
El público celebraba, la música envolvía la noche texana y la Plaza del Valle en Hidalgo, Texas, Estados Unidos, vibraba bajo el encanto de Joan Sebastian.
Nadie podía anticipar que todo terminaría con la tragedia que marcó el día en que Trigo de Jesús Figueroa perdió la vida. Era el 27 de agosto de 2006, y sobre el escenario se mezclaban el espectáculo, la admiración y, al acecho, un peligro imprevisto.
¿Qué fue lo que pasó?
Trigo de Jesús Figueroa, nacido en 1979, hijo mayor del primer matrimonio de Joan Sebastian con Teresa Gonzáles, siempre estuvo cerca de su padre.
No sólo lo acompañaba por el lazo de sangre, sino también como su colaborador indispensable. Se había convertido en su “hombre de confianza”, ese que se encargaba de la seguridad y la logística de los viajes, el escudo discreto y eficaz que protegía a la estrella de los devaneos de la multitud.
El propio Trigo había aprendido a leer las olas de los fans, incluso cuando avanzaban ebrios. Pero esa noche, el peligro no sólo llevaba máscara de alcohol.

La fiesta seguía, pero a medio concierto, el clima se tensó. Aunque en Hidalgo estaba pactado restringir el consumo de alcohol, esa norma se disolvió en la marea de emociones y euforia. Gran parte de los asistentes estaba alcoholizada, algo usual y, en apariencia, gestionable. Sólo que esa multitud, esa jornada, también estaba armada.
Al bajar del escenario, un grupo de aproximadamente 30 personas intentó acercarse al artista para pedir un autógrafo.
El equipo de seguridad, con Trigo a la cabeza, les negó el paso. Entre ellos, tres seguidores reaccionaron con furia. Uno, desbordado por la frustración y el alcohol, sacó una pistola. El estruendo de un disparo al suelo quebró el ritmo de la noche. El caos salió a la luz.

En medio de esa tempestad, Trigo, con sólo 27 años, intentó proteger al público y contener la situación. Al lado suyo estaba su amigo y compañero Antonio Navarro. Ambos intentaron retirarse del peligro, mientras una multitud aterrada buscaba refugio.
Pero los agresores, sedientos de revancha, no retrocedieron. Alcanzaron a Trigo, lo golpearon con la pistola en la cabeza y le dispararon por la espalda.
Las luces del espectáculo se apagaron para la familia. Joan Sebastian cayó de rodillas junto al cuerpo de su hijo, lo levantó y lo sostuvo entre sus brazos.
Trasladaron al joven al Hospital Medical Center de McAllen, donde los médicos lucharon por salvarlo. Intentaron extraer la bala que lo mantenía al borde, pero la muerte se impuso. El médico reportó su fallecimiento a las 18:00 horas de ese domingo.

Al asesino no le tomó mucho desaparecer; tras disparar, supuestamente saltó las vallas y huyó, fundiéndose con la multitud.
Joan Sebastian, devastado, encontró refugio en la música. Compuso la canción “Trigo” en memoria de su hijo perdido. Pero el golpe, lejos de ser único, antecedió a otra pérdida brutal: cuatro años después, Juan Sebastián —hermano de Trigo y también hijo de Teresa Gonzáles— fue asesinado en un club nocturno de Cuernavaca, Morelos.
La llamada fatal llegó al cantante a través de José Manuel, otro de sus hijos, quien cargó con la tarea de informar a su padre que, una vez más, la peor pesadilla se repetía.
En la vida del Rey del Jaripeo, la música y el dolor bailaron juntos, un vals donde la violencia truncó sueños y dejó cicatrices imposibles de borrar.
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