Nicolás Arceo Daniel González
La demanda mundial de gas natural presentó una sensible expansión en los últimos 20 años. El crecimiento promedio de su consumo fue del 2,6% anual, y el de su comercialización internacional, del 4,1%. Esta evolución se acelerará en las próximas décadas debido a las ventajas que ofrece durante la transición energética: es el combustible fósil menos contaminante y permite sortear los problemas de intermitencia de las fuentes de origen renovable.
En paralelo, el desarrollo de la tecnología de gas natural licuado (GNL) permitió superar la necesidad de que su comercialización esté sujeta a la continuidad territorial que suponen los gasoductos. El GNL es gas natural sometido a un proceso de licuefacción que, llevado a una temperatura aproximada de -160ºC, reduce su volumen en 600 veces y se transforma al estado líquido. Así, se posibilitó su almacenamiento y transporte a mercados alejados en buques metaneros. Se espera que el GNL domine los intercambios internacionales hacia 2030, mientras que explicaría el 77% del crecimiento del intercambio global de gas natural hasta 2040.
Este contexto presenta una oportunidad única para la Argentina, que se profundizó como resultado de la duplicación del precio del GNL luego de la guerra entre Rusia y Ucrania. El país cuenta con recursos no convencionales en la cuenca neuquina que permitirían abastecer por casi dos siglos el consumo local de gas natural. Esto debería asegurar el aprovisionamiento no solo del mercado interno en cantidades y precios razonables, sino también de la demanda mundial. Pero hay que actuar ahora, antes de que la misma transición energética reduzca el interés por los combustibles fósiles.

Para aprovechar esta ventana de oportunidad se necesita un nivel de inversiones nunca visto en la Argentina. Solo para la planta de licuefacción y en las instalaciones asociadas se requieren alrededor de 15.000 millones de dólares, sin considerar las inversiones requeridas en la producción (upstream) y el transporte (midstream) del gas. El sector privado local, incluyendo a YPF, asociándose con compañías internacionales, está en condiciones de conseguir el financiamiento y de construir y operar el proyecto.
Vaca Muerta compite con proyectos de otros países por recursos tecnológicos, financieros y por el acceso a los mercados. Si bien presenta recursos de una productividad comparable a otras cuencas, la distancia a los centros de consumo y el alto costo del capital atentan contra su competitividad.
Hacer realidad estos proyectos requiere una política de Estado que se plasme en una ley, votada por amplia mayoría, que defina con claridad los requisitos para desarrollar la producción de gas natural y la exportación de GNL. Esta ley debe abordar los siguientes aspectos:
1. Estabilidad Fiscal: los proyectos beneficiarios de la ley no podrán ser afectados por nuevos tributos, aumento de alícuotas, derogación de exenciones, eliminación de deducciones o modificación de procedimientos para que se incremente la base imponible. Debieran, además, analizarse mejoras en los impuestos a las ganancias e IVA, como la amortización acelerada, la deducción de quebrantos impositivos y el reintegro de créditos fiscales.
El nivel de las retenciones a las exportaciones no debería interferir con la rentabilidad razonable de las inversiones de este tipo, al tiempo que debería garantizar que el conjunto de la sociedad argentina pueda compartir los beneficios de potenciales ganancias extraordinarias ante un contexto de precios internacionales muy elevados. Las importaciones debieran estar exentas de derechos de importación a fin de disminuir los costos del proyecto. Las regalías a la producción de hidrocarburos no necesitan ser modificadas, pero sí confirmar la exención del impuesto a los ingresos brutos – vigente en la actualidad a todas las exportaciones –y del impuesto a los sellos– que no tiene sentido para contratos de muy largo plazo.
2. Libre disponibilidad de divisas y acceso al mercado de cambios: un porcentaje de los ingresos provenientes de las exportaciones de GNL debe ser de libre disponibilidad del exportador y no requerir su liquidación. Hay que considerar además un mecanismo de acceso preferencial al mercado de cambios para la etapa de inversión.
3. Estabilidad regulatoria: contratos en firme de largo plazo para el aprovisionamiento, transporte, separación, almacenamiento, logística y exportación, sin posibilidad de redireccionamiento.
4. Sustentabilidad: adaptarse a los estándares internacionales de reducción de emisiones de CO2 y ausencia de emisiones de metano.
Se debe considerar que el desarrollo del 50% de los recursos gasíferos de Vaca Muerta durante las próximas tres décadas implicaría un nivel de exportaciones por unos USD 27.000 millones anuales, considerando un precio del GNL muy inferior al que se registra actualmente. Esto ubicaría el sector como el principal exportador del país, colaborando en la estabilización de la economía y fomentando el crecimiento económico tanto de manera directa como por la postergación de la restricción externa.
Por último, una vez que están dadas las condiciones, concretar un proyecto de esta envergadura demora entre 5 y 7 años. Así, los beneficios no se van a percibir ni en este Gobierno ni en el próximo, lo que constituye una oportunidad única para que todo el arco político trabaje en función de un objetivo común.
También es autor del texto Guido Zack, Director del Área de Economía de Fundar
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