Argentina, un lugar que no da más

El Presidente hizo todo lo posible por convertir su gestión en un cúmulo de errores. Incluso desde la campaña electoral prometía medidas para su primer día de mandato que jamás se cumplieron

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El presidente Alberto Fernández (EFE/
El presidente Alberto Fernández (EFE/ Alberto Valdes/Archivo)

Las imágenes y los videos de la fiesta le Olivos no son más que el resumen del gobierno de Alberto Fernández. Lo que se conoció no es un hecho revelador en su mismo sino que es el mejor resumen de la decadencia que ha promovido este Gobierno.

El Presidente Alberto Fernández comenzó su mandato un 10 de diciembre de 2019. A partir de allí hizo todo lo posible por convertir su gestión en un cúmulo de errores, fracasos y traspiés. Incluso desde la campaña electoral prometía medidas para su primer día de mandato que jamás se cumplieron.

Previo a la pandemia, o en tal caso, previo al 20 de marzo donde instauraron las primeras medidas de confinamiento social, Fernández y sus funcionarios gobernaron cuatro meses sin el sesgo pandémico donde increíblemente, tampoco hicieron nada relevante, ni tomado medidas de fondo ni menos aún han iniciado un proceso de cambios, reformas y dictado de nuevas leyes que imperiosamente se necesitaban y se necesitan en la República Argentina.

También llego la pandemia y con ella una cuarentena tan cavernícola que pocos lograron resistir: cientos de miles de empleos perdidos, pymes que cerraron para nunca más abrir sus puertas, personas que perdieron a sus familiares y amigos sin poder despedirse de ellos y un daño psicológico que es difícil aún de evaluar sus consecuencias definitivas.

Previo a la pandemia debieron implementar medidas para salir de diez años de recesión y estancamiento: por desgracia no lo hicieron. Durante la cuarentena y mientras atravesábamos el problema sanitario lo único que debieron haber hecho es pensar en el día después. La pobreza creciente, la desocupación, la inseguridad y la inflación que hace mermar cada vez más rápido el contenido de los bolsillos argentinos. Desde ya que las vacunas debieron ser prioridad: no lo fueron.

Hoy ya encaminados a dejar atrás poco a poco la pandemia (aún con problemas en el esquema de vacunación donde apenas el 20% de la población se encuentra vacunada con las dos dosis razón por la cual la inmunidad de rebaño aún está lejos en el horizonte) tampoco estamos pensando en lo que debiera ser nuestra única preocupación: la creación de empleo.

Es extraño ver como las buenas ideas solo se encienden en épocas electorales. De los dichos a los hechos hay un trecho donde se encuentra la crónica decadencia argentina. A pesar de la realidad, aún hay políticos que intentan transmitir el odio a los ricos, el desprecio por las empresas y las inversiones y el rechazo a la integración con el mundo.

Creer que subiendo impuestos solucionamos todo es no entender siquiera lo últimos veinte años de historia argentina. Creer que castigando al rico se beneficia el pobre es no comprender como funciona el mundo. Creer que alejándonos del mundo nos hace independientes y soberanos no es otra cosa que demostrar ignorancia, avaricia y capacidad de atrasar todo lo que se pueda un país que ya no puede más. Festejan un 3% de inflación mensual, festejan que las grandes empresas multinacionales se van del país, festejan cada intento de estatización que pueda existir, festejan cada nuevo impuesto y cada amenaza pública por sobre la actividad privada, festejan cada cepo y prohibición, festejan cada regulación y festejan cada plan social. Por desgracia, son promotores del pobrismo y el subdesarrollo, de la miseria y la decadencia, del pasado y del olvido. Argentina, un lugar que ya no puede más.

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