La ciudadela de Machu Picchu, considerada una de las principales joyas turísticas del planeta y símbolo cultural de Perú, enfrenta su periodo más crítico de los últimos años. Las protestas sociales y los continuos conflictos han desencadenado el colapso de los servicios ferroviarios, eje fundamental para el acceso de turistas a la zona. Miles de visitantes, tanto nacionales como extranjeros, han visto truncadas sus expectativas ante la suspensión de trenes y la falta de soluciones inmediatas. El impacto no solo se ha medido en decepción y malestar, sino también en pérdidas económicas millonarias y en el deterioro de la imagen internacional de la ciudadela inca como destino seguro.
Las jornadas en la estación de Ollantaytambo, donde convergen turistas de distintas nacionalidades con el sueño de conocer Machu Picchu, ahora se caracterizan por largas horas de espera y un clima de incertidumbre constante. Los relatos de quienes han sido afectados resultan reveladores. “Ayer llegamos por la mañana con la intención de subir a Machu Picchu. Estuvimos cinco horas en el tren, aquí en la estación de Ollantaytambo, y finalmente nos informaron que era imposible continuar, que no había servicio”, relató un visitante español, reflejando la experiencia de cientos que sufrieron el mismo destino.

Para muchos, la preparación minuciosa del viaje y las reservas anticipadas se han vuelto inútiles. “Ya habíamos pagado la noche en Aguas Calientes y ahora hemos tenido que pagar la noche aquí porque no tenemos forma de llegar”, lamentó un turista argentino, dejando en evidencia el fuerte impacto económico y emocional que viven quienes regresarán a casa sin visitar la maravilla histórica.
La frustración es tal que algunos aseguran que no volverán, porque sienten que era la última vez que lo podían hacer. “Es vergonzoso lo que está ocurriendo. Yo puedo estar o no a favor de la causa de ellos, pero no pueden interferir con nuestros derechos. Hemos venido de visita, a pasar un buen momento, y lamentablemente no vamos a volver”, aseguró otro viajero argentino, reflejando la angustia y molestia que prevalece entre los turistas.
La situación se agrava por las decisiones que se ven obligados a tomar los turistas varados. Muchos, ante la falta de trenes, han intentado rutas alternativas: algunos caminan por la zona de la hidroeléctrica durante más de dos horas, arriesgando bienestar y seguridad por acercarse a su meta. No pocos han pernoctado en las calles, mientras que grupos de niños se manifestaban por la falta de alimentos, atrapados sin posibilidad de avanzar en su itinerario.
Conflicto sin salida y afectación internacional
El eje del conflicto radica en desacuerdos por la concesión del servicio de transporte a la ciudadela inca y la población, quienes se oponen que nuevamente sea Canattur la empresa que vuelva a asumir la ruta. Esta disputa ha derivado a protestas y bloqueos de las vías del tren, por lo que las empresas ferroviarias se han visto en la obligación de suspender el total de los viejes de trenes, afectando a la única vía de transporte eficiente hacia Machu Picchu.
Si bien no existen bloqueos físicos directos, los daños en los rieles a la altura de Solapuncu han agravado el problema, exigiendo esfuerzos continuos de parte de los equipos de mantenimiento por restablecer el servicio.
Como medida transitoria, la Defensoría del Pueblo intervino para negociar una tregua de solo unas horas, permitiendo que algunos trenes evacuaran a turistas. Sin embargo, la mayor parte de los afectados quedó a la espera de una solución real. El malestar se ve amplificado por la percepción de vacío de liderazgo y falta de decisión. “No se trata solo de sentarse a dialogar, sino de tomar decisiones y ejercer la autoridad que corresponde al Gobierno nacional. Somos responsables de la preservación y la historia de Machu Picchu”, advirtió Mercedes Araoz, ex ministra de Turismo, al señalar la necesidad de acciones concretas del Estado.

La inacción y los conflictos no solo afectan la experiencia de los turistas extranjeros; los propios peruanos expresan preocupación por el futuro de la ciudadela como fuente de sustento. “Como turista, es incómodo que haya estos conflictos porque uno busca rapidez y comodidad. Es difícil animarse; puedes quedar varado y sin poder acceder al lugar que quieres conocer”, comentó una ciudadana peruana. Incluso visitantes de Europa manifestaron su tristeza: “Creo que es un problema tanto para turistas como para peruanos, porque Machu Picchu es un patrimonio nacional. No está bien lo que ocurre”, opinó un italiano.
Caída de reservas turísticas
Desde el inicio de la crisis, el sector turístico ha sufrido consecuencias directas. Según Claudia Medina, representante de la Asociación Peruana de Turismo Receptivo Interno (APOTUR), las reservas de paquetes turísticos a Cusco han caído en un 15%. Cada día de conflicto puede suponer en la región pérdidas de hasta USD 3 millones, considerando el valor de los paquetes y la cadena de servicios implicados.
Los afectados no solo son los turistas: transportistas, guías, artesanos y comerciantes que dependen de la afluencia a Machu Picchu han visto reducir sus ingresos a mínimos históricos. “El PBI regional de Cusco depende en un 20% del turismo. Medio millón de personas viven de esta actividad. La afectación es enorme solo por este tipo de conflictos”, explicó Medina.
La preocupación trasciende el ámbito económico. Mercados turísticos internacionales y agencias de viaje observan la situación con inquietud y han comenzado a replantear sus estrategias, en algunos casos recomendando otros destinos a sus clientes. Los testimonios de desencanto y la propagación de críticas negativas en redes sociales ponen en riesgo la reputación de Machu Picchu y, por extensión, la imagen de Perú como destino turístico de talla mundial.
Preservar la maravilla mundial, Machu Picchu
La situación actual revela la fragilidad de la infraestructura turística nacional ante conflictos sociales y la urgencia de implementar mecanismos sólidos de prevención y gestión de crisis. Sin un acuerdo real entre las partes involucradas y una respuesta efectiva desde el Gobierno, la expectativa de recuperar la normalidad en Machu Picchu se diluye.Por ahora, la desilusión de los visitantes y el daño a la economía local colocan en el centro del debate nacional la necesidad de defender el legado de la ciudadela y garantizar un acceso seguro y digno a quienes la sueñan desde todos los rincones del mundo. El eco de la crisis resuena internacionalmente: muchos turistas no volverán y la reputación global de Machu Picchu, junto con el bienestar de la región, permanece amenazada.
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