
Si sos empresario de seguro lo tenés muy claro; si nunca tuviste una empresa te lo cuento. El Estado es el principal socio de las empresas argentinas. Pero un socio un tanto especial. Acá los porqué.
- No se elige: Es un socio al que no podés elegir y al que no podés despedir si hace las cosas mal. Desde el momento en que tenés una idea de negocios, tenés que empezar a negociar con el Estado. Y no sólo con el Estado nacional, sino que también con el provincial y con el municipal. La mayoría de las veces la burocracia es tan grande que puede llevarte meses ponerte de acuerdo y poder comenzar con el negocio. Sin olvidar los costos que esa burocracia te impone: contadores, escribanos, habilitaciones, sellos, etc. Todos antes de que la empresa esté en funcionamiento.
- Ganancias: Es un socio que sólo participa de las ganancias, nunca de las perdidas. Es más, en muchos casos te cobra Ganancias adelantadas, suponiendo que te va a ir bien, y si te va mal, no te devuelve lo adelantado.
- Impuestos: Como no le alcanza con cobrar un porcentaje suculento de las ganancias netas (aproximadamente el 35%) te cobra impuestos directos a la actividad, como ingresos brutos provinciales y tasas municipales. Además, como es muy malo administrando lo que el privado aporta, necesita recurrir a más impuestos que gravan la actividad, no a las ganancias; o sea, es un costo adicional para el empresario. Por ejemplo: impuesto al cheque, tasas, etc. Recordemos que Argentina tiene el récord mundial de cantidad total de impuestos con 163 impuestos y creciendo. Es tan absurdo lo que hace el Estado (tu socio) que, si pagas todos los impuestos, los mismos, superan a la ganancia total en un 103 por ciento.
- Malos servicios y falta de inversión: Si todos estos impuestos y trabas burocráticas al menos se contrastaran con servicios, inversiones o apertura de mercados internacionales, al menos, parecería que puede funcionar, pero la lamentable realidad es que tu socio cierra mercados y no invierte. Ya no hay casi ferrocarriles, las rutas están destruidas y los servicios públicos están al límite por falta de inversión.
- Una macro desastrosa: Adicionalmente su ineficiencia en términos macroeconómicos es tan grande que te obliga a tener un negocio con tasa de inflación del 50%, seis tipos de cambio y sólo uno de libre acceso (el ilegal) y tasas de interés usureras e irreales.
- Ahuyenta inversores: Cada tanto a este socio se le ocurre poner en duda la propiedad privada, lo que ahuyenta a inversores de largo plazo y solo deja espacio para inversiones financieras especuladoras de corto plazo.
- Mal pagador: Como es un mal pagador el mundo lo califica con una tasa de riesgo de casi 2.000 puntos, o un 20 % por sobre la tasa libre de riesgo de EEUU (3%). O sea, un inversor que quiera venir a nuestro país tiene que sumarle al retorno de la inversión un 23%, solo para salir hecho. Lo cual es demencial e inviable.
- Costos laborales: Los empleados, tampoco la pasan bien, ya que por cada peso que el empresario paga de salario total, al empleado le llegan a su bolsillo unos 60 centavos. El resto se lo llevan el Estado y los gremios.
- Corrupto: Es tan corrupto que casi es imposible hacer un negocio sin pasar por la presión y extorsión de mafiosos estatales y, ni se te ocurra denunciarlos porque pondrán en funcionamiento un mecanismo para presionar y si es posible fundirte en represalia.
Podría llenar cientos de carillas que describen estas y tantas otras cosas que “tu socio” hace para, en vez de ayudarte, ponerte palos en la rueda.
Las consecuencias no son gratuitas. Hoy Argentina tiene menos empresas que en 2007; 14 años y ningún Gobierno pudo generar un ecosistema propicio para la creación y crecimiento de las empresas. Hoy existen menos empresas exportadoras que en 2009.
Además de todo lo descripto, ese socio, cuando tiene oportunidad habla de manera despectiva sobre “los empresarios” y en muchos casos los hace cargo de sus propias incompetencias.
El socio dice que odia las corporaciones y los poderes hegemónicos, sin embargo, el Estado es la corporación más grande del país y cuando puede se tienta y estatiza empresas que rápidamente se transformar en monopolios.
Ojalá algún día, ese socio obligado de todas las empresas argentinas entienda que sin empresas no hay impuestos y sin impuestos no hay Estado posible. Tal vez, si comprende esto, utilice el sentido común y descubra que con más empresas tendrá más dinero para para gastar o, mejor aún, para desarrollar el país que con el voto popular tiene la obligación de gestionar.
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