Que la grieta no nos robe la empatía

El siglo XXI nos dará grandes oportunidades. El mundo ya es mucho mejor que hace pocas generaciones atrás

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Un amigo me comentó que se sentía muy asombrado ante una situación que le tocó vivir. “Osó” decir que le gustaba el tono de voz con el que habla nuestro Presidente. Inmediatamente fue atacado por gente de su círculo social, incluso por familiares cercanos. Para ellos no había absolutamente nada que reconocerle a Alberto y mi amigo se sintió injustamente incomprendido.

El dióxido de cloro, la vacuna, el confinamiento, el aborto, las divisiones entre macristas, albertistas y cristinistas y las recientes elecciones en Estados Unidos tienen algo en común: la falta de empatía. No nos entendemos.

Hoy en día, desde las distintas ramas del saber, vamos entendiendo que la empatía es un fenómeno complejo, multifacético. Básicamente solemos definirla como entender, ponerse en el lugar del otro. Pero sabemos que es mucho más que eso. Es también escuchar activa y atentamente, es saber reflejar lo que otros piensan, es comprender su historia pasada y su presente, es tomar en serio, es creer, es mostrar simetría. Cada vez hay más estudios científicos que indican que cuando empatizamos con otros se “encienden”, por decirlo de alguna manera, las mismas regiones cerebrales en nosotros y en quien nos transmite algo. Terminamos entonces “sintiendo” lo que el otro siente. La empatía es la capacidad de hacer una profunda conexión con los demás.

Este es un fenómeno muy valorado por todos en general, pero eso no quiere decir que tengamos este sentido desarrollado. Implica un ejercicio, una práctica. Esta consiste en hacer un esfuerzo activo por encontrar lo que hay de cierto en todo. Cada postura social, política, económica, espiritual, esconde siempre, al menos microscópicamente, algo de verdad. Hay que saber encontrarla. Hay puntos de contacto tanto entre los que están a favor o en contra del aborto como de los que están a favor o en contra del FMI: hay elementos en común de cada lado de la grieta.

Hace poco salió en Netflix el documental “El dilema de las redes sociales”, dirigido por el director neoyorquino Jeff Orlowski. Ofrece testimonios de ex empleados de las empresas de comunicación digital más grandes del mundo. Si bien es criticado por ser un poco exagerado y tendencioso, claramente dice algunas cosas que están bastante aceptadas al día de hoy: las redes sociales son potenciadas por una inteligencia artificial que está programada para mostrarnos aquello que va con nuestra forma de pensar, con nuestros valores. Así se aprovechan de un fenómeno psicológico: el sesgo confirmatorio. Un sesgo es un error sistemático a la hora de analizar información. Este sesgo en particular nos lleva a pensar que aquello que va con mis creencias es cierto, sólo porque el que lo dice de alguna manera se parece a mí.

Este fenómeno explica, al menos en parte, la existencia de los terraplanistas, de los antivacunas, de los negacionistas del COVID-19, los promotores de tratamientos no validados como el dióxido de cloro, del ibuprofeno inhalado y, por supuesto, de la grieta. Por mi trabajo como médico psiquiatra estoy en contacto con gente de ámbitos muy distintos, públicos y privados. No me es raro escuchar cosas como ¿quién votó a Macri? o ¿quién votó a Alberto? “No conozco a nadie que lo haya votado…” Y unos y otros comparten entre sí infinitas cadenas de WhatsApp sin chequear los hechos, dando por supuesto que todo lo que se dice es cierto porque me lo mandó un amigo, o alguien del palo. Si no tenemos cierto cuidado, nos alejaremos cada vez más unos de otros. Si no podemos superar nuestras propias barreras mentales estaremos cada vez más encerrados en nuestras pequeñas burbujas y nos convertiremos en los fundamentalistas de los que a veces nos burlamos.

El siglo XXI nos dará grandes oportunidades. El mundo ya es mucho mejor que hace pocas generaciones atrás. Al mismo tiempo es muy complejo. Cada vez se hace más evidente la necesidad de nuevas habilidades. Todos tendremos a mano muchísima información, pero debemos formar nuestra mente para saber procesarla, siendo conscientes de que la inteligencia artificial y los intereses del mercado se aprovecharán de nuestros valores para encerrarnos y mantenernos en línea. De esto también nos salvará la conexión con los demás. Gracias a la empatía podemos estar abiertos a las múltiples y ricas facetas de la realidad y de las personas.

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