Domingo, seis de la mañana. Te levantas de la cama y te das cuenta de que no hay nada para comer. Entonces te percatas de que es el momento exacto para salir en busca de un delicioso y calientito pan con chicharrón.
Si estás en el Callao, ¡mucho mejor! Todas las opciones disponibles cuentan con más de 50 años de experiencia. Una de ellas, en particular, tiene una historia que comenzó en tierras muy lejanas y se estableció en el primer puerto, satisfaciendo a varias generaciones de chalacos.
Estamos hablando de Jano Loo, toda una institución en el primer puerto que, desde su puesto en el Mercado Central del Callao, ha sido testigo de la historia que ha pasado a su alrededor. Por eso, Infobae Perú fue en su búsqueda para que comparta su historia y revele el secreto de su éxito y el sabor único que imprime en su producto.
Más de medio siglo de tradición

Con una sonrisa tímida pero llena de ternura, don Antonio Alejandro Loo comienza a recordar la llegada de sus padres a territorio peruano, provenientes de China en busca de un futuro mejor lejos de casa, todo esto a principios de la década de 1940.
Desde su arribo, la familia Loo buscó la manera de ganarse la vida de manera honesta. Es por eso que al principio se dedicaron a la venta de abarrotes; luego encontraron el primer indicio de camino en la preparación de banquetes y en la venta de diversos tipos de carne. Hasta que papá Loo encontró un lugar en el Mercado Central del Callao y comenzó con la venta del ahora clásico pan con chicharrón.
Todo un clásico

Aunque el pan con chicharrón no es un invento de este hijo de migrantes, sabe que el sabor que sus manos le dan a su producto es realmente especial, siendo la principal razón por la cual miles de personas regresan una y otra vez a su puesto para revivir la primera vez que probaron este manjar. Algunos llegaron por primera vez de la mano de sus padres y ahora lo hacen con sus propios hijos.
Solo era temporal. Cuando el buen Jano llegó al puesto, lo hizo para apoyar a su padre, quien se tomó unas vacaciones en su China natal. Al regresar y retomar sus labores, le pidió al joven Jano, con tan solo 19 años en ese momento, que lo ayudara con el negocio debido a una dolencia que presentaba en una de sus manos.
El emprendedor no sabía que todo iba a cambiar para él, ya que lo que en un principio iban a ser solo un par de días se convirtieron en semanas, luego en meses y de ahí en años. Y eso que ya tenía una sustanciosa oferta de trabajo en los Estados Unidos por parte de su tío. Pero el amor hacia su familia más cercana pudo más. Eso es lo que algunos expertos podrían llamar ‘la fuerza del destino’.
El secreto del sabor

Todo aquel que ha pasado alguna vez por el puesto de Jano Loo en el Mercado del Callao (ubicado en la cuadra cinco de la calle Sáenz Peña) sabe perfectamente que para tener el privilegio de probar uno de sus manjares, hay que hacer cola. Más aún si es domingo, cuando las colas se vuelven interminables. Y no importa que haya otros puestos cercanos que ofrezcan lo mismo, toda la atención se la lleva este espacio atrayendo al gran público por su olor tan especial.
Tal vez, para conocer el origen de tanta fama, hay que retroceder hasta los días de juventud de Jano, en los que conoció a otros tres ciudadanos chinos y todos eran cocineros. De ellos fue aprendiendo el noble arte de la gastronomía de su país de origen. Y de esa experiencia sacó lo mejor que, sin saberlo en ese entonces, ofrecería años después a sus propios comensales.
El amor es lo más importante

No solo de trabajo vive el hombre, ya que para completar nuestra vida siempre es importante tener a alguien a nuestro lado. Y Cupido también se encargó de Jano, quien hace 47 años conoció al amor de su vida.
Parece que la dinastía de los Loo tiene para rato, ya que la mayor también incursionó en el negocio y le va tan bien que ya no quiere ejercer la carrera que estudió: odontología. Lo mismo parece que ocurrirá con el menor, que está a punto de terminar su carrera universitaria.
“A mí me parece que la tradición lo va a atraer”, reflexiona, tal vez recordando el famoso refrán de que ‘lo que se hereda no se hurta’.
Lejos del retiro
Si hay algo que ha caracterizado a Jano Loo a lo largo de su vida son sus incansables ganas de trabajar. Hoy, a sus 71 años, el retiro no es algo que le asuste; es más, lo ve muy lejano.
“Soy un apasionado por el trabajo. Sin trabajar, no puedo vivir y creo que seguiré trabajando hasta mis últimos días”, sentencia.
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