
Eso se escucha muchas veces: “No tengo ebook”. Por eso, algunos dicen que no pueden leer libros electrónicos. “No tengo ebook”, “No tengo el aparato”. Pero el “ebook”, en realidad no es ningún dispositivo sino el archivo digital, el libro mismo. ¿De qué hablan, entonces?
Veamos.
Entre los lectores se popularizó el kindle, un lector de libros electrónicos (en inglés, e-reader) vinculado a la tienda de ebooks Amazon. Sirve para leer lo que se compra en esa tienda. Es sencillo, funciona bien y, de alguna manera, se volvió la manera más común de leer en digital. ¿La contra? No se puede comprar libros en ninguna otra tienda y Amazon vende en dólares.
Como este ebook anduvo bien, salieron muchos otros e-readers, de otras marcas. Son similares y muchos sí están abiertos. Depende de dónde se compren los libros habrá que seguir algunos pasos y los archivos -los libros- se cargan en ese dispositivo y listo.
Pero, claro, eso sigue para los que sí tienen “ebook” y acá veníamos a hablar de los que dejan de lado el enorme repertorio de textos que se consiguen en digital diciendo: “No tengo ebook”.
Bueno, una noticia: no hace falta ningún “aparato” en particular. Digo, para empezar, ninguno que no tengas en el bolsillo. O al lado de la cama. O sobre la mesa. Ahí vamos. Pero permítanme una digresión.
Tres ventajas de los ebooks
1. Los libros electrónicos no son pdfs, ese formato habitual en el que circulan los documentos. El pdf es más parecido a una foto, está como está y hay que arreglárselas para hacerlo encajar en la pantalla que uno tenga. El “ebook”, en cambio, es flexible. Se puede agrandar o achicar la letra, se puede subrayar o realtar, se les puede agregar notas propias que, además, quedan guardadas juntas, para ser consultadas de un vistazo. Se puede empezar en un dispositivo y seguir en otro: no se perderá ni la propia biblioteca ni las notas que uno haya hecho. Y si perdés el dispositivo.. no pasa nada. Cuando vuelvas a cargar tus datos en el próximo, tendrás todo de nuevo.
2. Se consigue de todo, el stock es infinito. ¿Qué pasa cuando un libro se acaba o no se vende en una librería? Se acaba o se devuelve y, si sobran muchos ejemplares, se destruyen. No todo se reimprime. Grandes novelas con algunos años de antigüedad pueden ser muy difíciles de conseguir. Los libreros deben elegir bien a qué títulos apuestan en el espacio limitado que tienen. ¿Los ebooks? Nada, se almacenan en la nube. La oferta es enorme. Se puede acceder a tiendas locales -como Bajalibros- que venden en la moneda del país o a grandes tiendas internacionales.

3. Los ebooks son mucho más baratos. Son 4, 5, 6 veces más baratos. Un par de ejemplos: el best seller Resetea tus intestintos, de Facundo Pereyra sale 5.560 pesos argentinos en librerías y 950 en digital. Un mal nombre, parte de la saga Dos amigas de Elena Ferrante, en papel, cuesta 8.399 pesos argentinos mientras que el ebook se consigue por 1451. Y Conocer a Perón, de Juan Manuel Abal Medina, en un caso sale 2.000 pesos argentinos y en el otro, 7.900. Además, hay muchos libros gratuitos... y legales. Leamos, la editorial de Infobae, publica periódicamente ebooks gratuitos, como Muchachos. La selección que nos hizo felices -que se descarga acá-; Los vientos, de Mario Vargas Llosa -que se encuentra acá- o ¿Mito o realidad? Ocho postulados sobre nutrición que conviene revisar, de Francis Holway, que se baja de acá.
Y una desventaja
El papel tiene una historia y una memoria afectiva que parecen tener un peso en los lectores. Algunos hablan de “el olor del papel”, como algo más allá de lo intelectual que está asociado a la experiencia de leer. Oler el libro y tocar páginas con el dedo. Eso los ebooks no lo pueden dar.
Y ahora sí, el dispositivo
Cualquiera que tenga un teléfono o una tablet tiene un ebook. Alcanza con bajarse una o varias aplicaciones de lectura. Si se usa la de las tiendas que venden los libros, los ebooks que se adquieran se abrirán allí automáticamente. Y allí se prodrá hacer todo lo que dijimos antes. Quien tenga una computadora también tiene un ebook, aunque el procedimiento será diferente.
El teléfono tiene la ventaja de que lo tenemos siempre encima. Te agarrra una espera larga en un consultorio y, en lugar de dar vueltas por las redes sociales y terminar con la sensación de que el tiempo se ha ido en cosas que cada minuto que pasan te interesan menos, te metés en el libro que estás leyendo y la espera se vuelve grata. ¿La desventaja? Hay lectores a los que el tamaño del teléfono les resulta chico.
La tablet es, para muchos, la medida ideal. Una de 7 o, mejor, 8 pulgadas, es similar a un libro de papel. Entra en cualquier cartera chica y suele tener una conectividad menor que el teléfono: suelen conectarse sólo por wifi, sin número de teléfono propio, y por eso no reciben llamadas ni whastapps. Así, se puede estar un poco más aislados al leer en la tablet. Para prepararla, igual que en el teléfono: bajar las apps, regular brillo y tamaño de letra... y listo.
Y aunque para algunos la computadora pueda resultar un lugar menos confortable para leer, gran parte de los que leen en digital la usan: sentados a la mesa, tal vez tomando nota al costado, con un café bien apoyado junto al teclado. De nuevo: de acuerdo al sitio que se elija para comprar los libros habrá que ajustar esto o aquello para que el libro funcione, pero nunca son más que unos pasos la primera vez.
¿No tenés ebook? ¿En serio?
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