Balances, plazos por cumplir, emociones a flor de piel, estrés, ansiedad y a veces, frustración. El fin de un año siempre nos presenta el desafío de cómo transitar la recta final sin que el vértigo se apodere de nosotros.
Es verdad que el año que termina es una página que se cierra pero el fin de un ciclo no es un fin absoluto ni definitivo.
Esta primera idea debe estar presente en el recorrido que el mes de diciembre nos propone, en este repaso del que nadie parece escapar para analizar todo lo que quisimos lograr, lo que conseguimos y aquello que quedó pendiente.
Para intentar surfear el tramo final con serenidad, propósito y enfoque, tenemos a disposición una caja de herramientas que pueden ser de gran utilidad.
El fin de año debe ser un momento para reflexionar, no para obsesionarse. Bajo esta óptica, la ansiedad por no cumplir cada objetivo o los temores por el futuro pierden peso si logramos enfocarnos en lo esencial: valorar el proceso y no solo los resultados.
En las organizaciones, este enfoque puede trasladarse a reconocer los logros colectivos y aceptar que no todo tiene que quedar cerrado antes del 31 de diciembre. Un ejercicio útil es priorizar tareas y compromisos, diferenciando entre lo urgente y lo importante, permitiendo cerrar el año con un balance positivo.
Tenemos a mano también estrategias prácticas para poder gestionar emociones. Practicar la dicotomía del control es una de ellas. Debemos distinguir entre lo que está en nuestras manos y lo que no. No podemos cambiar el tiempo, pero sí cómo lo utilizamos y qué enseñanzas extraemos de lo vivido.
Agradecer lo logrado tiene también un impacto positivo. El reconocimiento, incluso de pequeños pasos o aunque sepa a poco, da perspectiva y ayuda a encontrar satisfacción en el esfuerzo.
Más allá del plano personal, las organizaciones también pueden fomentar un cierre de año que adopte este sentido, mediante la habilitación de espacios de reconocimiento mutuo que alivien tensiones y canalicen las emociones encontradas.
El apoyo emocional, la escucha activa, la contención a los equipos son prácticas clave que, en el ámbito organizacional, se valoran cada vez más.
Poner en práctica el concepto de flexibilidad consciente también ayuda. Hay que distinguir y aceptar que algunas tareas pueden esperar al inicio del próximo año, y que si el camino no se presentó tal como lo proyectamos, también debemos valorar y enfocarnos en cómo nos adaptamos a las eventualidades que surgieron.
Es importante transitar esta recta final reconociendo que nuestro bienestar no puede depender del resultado perfecto que imaginamos, sino en cómo elegimos caminar.
Milenaria pero siempre vigente, la filosofía estoica nos invita a adoptar perspectivas sensatas y equilibradas. Epicteto, uno de los filósofos más célebres de esta corriente, nos recuerda: “No son las cosas las que nos perturban, sino nuestra interpretación de ellas.” Así, al despedir el 2024, podemos elegir y podemos ver los desafíos como aprendizajes y lo que quedó incompleto como una parte natural de un recorrido continuo.
Con una mirada que nos interpele a recalibrar y seguir avanzando con intención y claridad, el 1° de enero de 2025 puede dejar de ser, en nuestras mentes, un punto de presión para convertirse en una nueva puerta abierta, llena de posibilidades.