Lecciones de Cicerón para el político moderno

¿Por qué queremos ver lo privado? ¿Acaso se desarrolló un gusto impertinente por el voyeurismo, ver aquello que estaba reservado para la intimidad del hogar?

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El diputado en un almuerzo dominical con sus hijos en Facebook. La senadora sube una selfie con sus amigas del secundario. El concejal nos muestra su cocina en un videito de Twitter. El Presidente postea una foto jugando con su perro y su hija en una story de Instagram.

¿Por qué mostramos lo privado en la comunicación política? Ciertamente, nos debemos a nuestras audiencias y mostramos lo que ellas quieren ver. Entonces, reformulando la pregunta: ¿Por qué queremos ver lo privado? ¿Acaso se desarrolló un gusto impertinente por el voyeurismo, ver aquello que estaba reservado para la intimidad del hogar?

Mauricio Rodas, alcalde de Quito

Quinto Cicerón, hermano del pretor Romano, esgrimía en su breviario de campaña electoral: "Casi todo lo que se comenta sobre tu reputación de hombre público proviene de tu entorno doméstico". Por ahí va la respuesta a nuestro interrogante: mostramos lo privado porque estamos construyendo nuestra reputación de hombre público. Buscamos lo natural, lo espontáneo, porque es la única garantía de lo verdadero, de aquello que es real y escapa a lo prefabricado o, en otras palabras, "ensayo general para la farsa actual", diría un poeta de misas paganas.

No somos tan ingenuos. Las personas tenemos la capacidad de aprender. Cuando hemos sido engañados y nos hemos percatado posfactum de ello, nuestro evolucionado neocórtex nos permite reflexionar sobre aquellos hechos y personas que nos han engañado. Lo cierto es hemos sido estafados y por mucho tiempo.

Festejando el cumpleaños en el Jardín Maternal de @diputados.argentina

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Victoria Donda, diputada nacional

Ocurrió en la televisión. Cuando nos habíamos acostumbrado a la televisión de los 50 o los 60, en la que la imagen del noticiero o del set inmenso y espectacular no mostraba más que a los conductores o al sketch, llegó una televisión más dinámica. Cómplice de nuestra curiosidad, la televisión nos comenzó a mostrar las escenografías, la iluminación, el detrás de escena (backstage) de esa magia que cautivaba la atención de las audiencias. Este cambio fue lo que Umberto Eco llamó neotelevision, donde el televidente, además, es protagonista. Hoy el televidente sabe de lo ficticio o, por lo menos, duda de la veracidad de lo que ve por televisión

Lunch break: pizza in downtown Davenport, Iowa #AmericaForward

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Barack Obama

El desafío de la verdad, o por lo menos la búsqueda por algo que se le parezca, comenzó en aquella caverna platónica. Cuando descubrimos que las sombras proyectadas en la pared no eran más que personas que proyectaban, no hubo vuelta atrás. Ahora queremos conocer a quienes proyectan las siluetas.

Se plantea un juego perverso en la búsqueda de la verdad: queremos conocer el cuento, pero también queremos saber quién lo narra. Si bien a priori puede sonar contradictorio, no lo es. La legitimidad que el electorado está buscando hoy se trata de conocer una verdad acerca de a quién está votando, pero, aun así, no deja de ser permeable a relatos y construcciones comunicacionales.

Las audiencias quieren ver, ergo, mostrémosles. Ante este desafío y con dos mil años de vigencia, Cicerón señala tres elementos necesarios a transmitir para lograr persuadir a los electores: beneficios, expectativas y simpatía sincera. En otras palabras, ¿qué gano yo si te voto?, ¿qué pasará si ganás?, y la constante búsqueda por lo genuino.

Justin Trudeau, primer ministro de Canadá

El autor es sociólogo, autor del libro "Gustar, ganar y gobernar".