
La Pastorita Huaracina fue una de las artistas que marcó un antes y un después en la música vernácula peruana. Y es que su voz especial, su carisma y los temas que trataba en sus canciones la alzaron a un lugar al que muy pocos cantantes pueden alcanzar.
Sin embargo, María Dictenia Alvarado Trujillo, su verdadero nombre, fue protagonista de una aventura única no solo en el Perú, sino en el mundo entero: fue la única artista nacional en visitar la casi impenetrable Corea del Norte. Esta es la historia de cómo este icono de la música folklórica llegó tan lejos.
El arte en las venas

La Pastorita Huaracina nació el 19 de diciembre de 1930 en Malvas, un distrito de la provincia de Huarmey, en el departamento de Áncash, y muy pronto se convirtió en una figura emblemática tanto en la escena musical como en la promoción cultural y política.
Desde una temprana edad, Alvarado mostró su pasión por el canto mientras pastoreaba rebaños en Rahuey Pampa, lo que le valió el apodo quechua “Chicche”, en referencia a un pajarillo cantor. Hija de Hipólito Alvarado Gómez, agricultor y director de la Banda de Músicos del distrito de Malvas, y de Micaela Corsino Trujillo, María fue la última de doce hermanos.
Pastorita Huaracina se casó con Carlos Antonio Romero Manzanedo, director de su conjunto musical “Los Andes del Perú”, matrimonio del que nacieron dos hijos: Luz Elena y Kimilsun Hipólito. Tras 13 años de matrimonio, la pareja se divorció.
Compromiso Social

Con su canto, Pastorita se erigió como una voz de libertad y justicia para los habitantes de los altos Andes que buscaban mejores oportunidades y condiciones de vida. Fue una brillante intérprete de compositores ancashinos como Jacinto Palacios Zaragoza y Víctor Cordero Gonzales, entre otros.
Algunas de sus interpretaciones más memorables incluyen los huaynos “Así canta Áncash”, “Quisiera Quererte”, “Malvacina”, “Ay!, Zorro Zorro”, y “Callejón de Huaylas”.Su carrera la llevó a numerosos países en Europa, Asia y América, donde recibió el reconocimiento como Embajadora y Decana de la Música Andina, así como Reina y Señora del Canto Andino. Su brillante carrera le valió ser reconocida como Patrimonio Cultural Viviente de la Nación.
También, y por más de 30 años Pastorita condujo su propio programa “Canta el Perú Profundo” en radios Agricultura, Nacional, La Crónica y Santa Rosa. Su programa no solo difundía la música andina, sino que también era una plataforma para expresar sus posturas políticas. Manifestó su oposición al régimen de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos y abogó incansablemente por el reconocimiento de la lengua quechua.
¿Cómo llegó a Corea del Norte?

A finales de 1981, María Alvarado, conocida artísticamente como Pastorita Huaracina, recibió una inesperada visita en su hogar en Lima. Ocurre que dos funcionarios de la oficina comercial de Pyongyang en Perú le propusieron participar en el Festival de la Amistad de Corea del Norte, evento que celebraría en abril de 1982 el cumpleaños de Kim il-Sung, líder supremo del país.
A pesar de que nuestra compatriota no se identificaba con ningún partido político ni defendía una ideología en particular, según dijo su hija Luz Romero para la BBC, sus canciones y declaraciones a menudo reflejaban un fuerte compromiso social.
En un concierto, la cantante criticó a las empresas mineras que, según ella, extraían la riqueza del Perú en beneficio de unos pocos. Este tipo de mensajes atrajo la atención de los norcoreanos, quienes valoraron su afinidad con las luchas populares.
La ansiada visita

Durante su primera visita a Corea del Norte en 1982, Pastorita no solo participó en el festival, sino que también realizó una gira por países del bloque comunista como Alemania del Este, Rusia y China. La cantante se hospedó en el mejor hotel de Pyongyang, cortesía del gobierno norcoreano, aunque no recibió remuneración por sus actuaciones.
En Pyongyang, la gente la conocía como “Perú” debido a lo largo que era su nombre artístico. Con su carisma y habilidad escénica, logró cautivar al público coreano. Su primera canción en el festival fue una pieza traducida como “Despedida al padre”, interpretada en un coreano aprendido con rapidez y dedicación.

Esa no fue la única vez que Pastorita visitó Corea del Norte, pues lo hizo en siete ocasiones más, la última de ellas en 1998. Y en cada visita, era recibida con honores por las autoridades del país. Tal fue el impacto de su relación con Corea del Norte, que nombró a su hijo Hipólito como Kimilsun, en homenaje al líder Kim il-Sung.
En mayo de 2001, Pastorita falleció, dejando un legado imborrable en la música y la cultura peruana. Un mes después, dos funcionarios norcoreanos visitaron a su hija Luz Romero para expresar sus condolencias y filmar un documental sobre la vida de la artista. Aunque la existencia de dicho material no ha sido confirmada, su influencia en Pyongyang permanece en la memoria de quienes la conocieron como la voz que representaba a Perú.
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