
La película Wall-E de Pixar puede ser una premonición muy cercana a nuestro futuro ya no tan lejano (spoiler alert). Un mundo que manejamos con botones y que todo está hecho para el “bienestar de no hacer nada”, donde la obesidad es la constante, no hay plantas y todo lo dirige una inteligencia artificial (IA) que luego quiere dominarnos.
Como profesores nos preocupan el facilismo de los estudiantes por cumplir tareas, porque la Inteligencia Artificial lo hará y el incumplimiento de las asignaciones porque eso era responsabilidad de otro integrante del equipo y preciso hoy no asistió a clase. Entonces nos cuestionamos: ¿todo debe ser juego para recobrar la atención de los alumnos? ¿todo debe ser desmenuzado para que lo entiendan? ¿el trabajo en equipo es en realidad división de trabajo y el conocimiento queda fragmentado?
Esta es una crítica a la dinámica estudiantil reciente, pero también al sistema que, como muchas reformas, se quiere adaptar a lo nuevo, pero olvidando las ventajas y beneficios de lo viejo.
Creemos que ese es un error garrafal a la hora de usar la herramienta de moda: “la inteligencia artificial” en nuestro salón de clases. La cual responderá las preguntas que le pidamos, pero el razonamiento crítico y la decisión de actuar (todavía), pertenecen al humano.

Para verificar nuestra humanidad, muchos sitios web aún nos solicitan “marcar los semáforos” o “señala los pasos de cebra” en la figura si eres humano y seleccionar si quieres tomar un camino con peajes o la carretera destapada. Pero este grado de decisión también es posible que se pierda, dada la velocidad de aprendizaje de la inteligencia artificial. ¿Cómo podríamos entonces conservar nuestra identidad?
Por ahora lo que nos queda puede ser el carácter crítico que debemos inculcar en los estudiantes.
Ya hay cursos que enseñan cómo preguntar; de hecho, la gran mayoría de videos e instructivos para el uso de la inteligencia artificial generativa es “¿cómo escribir un mejor prompt (instrucción dada a la inteligencia artificial)?; pero en esto también la IA se supera a sí misma si le solicitamos “Hazme una mejor instrucción que pueda entender un niño de 5 años”. Sin embargo, el riesgo está en tomar los resultados de la IA como verdaderos y absolutos, porque se ha demostrado su capacidad para generar sus “propias ideas” y proporcionar una cita que no existe. Por eso es fundamental que el estudiante lea, contraste ideas y corrobore referencias, sólo así tendrá resultados de calidad.
Por otro lado, hay docentes que aún le temen a la IA y en vez de usarla a su favor, como un asistente que aprende rápido y ahorra tiempo, siguen pensando que casi todos los trabajos dejarán de existir porque seremos reemplazados por un ejército de robots. Si bien es cierto que esta es una invitación a rediseñar el tipo de actividades de aprendizaje que creamos como profesores, es fundamental conocer al “nuevo amigo o al enemigo” y con esto incorporarlo en la educación en todos los niveles. Es importante estar a la vanguardia para sacar el mejor provecho de todos los beneficios que la IA representa.

Cuando aparecieron los buscadores y el acceso a una gran cantidad de información se hizo posible, se crearon normas de citación con el fin de dar crédito a los creadores de un determinado contenido. En el caso de la IA se han ido creando lineamientos sobre el uso ético de la misma, aunque hasta ahora han sido esfuerzos aislados y particulares. Consideramos pertinente que también exista una estandarización mundial de las normas y con ello se da claridad a los procesos de creación intelectual.
Desde el punto de vista de las instituciones educativas, la preocupación es entonces sobre el tipo de profesionales que se envían al mercado laboral. Los empresarios ya dicen que las competencias blandas son las que van a regir las nuevas decisiones de contratación porque con la multiplicidad de opciones para educarse en lo técnico y profesional (incluso con capacitaciones dentro de la misma empresa), más la reducción de trabajos operativos y de conocimiento, lo que queda es centrarse en la interacción humana, el trabajo en equipo y la colaboración, la adaptabilidad, el manejo del tiempo, las emociones, la reflexión y la ética. Esos ingredientes que por su naturaleza seguirán siendo humanos. Por supuesto, las instituciones de educación, si no lo han hecho, deben agregar capacitaciones en cómo usar la IA, entenderla como herramienta, seleccionar la más adecuada y tener un uso informado y profesional de ellas, bajo ningún punto de vista deberían de ser sustitutas, sino complementos del conocimiento.
Así como Kyle Reese le dijo a Sarah Connor en 1984: “El Terminator está ahí fuera. No se puede razonar con él. Es un exterminador. No siente lástima, ni remordimiento, ni miedo y no se detendrá ante nada, jamás, hasta que estés muerta”, aún está por verse hasta dónde llegará la evolución de la IA y cómo esta se combinará con máquinas cada vez más hábiles y eficientes, por ahora sólo queda seguir aprendiendo y desaprendiendo; ahora más que nunca hay que darle paso a la adaptabilidad. Nosotros como autores seguiremos observando el entorno para un artículo de continuará, pero por ahora sólo nos queda decir: ¡Hasta la vista, Baby!
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