
Rudy Ulloa regresará a los tribunales de Comodoro Py, en cierta forma.
Lo hará a distancia, seguramente desde Río Gallegos, como imputado en ese mosaico masivo que será la pantalla de Zoom del juicio de la causa de los cuadernos de las coimas que comenzará este 6 de noviembre, junto a otros 74 imputados y sus defensas ante el Tribunal Oral Federal N°7, la fiscal acusadora Fabiana León y la querella de la Unidad de Información Financiera llevada adelante por el fiscal federal Paul Starc.
Estarán todos esos políticos, la vieja cúpula de su viejo jefe, su ex mujer, su ministro estrella, junto a Ángelo Calcaterra, Benito Roggio, Enrique Pescarmona, algunos de los más ricos y relevantes de la Argentina. Y luego Rudy, ex chofer de Néstor Kirchner convertido en empresario polirrubro -algunos medios, una firma financiera, el rubro inmobiliario también-, que engrosó su patrimonio personal de forma notable, y que siempre estuvo allí junto a la cúpula, un leal, hoy a sus 65 años.
Si uno tiene suerte, podrá verlo entre el caos de la pantalla. O cuando sea indagado por los jueces, si es que decide hablar.

El chofer Centeno lo nombró varias veces en sus bitácoras; relató cómo trasladaba a Baratta a ver a Ulloa para entregar sobres con dinero, sin precisar montos. Ulloa se había negado a declarar ante el juez Claudio Bonadio en agosto de 2018, en ese entonces representado por el eximio penalista Adrián Tenca. Negó, también, todas las imputaciones en su contra.
Finalmente, Bonadio lo envió a juicio oral en septiembre de 2019, seis meses antes de su muerte, acusándolo de ser un miembro de la asociación ilícita encabezada por Cristina Fernández de Kirchner y Julio De Vido, con tres hechos de entrega de dádivas, como parte de esa supuesta segunda línea de los responsables políticos integrada, un grupo integrado por Nelson Lazarte, secretario privado de Roberto Baratta, José María Olazagasti, secretario de Julio De Vido, el jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina, el fallecido secretario privado de Presidencia Héctor Daniel Muñoz, o el chofer Centeno mismo, acusado de no denunciar, un pecado de omisión.
De acuerdo a la letra de la imputación, Ulloa le entregó plata tres veces a Roberto Baratta, en un departamento de la calle Viamonte. Estos supuestos pagos, por los que fue procesado, se realizaron el 14 de octubre de 2008, el 16 de diciembre de 2008 y el 9 de febrero de 2009 respectivamente, siempre en horas de la tarde. Hubo otros encuentros. Centeno anotó en su ingreso del 10 de noviembre de 2010; “Del ministerio lo lleve al Licenciado Baratta y Nelson (Lazarte, secretario de Baratta) a Paraguay 430 al Hotel a reunirse con Rudy Ulloa, luego los lleve a Lavalle 462; luego al Ministerio.”
Ciro James y Pablo Speranza, los abogados que asumieron su defensa tras la salida de Tenca, se opusieron a la elevación a juicio y pidieron su sobreseimiento, al asegurar que “no hay pruebas que tornen al nombrado responsable de los delitos imputados”. La Oficina Anticorrupción liderada por Laura Alonso, en ese entonces querellante en el caso, intentó subir la temperatura contra Ulloa, cuando pidió que lo acusen de cohecho, tal como lo hizo el fiscal Stornelli.
Hay una diferencia. En la letra del Código Penal, “dación de dádiva” y “cohecho” no son lo mismo. El cohecho implica un acuerdo para obtener algo por ese dinero, una contraprestación. La OA, por su parte, entregó contratos de obra Pública celebrados, en el período 2003-2015, entre el Estado y las empresas de Ulloa, el período de la causa Cuadernos.

El departamento de la calle Viamonte tampoco es un escenario menor. Fue el domicilio fiscal de la firma Cumehue SA, dedicada desde 2005, al menos en los papeles de ARCA, al negocio financiero, una de siete empresas que Ulloa conformó desde 2005 hasta 2018. En Cumehue, Ulloa era director suplente, de acuerdo al Boletín Oficial.
La pista tampoco termina en el microcentro porteño: sigue por aire. Un tripulante de cabina de los aviones presenciales Tango declaró en el expediente investigado por el fiscal Carlos Stornelli. Aseguró que en esos vuelos, rumbo a Río Gallegos, Héctor Daniel Muñoz, el imputado clave de la historia de lavado de dinero del caso, era el pasajero principal. Este tripulante de cabina “recordó haber visto a Muñóz llevar consigo un bolso tipo deportivo de color amarillo que parecía ser muy pesado por el modo en que lo maniobraba”, escribió el fiscal Stornelli en uno de sus pedidos de elevación a juicio. El testigo recordó que Ulloa era “una de las personas que solían esperarlos en Río Gallegos o en El Calafate”
Stornelli también preguntó por esas maletas en los aviones que llevaban a la familia presidencial al sur. Un oficial a cargo que también declaró en la causa aseguró: “Dicho equipaje no siempre era escaneado por el escáner móvil de la Policía de Seguridad Aeroportuaria”.

Los cuadernos de Centeno no son la única pista que complica a Ulloa. Los viajes del chofer fueron cotejados con las llamadas entrantes y salientes de su celular al momento de los hechos. “Se corroboró que Rudy Ulloa mantuvo conversaciones telefónicas con Roberto Baratta los tres días en los cuales se encontraron y se materializó la entrega de dinero”, continuó Stornelli. El empresario Carlos Wagner y el ex funcionario José López, el hombre de los bolsos, también lo complicaron con sus declaraciones, cuando lo marcaron como un miembro clave del entorno.
En el caso de Rudy, la lealtad tal vez tiene premio. Al contrario de muchos otros en la causa Cuadernos, descartó declarar como arrepentido. Ulloa acompañó a Néstor Kirchner como cadete en el estudio jurídico que montó en Santa Cruz, mucho antes de dedicarse a la política. Cuando Néstor llegó a la función pública, Ulloa también estuvo allí; lo señalaron como un líder de punteros en los 90. Años más tarde, Rudy se convertiría en uno de los blancos favoritos de las declaraciones de Elisa Carrió, casi una muletilla.
En mayo de 2019, ya procesado en la causa Cuadernos, recibió a Alberto Fernández durante su campaña presidencial en Río Gallegos. Allí, en medio de un acto partidario, le entregó una estatuilla de Néstor Kirchner.
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