Carta a la Argentina de un apasionado por la educación

Llevamos un año sin clases. Si nos equivocamos, lo importante es no volver a tropezar con la misma piedra

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Una alumna de secundaria realiza una actividad al aire libre en su colegio
Una alumna de secundaria realiza una actividad al aire libre en su colegio

Querida Argentina:

Hoy te escribo porque estoy triste y preocupado. Pero, como incorregible optimista que soy, también te escribo esperando que en 2021 hagamos las cosas mejor.

Estoy preocupado por el mal año que vivió la educación. Y no me inquieta tanto el año que pasó, sino el que está por comenzar.

Estamos atravesando una pandemia, y nadie tiene las herramientas para saber cómo actuar frente a lo que nos toca vivir. Lo acepto. Si nos equivocamos, lo importante es no volver a tropezar con la misma piedra.

Tuvimos las escuelas y las universidades cerradas desde marzo. Y los pocos protocolos que se autorizaron a partir del último trimestre fueron contados con los dedos de las manos, para escasos alumnos y para acotadas circunstancias.

Sabemos que, en muchísimos países de diferentes partes del mundo, las escuelas y las universidades se abrieron y que, en general, en ellos no se encontraron razones para volverlas a cerrar; incluso, experimentando una segunda oleada del COVID-19.

Estamos convencidos de que mantener las escuelas y las universidades abiertas es fundamental en infinitos sentidos.

Primero y principal, porque necesitamos que nuestros niños, adolescentes y jóvenes aprendan en serio y adquieran las herramientas para enfrentar un mundo laboral cada vez más desafiante. Las clases en línea (para los que pudieron sumarse) fueron un gran paliativo en un contexto de escuelas y universidades cerradas. Sin embargo, estos encuentros virtuales no pudieron ni pueden reemplazar completamente las actividades presenciales, tan necesarias para los estudiantes de nivel inicial, primario y secundario, así como también para alumnos universitarios. Estos entornos favorecen las mejores condiciones para una formación académica de calidad y para progresar en aspectos claves de interacción e integración social.

Segundo, porque es innegable que las escuelas y las universidades cerradas lamentablemente contribuyen a profundizar la desigualdad educativa entre quienes realmente no pueden acceder a las clases en línea (y muy probablemente terminen abandonando sus estudios) y quienes logran, incluso con dificultades, mantenerse “conectados”.

Tercero, porque niños, adolescentes y jóvenes son de los grupos más afectados por el aislamiento en términos de su desarrollo intelectual, afectivo, social, siendo los espacios de educación los más relevantes para estos aspectos.

Cuarto, porque los padres, en especial de niños y adolescentes, cuentan con el acompañamiento de los establecimientos educativos como puntal fundamental para el armado de la dinámica diaria en todas las familias. Las escuelas cerradas por tanto tiempo socavan el funcionamiento de cualquier esquema familiar y condicionan la capacidad de los padres para poder cumplir de manera plena con sus obligaciones laborales.

Quinto, la figura del docente es vital para el real avance pedagógico de los estudiantes. Suponer que los padres cuentan con el nivel educativo para asumir también este rol formativo es peligroso y muy contraproducente para el proceso de aprendizaje de los alumnos que estudian en línea.

En este balance de año, también quiero pedirte, querido país, que no nos olvidemos de los maestros y que tratemos de ayudarlos para que sigan cumpliendo con su noble y valiente misión de educar. Recordemos que, en este difícil contexto, fueron ellos quienes pusieron el cuerpo, el corazón y la mente para tratar de mantener la continuidad de las clases en condiciones muy difíciles. Fueron quienes lloraron pensando en todos los alumnos que nunca se conectaron o que dejaron de hacerlo. Fueron quienes se angustiaron tanto o más que los padres por las dificultades de conexión o aprendizaje de sus alumnos. Son ellos quienes también ansían y esperan volver a las aulas pronto.

Querida Argentina, no podemos seguir perdiendo el tren del conocimiento. Busquemos la forma de consensuar los mejores protocolos para garantizar la seguridad sanitaria de nuestros alumnos, docentes y colaboradores de escuelas y universidades. Garanticemos que el año 2021 comience con la certeza de que los establecimientos educativos de todos los niveles abrirán sus puertas para recibir a los estudiantes. Y asumamos el compromiso de que cada día será aprovechado al máximo para asegurarles a nuestros niños, adolescentes y jóvenes el derecho pleno a la educación.

Te saluda con el corazón dolorido por el año que vivimos, pero esperanzado por hacer las cosas mejor para el próximo inicio de ciclo lectivo.

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