntan lo inevitable… sí, la IA fue mi soporte para escribir este artículo. Sería incongruente hablar del futuro sin usar las herramientas del futuro. Pero su rol fue el que debe ser: ayudar a revisar, contrastar y pulir lo expresado. La intención, el criterio y la responsabilidad del mensaje son —y deben seguir siendo— completamente humanos.