Historia universal de la pobreza y la infamia (II)

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"24 de marzo de 1976 – 24 de marzo de 2019. Ayer y hoy: ajuste de salarios y jubilaciones, destrucción de la industria nacional, aumento de la pobreza, timba financiera y persecución a opositores políticos", escribió en Twitter la senadora con cinco dictámenes de prisión preventiva a la que el peronismo racional le protege los fueros para que no vaya presa. Y bien, no solo es un tweet infame que proviene de quien después de gobernar doce años dejó los mismos índices sociales de los que hoy se escandaliza, sino porque no dice la verdad. No solo en su absurda pretensión de ser considerada perseguida política cuando lo que la persigue es el Código Penal; no solo porque iguala a un gobierno democrático con una dictadura, sino porque distorsiona la verdad histórica.

Las dictaduras son abominables más allá de sus resultados económicos, y evaluarlas por sus resultados económicos es hacerles un favor. Que Hitler haya acabado con la desocupación en Alemania no disculpa ninguna de las aberraciones del Partido Socialista Nacional de los Trabajadores Alemanes. Y que los resultados económico-sociales de la Dictadura de Videla no hayan sido los señalados por Cristina no exime de sus culpas a Videla y sus cómplices. Aclarado el punto, vayamos a los datos.

No es cierto que la Dictadura haya acabado con la industria nacional. De hecho, según la elaboración de Orlando Ferreres sobre datos del INDEC, durante la dictadura de Onganía-Levingston-Lanusse (1966/1973) que antecedió al segundo ciclo peronista la industria argentina creció al promedio anual del 5%. Fue después, durante el segundo período peronista, que el crecimiento industrial bajó dramáticamente, promediando un mediocre +1.2% si no se computa el año 1976, y solo +0.3% si se lo computa. La horrenda dictadura de Videla no fue impuesta para "desindustrializar". Simplemente prolongó en el tiempo la pésima performance del segundo peronismo, obteniendo una media de +1% anual en 1976/1983 que no difiere de lo hecho por Cámpora, Perón e Isabel. Y no, tampoco fue el compañero Menem, bajo cuyo gobierno la participación de la industria en el PBI osciló entre 16% y 18%, valores perfectamente alineados con el 17% que dejó el gobierno "reindustrializador" de los K en 2015; solo un punto porcentual por encima del 16% de 2003. En cuanto a la "timba financiera", fue el sector que más creció durante los doce años K de la segunda revolución productiva. Un +271% de "Intermediación financiera" contra el 89% del total de la economía y el 69% de la producción de bienes. Son datos del INDEC morenista después corregidos a la baja en su medida y armoniosamente.

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Además, tan cierto es que la pobreza aumentó drásticamente durante la Dictadura como que el peronismo no tiene en este tema nada que reivindicar. Fue durante un gobierno peronista (el de Isabel) que se cruzó por primera vez la barrera del 5%. Fue durante otro gobierno peronista (el de Menem) que se consolidó en un cuarto de la población (26.7% en 1999). Fue durante otro gobierno peronista (el de Duhalde) que superó el 50% y alcanzó su récord histórico (57.5% en octubre de 2002). Y fue otro gobierno peronista (el de los Kirchner) el que la dejó en un tercio de la población a pesar de doce años de viento de cola y mayorías legislativas. En todos los casos, los tres grandes saltos hacia arriba de la pobreza no corresponden al modelo "ajustista neoliberal" sino al modelo inflacionista nac&pop: el de Cámpora-Perón-Isabel, detonado en 1975; el de Alfonsín, que en 1989 llevó a la hiperinflación; y el de Duhalde, que en 2002 llevó a los récords históricos de pobreza y desocupación. Y ya que hablamos de desocupación, tampoco es correcta la acusación de Cristina contra la Dictadura: al finalizar el gobierno de Isabel la desocupación era del 5.2%, y la Dictadura la dejó en 3.9% en 1983. Datos del INDEC.

¿Cuál es la necesidad de distorsionar la realidad para acusar a una dictadura genocida con resultados económicos -además- falsos? ¿No bastan para condenarlos los miles de asesinados, torturados y desaparecidos, los niños arrancados a sus padres y abuelos, el horror de la ESMA y los campos de concentración argentos? ¿No ayuda la falsedad de lo denunciado a lavarles la cara? Las intenciones del infame tweet de Cristina son fáciles de comprender: ensuciar al actual gobierno y lavarle la cara al peronismo. Pero la Dictadura genocida no fue una interrupción del paraíso peronista en el que unos jóvenes valientes y democráticos luchaban por la justicia social. La Dictadura genocida fue la continuidad y la profundización -horrenda, pero profundización al fin- de lo que ya sucedía en 1975 bajo la segunda gestión del peronismo. Fue el peronismo en el poder el que creó la Triple A e instrumentó las listas negras que en 1975 empujaron al exilio a Lupi, Nacha, Brandoni, Mercedes Sosa y tantos otros. Fue el peronismo en el poder el que instrumentó las primeras desapariciones, ilegalizó y reprimió los principales conflictos obreros, ordenó aniquilar a la subversión por pedido públicamente formulado por el propio Perón y decreto del Poder Ejecutivo. Fue el del peronismo el primer gobierno que reconoció a la dictadura de Pinochet y fue Perón el que designó a Massera -e Isabel, a Videla- en los puestos de comando desde los cuales dieron el golpe. Y una vez producido, muchos de sus burócratas sindicales colaboraron con la detención y desaparición de las comisiones de fábrica no peronistas para quedarse con todo. Finalmente, fue el candidato presidencial peronista (el mismo Luder que había dictado los decretos de aniquilación de la subversión) el que prometió que si llegaba a la Presidencia convalidaría los decretos de autoamnistía que se habían dictado los militares. Curiosa coincidencia con la amnistía para los corruptos que preparan hoy.

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Pero no es todo. Los Kirchner jamás presentaron un recurso de habeas corpus a favor de los numerosos amigos detenidos y desaparecidos que dicen haber tenido. Por el contrario, se dedicaron a hacer fortuna apretando deudores hipotecarios con ese instrumento dictatorial que fue la 1050. También es conocida la participación de Néstor Kirchner de actos con militares comprometidos con la represión, como el general Oscar Guerrero, entonces comandante de la XI Brigada de Infantería Mecanizada del Ejército y jefe de la Policía Bonaerense, en ocasión de una ceremonia de apoyo a la Dictadura por parte de las "fuerzas vivas" santacruceñas.

Y la historia de complicidades de los altos mandos K con la dictadura no termina en el matrimonio presidencial. Durante el trágico 1976, el recientemente fallecido canciller de la Nación Héctor Timerman dirigió el diario La Tarde, que apoyaba el exterminio de "extremistas", "subversivos" y "sediciosos". De dominio público es la foto que lo muestra recibiendo honores de Videla. Por su parte, la hermana de Néstor Kirchner y actual gobernadora de Santa Cruz, Alicia Kirchner, fue directora en el ministerio de Asuntos Sociales de la Provincia entre 1975 y 1979, con rango de viceministra. Y otra figura señera del kirchnerismo, Horacio Verbitsky, fue ghost writer de la Fuerza Aérea. No son los únicos sino los más notorios. Pero el ejemplo más aberrante de complicidad con los genocidas corresponde a otro superhéroe K: el doctor Zaffarrancho, Eugenio Zaffaroni, designado por la dictadura el día siguiente al Golpe de 1976, que no solo no presentó ningún habeas corpus sino que rechazó varios.

Transcribo lo escrito por la madre de una desaparecida al señor juez de la dictadura: "Le solicito a Vuestra Señoría que libre despachos telegráficos a efecto de requerir… informes al señor ministro del Interior, al señor Jefe de la Policía Federal y al Comandante del Primer Cuerpo del Ejército, sobre si Alicia Lisso (…) se encuentra detenida en dependencias de alguna repartición, por qué causa y a disposición de qué autoridad competente". La escueta respuesta de Zaffaroni fue: "Resuelvo rechazar el presente recurso de Habeas Corpus número 362 interpuesto a favor de Alicia Lisso, sin costas. Notifíquese". Así fue que Alicia Lisso, 23 años y oriunda de Berazategui, que había sido llevada de su casa en 1976 por el Ejército Argentino, terminó siendo identificada 35 años después en el cementerio de San Martín, donde había sido enterrada como NN.

La historia del kirchnerismo es un capítulo más de la historia universal de la infamia que solo se le escapó a Borges por razones de temporalidad. Podría figurar, por ejemplo, junto a la de cierto presidente sudamericano que hoy quiere festejar el advenimiento de una dictadura. Y nos deja la misma lección: los populismos no son de Derecha ni de Izquierda, categorías de la Democracia, porque son la reencarnación del antiguo régimen monárquico en la Modernidad, es decir: anteriores y contrarios a la Democracia. Entre las muchas historias universales de la infamia, la del kirchnerismo comenzó por un discurso acerca de manos limpias, derechos humanos y principios que no debían ser abandonados en la puerta de la Casa Rosada, y terminó en un país con los niveles más altos de corrupción, degradación social y cinismo de su historia democrática. Allí siguen ahora, ofreciendo soluciones mágicas a los problemas que generaron, armando operetas judiciales para no ir presos, apostándole como siempre al helicóptero y promoviendo una unión electoral cuyo único vínculo de coincidencia es el regreso al poder y a la impunidad.