Debate por el aborto: estoy verde

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(Foto: Patricio Murphy)
(Foto: Patricio Murphy)

Yo sé que estoy verde. Que todo lo analizo bajo el tamiz de cómo impacta tal o cual situación, tal o cual posición, tal o cual declaración en relación con qué puede pasar el miércoles 8 en la sesión en el Senado cuando se discuta el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo. Pero aun en los momentos en los que trato de autoimponerme no ver todo en el tamiz aborto legal-aborto clandestino, me cuesta. Porque me parece que, al final (o desde el principio, mejor dicho) la discusión por esta ley enmarca tantas más cosas que la interrupción del embarazo que me es imposible no estar verde.

Discutir sobre el derecho a la interrupción del embarazo es un tema de derechos y de salud pública. No de cuestiones morales o metafísicas. El aborto no es un asesinato para el Código Penal argentino, y ya está legalizado en ciertas causales en ese mismo Código Penal de 1921 redactado por hombres y aprobado por un Parlamento compuesto en su totalidad por hombres, y refrendado por la Corte Suprema de Justicia en 2012, en el fallo FAL.

Como dijimos mil veces en esta discusión pública (y quizás no hayamos logrado que lo entienda la mayoría de los senadores), no es aborto sí o aborto no. Los abortos existen, las mujeres interrumpen sus embarazos. Lo que estamos discutiendo es si este proyecto de ley resuelve la clandestinidad e inseguridad que suponen los abortos hoy en día para empezar a ser parte de un paquete de políticas de salud sexual por parte del Estado. Y, de nuevo, discutir sobre la ley de aborto nos lleva a discutir sobre tantas aristas de la sociedad en la que quiero vivir y en la que quiero que crezcan mis hijos que me es imposible no estar verde.

Me pone verde que quienes se oponen a la ley no propongan nada, ninguna política concreta para abordar el tema. Si se compara el proyecto de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito con el proyecto con media sanción en Diputados y las modificaciones que proponen los senadores, se verá cómo diputados y senadores y el movimiento de mujeres buscaron generar consensos para encontrar las mayorías y #quesealey. Pero del otro lado solo hay rechazo, que en este caso supone seguir mirando para otro lado, hacer de cuenta que los abortos no existen.

Dicen que no quieren mujeres presas por abortar, pero no proponen cambios en el Código Penal para despenalizarlas.

Dicen que quieren educación sexual, pero tirás un poquito de la piola y solo quieren que los chicos tengan información de los riesgos de la sexualidad y no que entiendan la sexualidad desde el lado del disfrute y el cuidado. Y que las familias y las religiones incidan en qué información reciben, cuando los contenidos mínimos curriculares son potestad del Ministerio de Educación Nacional y de las provincias.

Dicen que quieren distribución de métodos anticonceptivos, pero llevan al Congreso a hablar a Abel Albino con sus forros de porcelana.

Dicen que defienden la vida, pero discuten la cantidad y la importancia de las muertes maternas por abortos inseguros. Y tergiversan los datos porque si parecen pocas, se quedan más tranquilos. Y aún así, tampoco se les conoce propuestas concretas para disminuir las muertes de mujeres (que no es lo mismo que muertes maternas) por problemas cardiovasculares, cáncer de mama u otras.

Dicen que el aborto es inconstitucional pero no se conoce ninguna presentación ni aquí ni en los comités internacionales para que así lo declaren los órganos competentes en los casos en los que hoy ya es legal.

Dicen que en los casos de violación "no sé, qué se yo", pero no presentan un proyecto de ley que derogue las causales actuales. No se animan.

Dicen que el aborto sería obligatorio (?) o nos cuentan casos de personas cuyas madres decidieron no abortarlas, como si la ley promoviera el aborto y no su legalización.

Dicen que "las pobres" no abortan, dato que, además de falaz, esconde (bastante a la vista) la naturalización de la falta de acceso a los derechos sexuales de los sectores que menos acceden a todos los derechos. ¿La maternidad deseada sería solo un tema de "las ricas"?

Dicen que el aborto es un negocio para instalar clínicas abortivas (?) desconociendo no solo el sistema de salud argentino, sino el monumental negocio que supone el aborto clandestino.

Dicen que el aborto es caro e impracticable en nuestro sistema de salud, pero ignoran el aborto con pastillas y nos quisieron hacer ver videos de intervenciones en embarazos avanzados que no forman parte de la ley.

Dicen que defienden la vida bajo el ala de la Iglesia, pero nunca se los vio mover ni un dedo por los menores abusados por integrantes de esa misma Iglesia, a quienes además la jerarquía eclesiástica jamás condenó.

Dicen que se usaría el aborto como anticonceptivo, cuando la ley prevé espacios de consejería y la provisión de métodos anticonceptivos para quienes accedan a la interrupción voluntaria.

Dicen que se permitiría el aborto hasta el noveno mes, pero en ese punto la ley no modifica nada la legislación actualmente vigente. Claro que en las provincias donde más tallan los que se oponen a la ley menos se cumple el protocolo de interrupción legal del embarazo del Ministerio de Salud de la Nación. Porque son férreos defensores de la ley, claro que solo si les gusta la ley.

Lo que no dicen, lo que no ven, es que, pase lo que pase, la noche del miércoles algo habrá cambiado para siempre en la Argentina con respecto al aborto. Con rechazo o con aprobación, el aborto habrá salido del ostracismo, de esa palabra que solo se nombraba en voz bajita, entre pocas. En estos meses el aborto copó las mesas familiares, los medios de comunicación, las plazas de los pueblos y las ciudades. Sirvió, también, para que conozcamos mucho más cómo funciona el Congreso; quiénes son los representantes a quienes elegimos; quiénes legislan pensando en el bien común aún, a veces, aunque eso vaya en contra de sus creencias y quiénes actúen como si nuestro sistema fuera una teocracia. Supimos de proyectos de ley, de dictámenes, de mayorías, de acuerdos entre representantes de distintos partidos. Supimos de mentiras, difamaciones, amenazas. Vimos cómo un plenario de comisiones puede hacerse respetando las diferentes miradas como en Diputados o convertirse en una carnicería como en Senadores. Descorrimos el telón del Congreso. Tenemos una mejor democracia, nos gusten o no la mayoría de los representantes del pueblo y de las provincias. Seguramente este debate impacte sobre el armado futuro de las listas para las próximas elecciones.

Pero mientras decimos: las mujeres seguirán abortando en la clandestinidad. Algunas con mayor seguridad por poder pagar el Misoprostol y tener controles de salud en el mercado clandestino. Otras lo harán en peores condiciones, exponiéndose a complicaciones, infecciones y, en algunos casos, la muerte.

Estoy convencido de que este es el siglo de las mujeres. Y que más temprano o más tarde el aborto será legal. El movimiento de mujeres ha logrado, desde los encuentros nacionales, desde el #NiUnaMenos, desde la increíble participación juvenil, instalarse en el centro del debate público. Como leía en este gran artículo de Pablo Touzón, el movimiento de mujeres es inconducido e inconducible. Pero volviendo al principio de esta catarsis pre-votación, votar por la ley dice tanto de cómo se entiende el rol del Estado, los derechos de las personas, el respeto a las diferencias que a mí permítanme estar así de verde.

El autor es el Director Ejecutivo de la Fundación Huésped.