En 1999, Putin asume la conducción de la Federación Rusa, reemplazando al renunciado Boris Yeltsin. La situación catastrófica de Rusia en cuanto a su economía y sus finanzas, con el colapso de los principales bancos, hiperinflación, déficit fiscal permanente, pobreza enorme, contrastaban con la regularidad y estabilidad del antiguo régimen soviético. El aumento del precio del petróleo (llegó a más de 140 USD/barril) benefició enormemente a Putin, pero éste tuvo la inteligencia de aplicar esos beneficios extras para reconstruir el país. En el 2000 presentó un Programa para el Desarrollo Socioeconómico de la Federación de Rusia para el Período 2000-2010, para convertir a Rusia en una economía de mercado moderna y que tuvo amplia acogida popular. Sin embargo, la crisis del 2008 lo afectó seriamente. Pero se salió del pantano, se avanzó y se estabilizó el país. La participación de Rusia en la economía mundial se recuperó rápidamente después que Putin asumió el control, pasando de aproximadamente un 2% a aproximadamente un 4%. La crisis financiera mundial de 2008 puso fin a ese proceso y la economía de Rusia claramente comenzó a estancarse después de 2013, aunque actualmente se está intentando crear un modelo de crecimiento impulsado por la inversión del lado de la oferta.
Ideología del régimen
Contrario a lo que cierta prensa occidental pregona, no existe una Rusia socialista, comunista o de “izquierda”. La Rusia actual está sustentado en el regreso a la milenaria tradición rusa, que es conservadora en sus valores, y hasta bien conectada con los criterios conservadores y religiosos de Occidente.
Muchos pensadores conservadores rusos (como Alexander Dugin y Eduard Limónov) están pensando que en realidad Putin no está defendiendo los valores tradicionales rusos, sino que, siendo muy pragmático, está llevando adelante una estrategia dual, con liberales y con conservadores. Es decir que Putin no es un antiglobalista puro, sino que conduce a Rusia sin demasiadas ideologías y atendiendo principalmente a los intereses nacionales, sin entrar en la contradicción de dos campos ideológicos: el patriótico-conservador y el liberal, que defienden el libre mercado y la inserción en la comunidad internacional. Los primeros están insertados en los sectores más populares, apoyados por la Iglesia Ortodoxa Rusa, cuya máxima autoridad, Kirill, es la segunda persona más importante de Rusia, después de Putin. Mientras los liberales están insertos en la prensa, en los sectores más instruidos y en la oposición política. El régimen ruso es una autocracia “democrática”, eufemismo para indicar que, si bien hay elecciones, finalmente el régimen se maneja con criterios de libertad, bastante vigilados. Además, Putin pareciera que va a estar presente durante mucho tiempo en la vida política rusa, apoyado por la élite económica, que controla las principales corporaciones, de estructuras semi-estatales, ya que Putin le garantiza estabilidad al régimen. Una hábil mezcla de racionalidad neoliberal y pensamiento conservador.
Un dato de interés es que la Rusia actual se manifiesta como continuadora de toda la historia rusa, reivindicando simultáneamente al régimen zarista, y al período soviético, indicando con claridad que la patria y el país es una unidad que está por encima de cualquier sistema de gobierno o de ideología. Las estatuas de los zares Romanov y de Lenin pueden convivir bajo el techo de la única Rusia, con sus tradiciones intactas. Así como vuelven a instalarse monumentos al Zar Nikolái II, asesinado por los comunistas, también se conmemora los 100 años de Revolución Rusa, pero presentándola con un sentido no revolucionario ni comunista. Mantener intactos los 1.000 años de historia rusa son más importantes que cualquier grieta interna.
El vasto territorio del Imperio Ruso, repartido entre Europa y Asia Central, fue heredado casi en su totalidad por la URSS. Desde la época zarista, iniciada por Pedro el Grande (1682), en Rusia hubo tensiones pro-asática y pro-europeista, siendo la primera más nacionalista, antioccidental y con cultura tradicionalista, mientras la segunda (prooccidental) se emparentaba con la nobleza europea. El Imperio abarcaba la misma Rusia (Siberia incluida), Finlandia, los Estados bálticos (Letonia, Lituania y Estonia), Ucrania, Bielorrusia, Polonia, Besarabia y Valaquia, el Caúcaso (las actuales Armenia, Georgia y Azerbaiyán), partes de la Armenia turca, Asia Central (actuales repúblicas de Kazajistán, Turkmenistán, Tayikistán, Kirguistán y Uzbekistán) y hasta Alaska, que perteneció al Imperio ruso desde 1784 a 1867, cuando fue vendida a EEUU en 7 millones de dólares. La capital del imperio era San Petersburgo (pro-europea) desde 1730 hasta 1918, pasando la capital nuevamente a ser Moscú después de la Revolución de Octubre (1918). Dicho de otro modo, la tradición imperial de gobernar un vasto territorio en la isla euroasiática continúa hasta hoy, independiente del sistema político y de la ideología de turno.
Hoy Rusia está vertebrada económicamente por la Unión Euroasiática (UEE), integrada por Rusia, Bielorrusia, Armenia, Kirguistán y Kazajistán y en lo militar por la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC), alianza de países desgajados de la extinta URSS integrada por Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán y Tajikistán y liderada por Rusia con el objetivo de “contrarrestar las amenazas externas”, aplicadas a garantizar, entre otras cosas, que el cosmódromo de Baikonur, la mayor base espacial del mundo, situada en Kazajstán, quede bajo su control.
Actualmente existen dos diferencias geopolíticas de Occidente con Rusia. La primera por la Península de Crimea, de origen tártaro, que fue parte del imperio ruso desde 1774 y fue entregada a Ucrania (que significa frontera en idioma ruso) en 1954 para resolver problemas de abastecimiento de agua, y para “compensar” las atrocidades cometidas por el ucraniano Nikita Kruschev, en su tierra de origen. Crimea volvió al poder de la administración de Federación Rusa en el 2014. La segunda es Ucrania, donde la OTAN pretende instalar armamento misilístico, lo que es rechazado frontalmente por Rusia, con el argumento que a EEUU no le gustaría que Rusia (o China) colocaran armamento propio en sus fronteras con Canadá o México. Pese a esas diferencias, tanto Rusia como EEUU quieren desmilitarizar el espacio exterior, que es donde están todos los satélites de comunicación que sostienen a todas las plataformas informáticas que mueven al mundo actual, así como prosiguen las negociaciones del Acuerdo START (Strategic Arms Reduction Treaty) en relación a la reducción del armamento nuclear.
Influye también en el actual conflicto con EEUU el proyecto estratégico de Rusia de aprovechar la retirada gradual del hielo del Ártico, (derivado del calentamiento global), para iniciar la explotación de una nueva ruta comercial y de transporte marítimo a través del Ártico. Para ello está construyendo un super-rompehielos nuclear, con capacidad de mantener abierta esa ruta durante todo el año. También construirá rompehielos nucleares menores, como petroleros y cargueros de gas. Por ahora Rusia es el único país del mundo que tiene rompehielos nucleares, lo que le da esa ventaja en el Ártico. Esa nueva ruta es mucho más corta que otras que unen Europa y Asia atravesando el canal de Suez. Se prevé un gran ahorro de tiempo y de costos de navegación. Varios países están especialmente interesados, ya que son importadores del gas licuado ruso del Ártico, como Corea del Sur, Japón o China. Esta estrategia, de llegar a buen término, le daría a Rusia un mayor peso geopolítico.
Sin embargo, hay una discusión más de fondo y es el debate sobre los caminos hacia un mayor multipolarismo. El presidente Trump había impulsado que tanto Europa como Japón se hicieran cargo de sus respectivos gastos de Defensa, liberando a EEUU de la carga de soportar la mayoría de los gastos de la OTAN y de la zona del Indopacífico. Esto implicaría mayores grados de libertad de Europa y Japón, con respecto a EEUU. Francia está muy molesta con Gran Bretaña y con EEUU porque por el acuerdo AUKUS (incluye a Australia) le anularon un contrato multimillonario de provisión de submarinos a Australia, los que serán provistos por Gran Bretaña con tecnología norteamericana. A su vez Alemania quiere mantener su buena relación con Rusia, su proveedor de energía (gas) y al que a su vez es uno de sus mejores clientes en la venta de tecnología.
La creación artificial de un conflicto con Rusia por parte de la OTAN (iniciada por los demócratas, de estrechos lazos con el sistema financiero global) sería parte de una maniobra mayor de Gran Bretaña y EEUU para impedir mayores grados de libertad de Europa y que ésta se vuelque a ser más colaborativa con Rusia. Siguiendo las teorías geopolíticas de Halford Mackinder, pretenden que Europa siga bien atada a los compromisos de la cosmovisión marítima y que no estreche relaciones con la cosmovisión terrestre, donde el “heartland” de la isla euroasiática, sería Rusia y su anillo circundante (el “Rimland”) sería China y Europa, que para Nicholas Spykman son los espacios más importantes en términos geopolíticos.
En resumen, el conflicto ucraniano es el iceberg que muestra una disputa mayor y lo que está en juego en realidad es hacia donde se inclinará Europa; si hacia el multilateralismo geopolítico o seguirá apoyando al mantenimiento del poder concentrado en pocas manos, de ideología globalista.
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