Gabriel Boric: la izquierda que aprende y mira al futuro

El presidente electo chileno lidera una propuesta con nuevas ideas y actualizada narrativa que logró derrotar por amplio margen al candidato de la derecha en un proceso electoral ejemplar

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El presidente de Chile, Gabriel Boric
El presidente de Chile, Gabriel Boric

El pequeño país trasandino es un laboratorio de experiencias políticas y sociales que disparan conclusiones y aprendizajes. Lo fue durante buena parte del Siglo XX con su ejercicio democrático plural distinguido en la región; también con el hito de haber incubado al primer Presidente marxista del mundo a través de elecciones democráticas (Salvador Allende); por supuesto también con la dictadura de Pinochet que llegó a su fin gracias al innovador plebiscito a través del cual la ciudadanía eligió el retorno a la democracia y también con el sistema político posterior basado en civilizada alternancia entre coaliciones de derecha e izquierda bajo un marco general de bases macroeconómicas e institucionales estables.

Los movimientos estudiantiles, acompañados de otros sectores sociales, comenzaron en 2011 a desafiar abiertamente lo que el mundo consideraba como un modelo económico de exportación, basado en la preeminencia del mercado como ordenador de las relaciones económicas, la apertura al mundo y la estrategia de mejoras sociales controladas y progresivas en el tiempo. El ambiente se fue caldeando y la mirada acerca de que las premisas del modelo chileno ya no podían generar progreso social equitativo, al menos con la velocidad y eficacia que los tiempos exigen, fue ganando adeptos. El clima era propicio a la chispa que pudiera disparar el incendio. Lo fue el aumento del precio en la tarifa de transporte urbano en 2019. Desde allí, el largo y violento conflicto que enmarcó el segundo Gobierno de Piñera y del que Gabriel Boric, aquel activista estudiantil del 2011 ya convertido en Diputado, emergió como un líder distinto, capaz de contribuir de forma decisiva a encauzar el conflicto por senderos institucionales hasta el proceso electoral que lo consagró como el Presidente más joven de la historia.

Es el coraje y la destreza de los liderazgos el factor que más impacta en la partitura de la historia. ¿Que podría haber sucedido en aquel Chile en llamas del 2019 si Boric, junto a otros dirigentes, no hubieran abrazado el camino de la racionalidad y la moderación en dirección a una reforma institucional sin atacar la continuidad del mandato constitucional de Piñera? Seguramente un trayecto más turbulento y azaroso en lugar de una ordenada y civilizada transición democrática como vive en estos días.

Sobran ejemplos en el mundo acerca de los perjuicios que generan los liderazgos que pierden la perspectiva de conjunto y obran apremiados por sus intereses sectoriales y sesgos ideológicos en momentos cruciales para el futuro de un país. El joven Diputado Boric, implacable en su militancia contra las injusticias del modelo chileno, tuvo la osadía de mostrar pasta de estadista, acordar con Piñera, construir una nueva coalición de izquierda (Apruebo Dignidad), liderar una propuesta con nuevas ideas y actualizada narrativa y derrotar por amplio margen al candidato de la derecha en un proceso electoral ejemplar. Respeto y admiración por el camino de Boric. Es muy fácil criticar y destruir. Pero es muy difícil y complejo tender puentes, construir opciones válidas y lograr adhesiones sin romper el sistema. Y mas aún, ganar las elecciones.

Pero llega el desafío de gobernar, cada día más complejo en democracias sobrecargadas de demandas ciudadanas y con limitada capacidad de respuesta. Las nuevas izquierdas, que escapan a la opción inconducente del populismo autoritario y cualquier otro modelo radicalizado incapaz de producir progreso sostenible, están llamadas a demostrar que pueden ser útiles en países sujetos a mayores tensiones propias del cambio tecnológico acelerado, nuevas desigualdades y fases avanzadas de globalización que se viven en el mundo. Como en general lo fueron las izquierdas moderadas, conocidas como “socialdemocracias” en la segunda mitad del Siglo 20. Apruebo Dignidad, con el liderazgo de Boric al frente, muestra signos capaces de transitar una experiencia exitosa, producto de una izquierda que aprende, deja de enroscarse con debates eternos del pasado y mira al futuro con optimismo realista.

Uno de los párrafos del mensaje de proclamación de Boric dice mucho respecto a esta izquierda en franca evolución: “Recibo este mandato con humildad. Sé que en los años que vienen se juega el futuro de nuestro país. Por eso les garantizo que seré un Presidente que cuide la democracia y no la exponga, que escuche más de lo que habla; que busque la unidad de los acuerdos y que atienda, día a día, a las necesidades de las personas; que combata los privilegios y trabaje cada día por la calidad de vida de tu familia”.

Branko Milanovic ilustra que el capitalismo, en sus distintas versiones, tiene un lado luminoso y uno tenebroso. El primero viene dado por la capacidad de crear riqueza de la iniciativa privada y la inversión de capital. El segundo se configura a partir de la codicia exacerbada, el individualismo que erosiona bases comunitarias y las desigualdades que se reproducen entre las personas. El programa, el equipo y los mensajes de Boric parecen reflejar una superación del arraigado vicio de las izquierdas, aun las más moderadas, de intentar reparar el lado tenebroso averiando su costado luminoso. Pareciera que dentro del capitalismo y la economía de mercado, despojadas del extremismo neoliberal, existe mucho más margen del que suele predicarse para producir transformaciones sociales positivas.

Tres son las bases que advertimos en esta incipiente experiencia de una izquierda enriquecida por el aprendizaje histórico: una nueva filosofía y narrativa de Gobierno y gestión; una mirada proactiva del mercado, la globalización y la innovación tecnológica y, finalmente, una concepción afín a las evidencias, los objetivos posibles y los resultados.

Son múltiples las señales acerca de esa nueva filosofía y narrativa para la gestión de gobierno. El rechazo explícito al dogmatismo, el llamado a construir acuerdos en el marco del pluralismo democrático, la escucha como el valor fundamental del buen Gobierno, la nueva Constitución en marcha como “la casa de todos y no el producto de vencedores y vencidos”, la no adscripción al delirio fundacional sino a un nuevo eslabón de una “historia que nos eleva y nos inspira”, la valentía de afirmar que “vamos a continuar la exitosa campaña de vacunación del Gobierno actual”. Todas expresiones de Boric que configuran esta nueva filosofía y convergen en una prudente clausura de aquella pretensión de “superioridad moral de la izquierda” que suele explicar Fernando Savater y que termina siempre en la descalificación del que piensa distinto.

En el mundo de la economía, son muchas las transformaciones que el programa de Boric incluye, pero parecen estar enmarcadas en una línea conceptual que no sólo acepta el mercado como un mal necesario sino que reconoce sus virtudes para generar riqueza y empleo y asume el desafío de mejorarlo con inversiones públicas allí donde el mercado no tracciona y regulaciones más inteligentes para el conjunto. Como bien expresa el economista y político chileno Guillermo Larraín, transformar el “predominio indiscriminado de la racionalidad económica” del actual modelo chileno no significa combatir al mercado ni abrazar un anti capitalismo, sino más bien asumir el desafío de diseñar mecanismos alternativos y viables de asignación de recursos y acceso equitativo en espacios de salud, educación, pensiones y otros. Pero además, Boric representa una izquierda que acepta la creación de valor en el marco de economías abiertas y promueve con entusiasmo la innovación y adopción tecnológicas como caminos hacia nuevas oportunidades para el desempeño de las personas y el avance certero en la revolución verde y sustentable que requieren nuestros sistemas productivos y de consumo.

Finalmente, en el terreno de los métodos y los fines, Apruebo Dignidad trasciende el criterio de las buenas intenciones. Es Boric el principal vocero de los resultados que se pueden y se deben conseguir en una gestión de 4 años, sin reelección y con minoría parlamentaria. No hay tiempo para declamaciones y conspiraciones. Mandan las evidencias, el expertise del equipo de ministros y la capacidad de gestión. Por todo ello, un sensato Boric anuncia que “nos espera una transformación que se hace paso a paso” y que su rol no será “respirarles en la nuca a los Ministros sino ayudarlos a desplegar sus talentos en la gestión”. Toda una grata innovación en los mensajes que solíamos escuchar de las izquierdas frente al desafío de gobernar.

Tres atributos que reflejan, a mi criterio, una izquierda enriquecida por su capacidad de aprender y asumir responsabilidades de construcción de futuro. El desafío central es el de siempre: lograr sociedades más justas y equitativas. Visión potenciada por nuevas evidencias acerca de la mayor capacidad de las sociedades con menos brechas para generar innovación, valor, confianza y progreso. Cambian y evolucionan las ideas, los proyectos y los métodos para lograrlo. Habrá múltiples fricciones a resolver. ¿Puede el sistema de pensiones reformarse sin demagogia? ¿Puede lograrse un sistema impositivo más progresivo sin anular el dinamismo económico? ¿Puede democratizarse el acceso a la educación de calidad y condonarse la deuda de miles de chilenos endeudados por estudiar? Todos desafíos de alta complejidad, para los que Boric y su diverso equipo parecen tener buenas posibilidades.

El economista español Antón Costas propone con elocuencia: el capitalismo es como un coche con buen motor, cuya transmisión no distribuye de forma equitativa la potencia a las cuatro ruedas: accionistas y altos directivos (dividendos y sueldos), trabajadores (salarios), comunidades locales (empleo) y Estado (impuestos). Volver a la prosperidad inclusiva no requiere cambiar el coche sino mejorarlo. Y ello se traduce en transformar de forma innovadora la redistribución (impuestos y gastos sociales), la distribución (salarios, empleo e inversión) y la predistribución (formación y capacitación de los trabajadores para lograr mayor productividad y mejores salarios).

Una buena metáfora de la tarea que Boric tiene por delante y que puede reeditar el Chile del laboratorio de aprendizajes para el futuro. Un Presidente con semejante audacia, corta y rica trayectoria y un perfil de Twitter encabezado por la frase de Camus “la duda debe seguir a la convicción como una sombra”, merece nuestras mejores expectativas. Ojalá le vaya bien. Será un aporte valioso al futuro de la región y del mundo.

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