A la macro argentina no le entra un peso más

La falta de orden político es consecuencia de la falta de orden económico, y no a la inversa

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Dólares y pesos
Dólares y pesos

Hace algunos días el Ministro de Economía hizo un llamado al orden político de la coalición gobernante, argumentando que no les “entra un quilombo más”. “Orden político para que haya orden económico”, sintetizó.

En mi humilde opinión, el jefe del Frente Renovador se equivoca. La falta de orden político es consecuencia de la falta de orden económico, y no a la inversa.

Es cierto que el modelo de gestión política que diseñó el Presidente Fernández, con un esquema atomizado, anárquico, y con funcionarios provenientes de distintos orígenes compartiendo ministerios y empresas públicas, dificultó la instrumentación de medidas coherentes de política económica. Pero no es menos cierto que fue justamente, el Ministro Massa, a principios de su mandato, el encargado de centralizar y disciplinar a ese conjunto variopinto de ministros y secretarios de Estado.

El fracaso de la política económica no ha sido el “desorden” de la política “política”.

El pecado original del fracaso económico de este gobierno hay que buscarlo en el modelo que intentó imponer el Ministro Guzmán, quien disfrazó, detrás del supuesto barniz académico de la Universidad de Columbia, y escudado en un “culposo” FMI, el típico modelo kirchnerista de gasto público creciente e ineficiente, financiado con emisión monetaria, el mercado “local” de capitales, atraso cambiario y pérdida de reservas del Banco Central.

Cuando la crisis de la deuda interna en junio del año pasado demostró que “el rey estaba desnudo”, Guzmán inventó un “problema político” y renunció.

El Ministro Massa arrancó su período intentando revertir esta situación, al menos en el discurso, pero a poco de andar, por resignación, convicción, o ambición terminó continuando con la política de su antecesor, aunque incorporando, justo es reconocerlo, alguna dosis de audacia e ingenio, para conseguir, transitoriamente, dólares para el mercado de cambios.

Pero lo que nunca terminó de entender este gobierno, desde el principio es la relación entre la emisión de pesos, la brecha cambiaria, y la caída de las reservas del Banco Central.

Banco Central de la República Argentina
Banco Central de la República Argentina

El problema que la Vicepresidenta llama la “bimonetariedad” como si fuera una enfermedad vernácula, y no una consecuencia lógica de la política económica.

En efecto, el mercado libre del dólar, el que menos intervención tiene por parte del Banco Central es un mercado que responde a decisiones de portafolio.

Es decir, a la decisión de cuántos activos en pesos y cuántos activos denominados en dólares quieren tener las empresas y los ciudadanos y ciudadanas.

Obviamente, esta relación depende de un conjunto de variables en dónde las expectativas de inflación y de suba del tipo de cambio y el “sobrante” de pesos resultan clave.

Cuánto más pesos se emiten por encima de los que los argentinos y argentinas queremos tener, más demanda de dólares habrá.

Y sucede que el exceso de pesos ha sido creciente desde que, a la emisión para financiar directamente el déficit fiscal se le sumó la emisión para comprar deuda interna en el mercado secundario, para sostener su valor y reemplazar a los tenedores de deuda privada que ya no quieren aumentar su tenencia de estos instrumentos. Y a estos excesos de pesos, también se le sumó la emisión de pesos por la diferencia entre la compra de dólares “caros” provenientes de la exportación de soja y la venta de dólares “baratos” a los importadores.

Y, como para absorber en parte este monto de pesos hay que colocar más deuda a intereses del Banco Central, las tristemente célebres Leliqs, también hay que emitir más para pagar los intereses de dichas letras.

Este festival de oferta de pesos determina la demanda de dólares en el mercado libre.

Como no hay dólares suficientes para atender esa demanda, el Gobierno introduce cada vez más restricciones, cepos, cupos, etc. etc. a la compra de dólares. Pero finalmente, con tantos pesos sobrando, algunos logran “escapar” hacia la compra de dólares con distintos instrumentos.

Como en alguna película policial o de espionaje, para que no se note que un peso “escapó” de la cárcel, hay que dejar otro preso en su lugar, (siempre contra alguien que compra dólares en el mercado libre, hay alguien que vende), pero el que acepta quedarse en la cárcel, cobra por ello, y hace subir el precio y la brecha.

Como el Gobierno pretende controlar la inflación, usando como ancla el “atraso cambiario” del dólar oficial, se produce una demanda extra de dólares en el mercado oficial del Banco Central. Los exportadores retacean oferta, los importadores aumentan la demanda y las reservas caen hasta volverse negativas.

Para “compensar” este escenario, el Banco Central, en lugar de ajustar el precio del dólar oficial, les limita la demanda a los importadores, obligándolos a conseguir financiamiento o a ir a buscarse los dólares en el mercado libre. De manera que el efecto sobre la tasa de inflación que se quiso evitar con el ajuste del dólar oficial entra por la ventana del precio del dólar libre.

Todo esto que conté pasaba antes de la sequía, pero ahora, encima, tampoco entran demasiados dólares de exportación, aunque le paguen un precio especial, por falta de mercadería.

A su vez, la sequía y la restricción a las importaciones están afectando el nivel de actividad y la recaudación fiscal, de manera que la licuación del gasto por inflación no alcanza a compensarse con la inflación de ingresos. Por lo tanto, aumenta el déficit y la emisión para cubrirlo.

Dicho sea de paso, ahora el Gobierno inventó un Plan Tarjetita, como mal sustituto del plan platita pre-elecciones del 2021, en un intento por reactivar el sector de electrodomésticos, de alguna manera abastecido por el swap chino.

Vuelvo. Sólo para dar una idea de magnitud, la emisión bruta (con perdón de la palabra) del Banco Central en el primer cuatrimestre del año, por todos los conceptos antes mencionados, déficit fiscal, compra de deuda, intereses de las leliqs, diferencial del dólar soja, y otras yerbas, ronda los 7 billones de pesos que en parte se absorben vendiendo dólares y colocando nuevas leliqs.

Al final del día hay más pesos que nadie quiere tener. Eso son los tres dígitos anuales de inflación, la brecha cambiaria arriba del 100% y un Banco Central que tiene reservas negativas, cada vez más negativas.

Entonces, como no puede reducir la emisión de pesos, el gobierno aumenta los cepos y las restricciones, mientras busca desesperadamente dólares prestados de China, de los Brics, de Brasil, del FMI, de los árabes o de quién fuera.

Como puede apreciarse en toda la explicación anterior no apareció en ningún momento “la política”. Ésta vendrá después de las PASO.

Por ahora, es el “desorden” económico el que causa la crisis política del oficialismo y le quita “aptitud electoral” (CFK dixit).

Parafraseando al ministro, lo que no le entra a la economía argentina es un peso más de emisión.

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