¿Se puede tener un oficio para toda la vida? ¿De esos que corren por nuestras venas y nos acompañan por nuestro recorrido en esta tierra? La respuesta es un sí rotundo, especialmente cuando hay tantos ejemplos de personas que han conseguido dedicarse a su pasión desde muy jóvenes y no solo eso, sino que han logrado heredar dichos oficios al resto de generaciones, estableciendo tradiciones familiares de larga data que continúan dejando huella.
Tal es el caso de la familia Facón. Hablar de ellos en Perú es sinónimo de alegría y jarana porque desde hace más de 70 años se han dedicado casi exclusivamente a la fabricación de guitarras, hermosos instrumentos tan versátiles como populares, que acompañan todo tipo de melodías y son para muchos el primer acercamiento con la música.
Dedicarse a este oficio requiere mucha pasión, especialmente cuando se crece en una familia que lleva el arte en las venas. Infobae Perú conversó con Marcos Augusto Falcón Rodríguez, fabricante de instrumentos de cuerda y artesano con más de 40 años de experiencia en el rubro, quien contó parte de sus experiencias dedicándose al negocio, pero también nos habló sobre su familia, un emblemático clan que tuvo sus orígenes en el lejano Ayacucho, pasando por la calurosa región Ica, hasta llegar a la capital.
Guitarras Falcón, una historia familiar
“Mis abuelos son de Ayacucho, de ahí migran a Ica, Palpa, y ahí mi abuelo trabajaba como albañil. Allí tiene doce hijos, fallecen siete en Palpa y quedan cinco, cuatro hombres y una mujer”, asegura Marcos Falcón al hablar de los días anteriores a la creación de la famosa marca de guitarras.
“Tenía yo ocho o nueve años, mi papá tenía una ebanistería, no carpintería, es muy diferente ya que ahí se hacen muebles con diseños, finos. Un día unos familiares llegaron a visitarlo y mi papá se puso a hacer una guitarra en son de broma, y ahí empieza. De ahí se viene a Lima y aquí mi tío Abraham alquila una casa en Renovación y se juntan varios hermanos y empiezan a hacer un taller. Después viene mi tío Erasmo y traen a mi tío Manuel que todavía estaba en Palpa con su carpintería. Son cuatro hermanos. [...] Después el negocio pasó a Luna Pizarro y luego ya cada uno tenía su taller, sus tiendas, ya se progresa un poco. La familia Falcón ya se estaba haciendo conocida”, precisa el artesano.
Su acercamiento con el mundo de las guitarras lo tuvo de primera mano gracias a su padre, pero también tiene algunos recuerdos de su tío Abraham Falcón, uno de los fabricantes de guitarras más importantes del Perú, cuyo trabajo fue ha sido ampliamente reconocido y que, sin duda, tuvo un asombroso aporte en el crecimiento del clan familiar, pero también en la formación musical que ha acompañado a Marcos Falcón a lo largo de su vida.

“Era chiquillo, tenía diez, menos tal vez, paraba en la tienda de la guitarra Falcón, frente al Callejón del Buque, y había reuniones siempre en la tienda, venían todos los músicos, los mejores músicos de ese tiempo. Mi tío tenía dos pianos al fondo de la tienda, como iban profesores de guitarra conocí a Pepe Torres, Amaranto, Juan de Dios, y total que llega un moreno como de dos metros, tenía los dedos largos, era pianista, y mi tío nos pone a estudiar piano a mí y a mi primo. Después un profesor del Conservatorio nos enseñó clásico, y después ingresamos al instituto de piano, hemos estado como cuatro años, leemos partituras [...] ya con esos cuatro años podía trabajar, irme a locales, pero me dediqué a la guitarra”, menciona.
Al ser consultado sobre si toca el instrumento, Falcón nos cuenta una curiosidad: “Poco. He dejado, pero tenemos la facilidad, porque cuando uno estudia un instrumento el piano es la base de todos. Es como para mostrarle al cliente el sonido, para tocar guitarra hay que darle tiempo, hay que dedicarse”, asegura sin dejar de apreciar el trabajo que viene haciendo por tantos años.
Al hablar de su familia, el artesano también precisó que no siente presión al llevar el apellido, sin embargo, si hubo personas que han tomado ciertas atribuciones al momento de asegurar que han sido enseñados por la escuela Falcón. No obstante, cuenta orgulloso como su tío Abraham ha dado cátedra sobre las guitarras durante su tiempo de vida, cómo aprendió el oficio de su padre y el gran trabajo que su hermano, Germán Falcón, puso en estudiar las guitarras.
Su primera guitarra
Aunque casi toda la familia se dedica al negocio, Marcos Falcón comenta con nostalgia que su primera guitarra la hizo a los 17 años y a escondidas de su padre.
“Mi papá quería que estudie, nunca quiso que haga guitarras, mi hermano tampoco, pero él por pagar sus estudios en la UNI, para pagar sus libros tuvo que empezar. Pero le gustaba, a toda la familia. Somos como veinte hombres, primos, algunos han seguido la carrera, han estudiado y aún así han estudiado también han seguido haciendo guitarras. Yo estaba en el colegio y armé la guitarra, armar es ensamblar, ponerle todas las partes. Y la subo al techo para que mi papá no se entere y me voy al colegio y empezó a llover. Yo asustado regresé corriendo y la guitarra ya no estaba, mi papá ya la había bajado, ya se había dado cuenta. No me dijo nada [...] era mi primera guitarra, estaba mal hecha pero era mi primera” sostiene.
“Un día viene Roberto Tévez, uno de los mejores charanguistas, era amigo de mi papá, siempre le compraba o venían con conjuntos de folklore conocido como Jaime Guardia. Me hice amigo y me dice ‘¿oye, tú no haces guitarras todavía?’, ‘no, todavía’, le dije. ‘Haz pues, yo te compro’. Como veinte guitarras le hice, iba a su casa [...] yo apuntaba, tenía mi cuaderno, como veinte guitarras le llevé [...] y así, cuántos años son, cuarenta ya”, menciona.
Cabe mencionar que para todo fabricante de guitarras uno de los primeros pasos a dar, a diferencia de lo que se cree popularmente, no es el ensamblaje del instrumento, sino la reparación.
No obstante, precisa que al momento de hacer una guitarra, se requiere buenos materiales y mucha pasión.
“Una buena madera [...] abeto, palisandro, ébano, son las mejores, vienen de Europa. De acuerdo al tipo de sonido eso influye mucho, la madera. Antiguamente secábamos con horno, pero ahora ya vienen casi secados en las madereras. Después viene el laqueo, un proceso de diez días para que seque la laca [...] pero se hace con cariño siempre, ¿quién pinta renegando?, ¿quién hace un instrumento renegando? Nadie. Amargo no se puede tocar, es igualito en el arte para fabricar un instrumento”, asegura Falcón, que además precisó que la industrialización en el proceso de fabricación, en muchos casos, ha mermado la calidad y deja de lado los detalles, tan importantes al momento de hacer un producto de calidad.
Un legado que se pierde
El clan Falcón ha sabido ganarse un nombre a lo largo de los años debido a la calidad de los instrumentos que producen, pero el tiempo ha hecho mella y ha ido dejando atrás una tradición que hoy en día va sucumbiendo, ante la preocupación del artesano, quien lamenta que la primera generación de fabricantes haya fallecido, pero también parte de la segunda dinastía, quedando cada vez menos familiares que se dedican a este arte.
Llama poderosamente la atención que en la familia únicamente los varones se hayan dedicado al negocio, pero Falcón asegura que la mayoría de las mujeres que llevan el apellido saben reconocer un instrumento bien hecho con solo mirarlo, ya que administran los negocios desde hace mucho tiempo. Él tiene tres hijas y un hijo, los tiempos han cambiado, y precisa que tiene el anhelo de que sean ellas quienes hereden el arte de hacer guitarras.
Curiosas tradiciones
Entre los diversos anécdotas que el fabricante de guitarras narró a Infobae Perú, se encuentra lo que llaman “el bautizo de la guitarra”, una particular práctica que se hacía desde el taller del famoso Abraham Falcón para que el instrumento tenga una mejor vida y duración.
“Prendían un ají panca y el humo lo metían a la guitarra. Esto es para que seque la guitarra decían [...] mi tío dice ‘si no sale bautizada sale mal’, y el bautizo era también trago [...] hay que bautizarla si no se te va a perder”, contó entre risas.
También aseguró que para varios de sus familiares ver a músicos con una guitarra en mal estado ocasionó que en más de una oportunidad terminaran “rompiendo” el instrumento para luego regalar uno nuevo a los músicos que terminaban agradecidos y con una guitarra nueva de gran calidad. “Te da pena, pasaban los músicos, mi Tío Erasmo así veían músicos y se los llevaba al taller y ahí les regalaba”.
“Mi primo estaba con un fabricante de ataúdes, algo así me contaba, dentro de un restaurante y entran músicos que van a tocar adentro, siempre tenían una guitarra y uno de los cantantes siempre tenía una guitarra pero la tenía con gutapercha. No respeta, cómo va a tener una guitarra así, pierde el sonido la calidad, y mi primo le dice ‘a ver tu guitarra’, y la mete a la pileta. ‘Cómo vas a tener una guitarra así, es un insulto’, le dice al músico. [...] En taxi lo trajo a su taller ‘escoge cual quieres’. No creía el señor, era uno de los mejores fabricantes mi primo José”.
Marcos Falcón también hizo una mención a algo que hasta hace un tiempo parecía más mito que realidad, pero sí, antiguamente solía practicarse la preparación de un plato poco popular y más aún en nuestros días: el seco de gato.
“Venía el Zambo Cavero, Juan de Dios Rojas, Pepe Villalobos, los famosos, traían su pisco, ron, cerveza, y bueno, comíamos gato con frejoles y ellos venían a hacer la música. ‘¿Para cuándo un minino?, decían. [...] Acá en La Victoria era como comer venado, sus garbanzos con su seco de gato, y un trabajador preparaba el gato. Y eso ha sido siempre por años, hoy ya no se hace porque nos meten presos”, comenta el artesano.
Una vida agradecida
Sin duda, la vida dedicada a la fabricación artesanal de guitarras puede llegar a ser demandante, sin embargo, Falcón asegura que no ha encontrado grandes dificultades en dedicarse al negocio. Si en algún momento hubiese elegido otro oficio, seguramente habría sido la música que lo apasionó desde muy joven, sin embargo, precisa que hoy en día no cambiaría por nada su trabajo, el cual califica como lo que es, un arte.
“He conocido bastante, he viajado a provincia llevando instrumentos, nos han invitado. [...] Agradecido, con mi padre, mi hermano [...] es ponerle cariño y trabajar con buen humor, ponerle el arte, la calidad, porque trabajar así renegando, apurado, no; hay que darle tiempo, es un arte, como hacer una escultura o pintar un cuadro, la guitarra es igual, hay que dedicarse y trabajarlo con tranquilidad y cariño”, finaliza.
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