Una familia con larga tradición en el armado de piezas en piedra París

Este revoque que copia la elegancia de la piedra en sus mejores detalles –los cortes, las tallas– y que ha tenido una gran influencia en la arquitectura local desde sus orígenes, encuentra en la fábrica de la familia Martineau a sus mejores artesanos.

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Gastón Martineau, tercera generación de una familia dedicada al moldeado y la fabricación de todo tipo de piezas en piedra París.
Gastón Martineau, tercera generación de una familia dedicada al moldeado y la fabricación de todo tipo de piezas en piedra París.

En el corazón de Las Cañitas se esconde desde hace 97 años un lugar mágico. Es la fábrica de piezas en piedra París que lleva el apellido de su fundador, Agustín Martineau, y que hoy comanda su nieto Gastón. Una historia familiar casi centenaria que tiene como protagonista a esta piedra noble con la que se fabrican maceteros y jardineras, frentes de chimeneas, ménsulas, pisos, escaleras, bordes de pileta; además de trabajos en yeso para interiores.

Inspirada en la aristocracia de la piedra verdadera, y célebre en la arquitectura de principios del siglo XX, la piedra París es un mortero que combina cemento (para piezas de exteriores) o yeso blanco (interiores), una mezcla de granulados de mármol, arena de diferentes granos y minerales que aportan el toque de brillo, como la mica, la calcita o la dolomita. Las proporciones y el origen de cada una (aquí muchos vienen de la provincia de Córdoba) son los que le otorgan la textura y los diferentes colores (todos naturales) y resultan siempre el secreto mejor guardado de cada escultor.

El primer piso de la fábrica, un verdadero museo de la piedra París. Aquí, un muestrario de guardas y bustos.
El primer piso de la fábrica, un verdadero museo de la piedra París. Aquí, un muestrario de guardas y bustos.

La mezcla se realiza en seco, en grandes tambores. Luego se vuelca dentro de diferentes moldes, según el trabajo a realizar: en Martineau (armartineau.com.ar) sólo del rubro chimeneas se calculan más de 100 moldes diferentes.

A la mezcla húmeda se le agrega una estructura de hierro que le da refuerzo a cada pieza. Luego viene la espera: si el clima acompaña, dos días tarda la piedra París en fraguar. Y todavía faltan los detalles puramente artesanales, como el lijado a mano, el estacionamiento de 15 a 20 días (los buenos trabajos son los que fraguan lento), el lustrado final.

Miles de muestras para copiar o usar de molde. En este diferentes balaustres.
Miles de muestras para copiar o usar de molde. En este diferentes balaustres.

Este mismo paso a paso artesanal es el que despuntaba a principios del siglo pasado don Agustín Martineau, quien llegó al país en 1914 desde su París natal con el oficio de escultor como única ganancia. Aquí trabajó primero como aprendiz y en 1922 abrió su propio taller.

La calidad de sus esculturas lo llevó a convertirse pronto en proveedor de los principales estudios de arquitectura de la ciudad. La Basílica de San Nicolás de Bari, la residencia Ivry y la Catedral de La Plata son algunos de los edificios históricos donde se puede apreciar su obra.

En 1928, seis años después de abrir su pequeña fábrica, Martineau se instaló en el predio actual de Las Cañitas. Allí crecieron los Martineau y también las piezas de piedra París que hoy se cuentan por miles: la gran cantidad de diseños y moldes de los mejores arquitectos, además de copias de obras de la arquitectura clásica, hacen del Taller Martineau un verdadero museo; un lugar único.

Texto: Clarisa Corsunsky

Fotos: Alejandro Carra

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