
La reputación corporativa no es solo un concepto abstracto, es la moneda con la que las empresas navegan por el mundo actual. Por eso, una reputación sólida no es un lujo, es una necesidad.
Las empresas con una reputación sólida superan a sus competidores en todos los aspectos: valor de mercado, fidelidad del cliente, crecimiento de ingresos... la lista continúa. ¿Por qué? Porque la reputación es el ancla que proporciona estabilidad en un mar de constante cambio.
En un mundo saturado de información, la reputación corporativa moderna se construye sobre la autenticidad y la confianza. Los consumidores, inversores y empleados buscan empresas con valores sólidos y un propósito claro. Quieren creer en algo y conectar con algo real.
Una reputación sólida atrae talento (los mejores profesionales quieren trabajar para empresas con valores afines y una imagen positiva), fidelización (la confianza genera lealtad, y la lealtad se traduce en un crecimiento sostenible) y también oportunidades (porque abre puertas a colaboraciones estratégicas e inversiones clave).
El poder de la percepción: las audiencias construyen tu reputación
Es crucial recordar que la reputación corporativa no es algo que se pueda controlar por completo sino que se construye a través de las experiencias y las percepciones de distintas audiencias. Es una suerte de goteo: cada interacción, cada mensaje y cada acción contribuyen a esa imagen que se proyecta al mundo.
En la era digital, la gestión de la reputación se vuelve aún más compleja porque las redes sociales amplifican tanto las críticas como los elogios y la información (o la desinformación) se propaga a la velocidad de la luz.
Es esta complejidad la que hace que la reputación corporativa deje de ser sólo responsabilidad del área de comunicación. Ahora, debe estar integrada en el ADN de la empresa, impregnando cada área, desde la atención al cliente hasta la responsabilidad social. Las empresas que prosperan hoy son aquellas que entienden que la reputación es un activo estratégico que debe ser cuidado, gestionado y nutrido entre todos y a lo largo del tiempo. Por eso, construir una reputación sólida requiere de un enfoque estratégico y proactivo.
El rol de la creatividad
La reputación solía ser un concepto estático, construido sobre la innovación y la percepción de calidad. En un mundo hiperconectado e impulsado por la velocidad de la información, la construcción de una imagen sólida requiere un enfoque dinámico y multifacético y es por eso que nos referimos al “capital reputacional”.
El capital reputacional es un activo estratégico que se construye con acciones, se comunica con inteligencia y se mide a través de la percepción de todos los stakeholders. Ya no se trata solo de lo que una empresa hace o dice, sino también de cómo impacta en su entorno y de qué dicen los demás sobre ella.
Para poder construir y proteger el capital reputacional es importante advertir que la creatividad dejó de ser un simple pilar y que debe ser el motor y el corazón que impulse cada decisión, cada estrategia y cada acción.
En un mundo caracterizado por el rápido avance tecnológico es vital fomentar la creatividad en los diferentes niveles porque todas las organizaciones -incluidas las gubernamentales, las empresariales y las ONG- requieren enfoques innovadores para atender las necesidades y los escenarios cambiantes. Esto puede implicar la creación de nuevos servicios o productos o incluso animarnos a la reformulación de nuestras ideas más arraigadas.
¿Pero cómo construir y proteger el capital reputacional en la práctica? A través del análisis exhaustivo y sostenido de cuatro dimensiones clave: la acción, la comunicación, el análisis del complejo ecosistema de información que rodea a la empresa y el análisis de los stakeholders.
Esta mirada crítica, curiosa y creativa sobre el proceso que implica la construcción del capital reputacional nos permite anticiparnos a posibles crisis y capitalizar las oportunidades emergentes, diseñar estrategias de comunicación a medida de las necesidades de cada cliente y construir relaciones sólidas y duraderas con todos los stakeholders.
Por último, tenemos que ser conscientes de que crear y administrar el capital reputacional de una empresa no es un proceso lineal, sino un ciclo continuo de análisis, acción y adaptación. En un mundo en constante cambio, la única constante es la necesidad de animarnos a alimentar la creatividad para poder construir una reputación sólida que genere confianza y valor a largo plazo.
La autora es CEO de Burson Argentina
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