
La transformación que experimentan los pulmones tras años de consumo de cigarrillos revela de manera contundente el impacto del tabaco en la salud respiratoria. Mientras que los pulmones sanos presentan un aspecto rosado, suave y esponjoso, la exposición prolongada al humo del cigarro provoca una acumulación de sustancias tóxicas que altera de forma irreversible su estructura y funcionamiento.
El humo del cigarro contiene más de 7 mil sustancias químicas, de las cuales al menos 250 son nocivas y más de 70 tienen carácter cancerígeno, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Entre los compuestos más dañinos se encuentran el alquitrán, el monóxido de carbono, el amoníaco, el formaldehído y la nicotina.
Al ingresar en los pulmones, estos elementos inflaman y lesionan los tejidos, y con el tiempo el organismo pierde la capacidad de reparar el daño, lo que favorece la aparición de enfermedades crónicas y potencialmente mortales.

La diferencia visual entre unos pulmones sanos y los de un fumador es notoria. Los primeros, formados por millones de alvéolos que facilitan el intercambio de oxígeno y dióxido de carbono, mantienen una estructura ligera y limpia que permite una respiración eficiente.
En contraste, los pulmones de quienes fuman adquieren un tono gris oscuro o negro debido a la acumulación de alquitrán y otras partículas que el cuerpo no logra eliminar por completo. Además, la superficie pulmonar se vuelve gruesa, irregular y puede presentar tejido cicatricial.
Entre las afecciones más frecuentes derivadas del consumo de tabaco se encuentran el enfisema pulmonar, la bronquitis crónica y el cáncer de pulmón. El enfisema destruye los alvéolos, lo que reduce el área disponible para el intercambio de gases y genera dificultad respiratoria, fatiga intensa y sensación de ahogo.

La bronquitis crónica se caracteriza por una inflamación persistente de las vías respiratorias y una producción excesiva de moco, lo que provoca tos continua y falta de aire. El cáncer de pulmón, por su parte, surge cuando los carcinógenos del tabaco causan daños genéticos en las células pulmonares, lo que da lugar a tumores malignos y constituyendo una de las formas de cáncer más letales.
Aunque dejar de fumar aporta beneficios notables para la salud respiratoria, ciertos daños resultan irreversibles. Por ejemplo, los pulmones no pueden regenerar los alvéolos destruidos por el enfisema. No obstante, abandonar el cigarro detiene el avance del deterioro, disminuye el riesgo de cáncer y otras enfermedades, y mejora la calidad de vida.
El daño ocasionado por el tabaco no se limita a quienes lo consumen directamente. El humo de segunda mano también afecta a las personas expuestas, lo que subraya la importancia de sensibilizar a la población, especialmente a jóvenes y adolescentes, sobre las consecuencias del cigarro. Los pulmones, órganos vitales e insustituibles, reflejan en su deterioro la huella silenciosa pero letal del tabaco.
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