¡Qué maravillosos e inolvidables momentos nos han hecho pasar los jugadores y el cuerpo técnico de nuestra Selección nacional de fútbol! Sabemos lo difícil que es llegar a ser los mejores del mundo en una de las disciplinas más apreciada por la humanidad y, tal vez, la más competitiva.
No ha sido suerte, ni una bendición divina que los colocó en ese lugar. Sólo ha sido posible mediante el esfuerzo y la perseverancia a lo largo del tiempo, el apego al trabajo en equipo con objetivos claros y bien definidos, a partir de un liderazgo con visión y responsabilidad, donde cada uno ocupa un rol que contribuye al beneficio de todos y, finalmente, un maravilloso orgullo y sentido de pertenencia a su origen.
No estoy describiendo otra cosa que un logro de nivel estratégico. ¡Qué excelente ejemplo para un país enterrado en el lodo del corto plazo, que vive del exitismo inmediato, del atajo y la ventaja egoísta! Un país al que le cuesta conjugar el “nosotros”, referido a todos los argentinos, siendo una materia pendiente desde hace muchas décadas.
Pensar estratégicamente, se hace en todos los niveles de conducción: el de una empresa, un sindicato, un hospital, una escuela, hasta en cada familia y cada persona. Pero pensar estratégicamente un país, que debe estar orientado al bien común y la búsqueda de la felicidad de todos los que pertenecemos a él, es responsabilidad de los dirigentes políticos que nos representan, a través de la definición de los objetivos estratégicos (a mediano y largo plazo) a lograrse, y las políticas de estado, que definen el camino a recorrer para alcanzarlos.
Estoy hablando de un verdadero proyecto de Nación. Pero claro, esto demanda tiempos que exceden los tiempos previstos para el ejercicio del poder. ¿Cuánto se tarda en construir una central atómica? ¿Un puerto de aguas profundas? ¿Cuánto debemos esperar hasta lograr ganancias para el país de la comercialización de un objeto de riqueza (petróleo, gas, litio, hidrógeno, alimentos, industria del conocimiento, turismo, etc.)? ¿Cuánto tiempo demanda la formación de nuestros jóvenes, asociada al conocimiento y capacidades que necesita el país, vinculadas al proyecto de Nación que definamos?
Ese proyecto estratégico debería ser integrador, liderado por el gobierno nacional y conectado a toda la sociedad argentina a través de la educación, la industria, los trabajadores de todos los niveles, la defensa, la seguridad, la salud, la ciencia y tecnología, etc., en el logro de objetivos superiores, que lleven a nuestro país al pedestal de “campeones del mundo” en lo que queramos serlo.
Sin embargo, hoy se observa un liderazgo carente de ideas y acciones basadas en una visión de progreso integral para la Nación, sumado a parte de la sociedad que se muestra no comprometida y, hasta en algunos casos, cómplice. Un escenario que decididamente no contribuye a mejorar nuestro bien común.
A pesar de ello, si observamos nuevamente a nuestra Selección nacional de fútbol, deberíamos tener presente que el inicio de su recorrido hacia el éxito, que hoy nos enorgullece, no fue feliz ni pacientemente aceptado por la mayoría de nosotros. Estamos a tiempo de contribuir a diseñar y ser protagonistas de un futuro mejor. ¿O acaso no acabamos de vivir un ejemplo que logró unir a todo el pueblo argentino en un mismo grito de felicidad? Por la responsabilidad que nos cabe, si aún amamos y tenemos sentido de pertenencia a nuestra querida Patria, cada uno en el rol que nos toca como parte de un equipo que queremos ganador, por nuestros hijos y nietos, ¡empecemos a construir el camino para hacer grande a la Argentina!
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