
En las primeras horas del 30 de diciembre de 1999, el exintegrante de Los Beatles, George Harrison, se enfrentó a uno de los episodios más violentos y traumáticos de su vida. Dormía en su mansión de Friar Park en Inglaterra, cuando un hombre ingresó a la residencia y atacó al músico con una furia desmedida y lo apuñaló en más de 40 ocasiones. Dos de las puñaladas pusieron en serio riesgo su vida. La intervención decisiva de su esposa, Olivia Harrison, resultó fundamental para evitar una tragedia.
La preocupación por la seguridad personal acompañó a George Harrison desde el asesinato de John Lennon ocurrido en diciembre 1980. El guitarrista había extremado las medidas de protección en su hogar, instalando alambrados, cámaras y sistemas de alarma, intentando proteger tanto a su familia como a sí mismo de fanáticos y desconocidos que, en distintas oportunidades, lograron vulnerar su privacidad. En una oportunidad, dijo: “Nos han usado a nosotros como excusa para volverse locos, pero el mundo está loco hace mucho. Y nos quisieron culpar a Los Beatles”.
La imponente mansión de Friar Park, donde fue atacado Harrison, situada a menos de 40 kilómetros de Oxford, con 120 habitaciones, lagos, canchas de tenis y un moderno estudio de grabación, se convirtió en el refugio del músico tras adquirirla en 1970. Allí, dedicaba buena parte de sus jornadas al cuidado de los extensos jardines. Era tanta su pasión por el cuidado de las plantas que en la escuela le preguntaron a su hijo a qué se dedicaba su padre y el entonces pequeño Dhani Harrison respondió: “Mi papá es jardinero”. La vida de retiro y meditación que Harrison había adoptado contrastaba con los episodios inquietantes protagonizados por admiradores obsesivos, como el caso de una fanática que irrumpió en una de sus propiedades en Hawái poco antes del ataque en Friar Park.

Mientras la humanidad se preparaba para celebrar el fin del milenio y muchos temían las consecuencias del tan anunciado y luego inocuo efecto Y2K, la familia Harrison se refugió en su casa. En la noche del 29 de diciembre, tras ver una película y acostarse pasada la medianoche, la tranquilidad se vio alterada cuando, alrededor de las 3:30 de la madrugada, Olivia Harrison despertó sobresaltada por el ruido de vidrios rotos. La mayoría del personal de la casa estaba ausente por vacaciones, lo que dejó a la familia prácticamente sola ante la emergencia.
El intruso, identificado después como Michael Abram, de 33 años y nacido en Liverpool, había ingresado rompiendo una zona del alambrado y forzando una ventana con una estatua del jardín. Armado con un cuchillo de cocina y la lanza de la misma estatua, Abram se encontró cara a cara con George Harrison en el interior de la mansión. El músico intentó calmarlo repitiendo el mantra “Hare Krishna, Hare Krishna”, pero la respuesta del atacante fue una serie de gritos ininteligibles antes de encarar escaleras arriba hacia él.
Al percibir el peligro inminente no sólo para sí mismo, sino también para su esposa, su hijo, un amigo del joven y su suegra, George Harrison decidió interponerse como último obstáculo. En el forcejeo, el agresor logró clavarle una puñalada en el abdomen, comenzando así una violenta lucha en la que ambos rodaron por las escaleras. Harrison relató que en un momento de la pelea sintió cómo la sangre comenzaba a llenar sus pulmones y se convenció de que la herida era mortal: “Sentí que mi pecho se desinflaba. La sangre inundaba mi boca y el aire se escapaba de mi tórax. Mis brazos cayeron al costado del cuerpo, no los podía levantar. Mis fuerzas se evaporaron. Estaba convencido de que me había herido de muerte”, contó el ex Beatle.

La situación se volvió aún más crítica cuando el atacante logró quedar sobre Harrison y continuó apuñalándolo. Fue entonces cuando Olivia Harrison intervino, bajando las escaleras armada con un atizador de chimenea para golpear al agresor. Aunque el primer impacto no logró detenerlo, su acción permitió que George ganara tiempo. Ella describió el estado de su esposo durante el ataque: “George trataba de detenerlo tomando de las muñecas. Estaba muy pálido. Nuestras miradas se cruzaron. Nunca le había visto esa mirada. Sus ojos estaban como vacíos”, declaró la segunda esposa de Harrison tiempo después.
El atacante, enceguecido, se volvió contra Olivia, golpeándola e intentando herirla con el cuchillo. En medio de la pelea, George, haciendo uso de sus últimas fuerzas, se arrojó nuevamente sobre el agresor para proteger a su esposa. La lucha continuó hasta que Olivia consiguió agarrar una lámpara de metal y, con un golpe certero en la cabeza del intruso, logró hacerlo caer y que soltara el arma. El músico recogió rápidamente el cuchillo, mientras Olivia le pegaba dos nuevos golpes al atacante que intentaba reincorporarse, gritándole: “¡Basta, pará!”.
Con el agresor malherido y la familia exhausta, el atacante se arrastró hacia el jardín, donde fue finalmente interceptado por la policía, que lo inmovilizó sin dificultad. Al ser detenido, Abram solo repetía: “Lo hice, lo hice”. Las ambulancias arribaron poco después, y tanto George como Olivia fueron evaluados por los médicos. El ex Beatle presentaba múltiples cortes y heridas graves: más de 40 cuchillazos, dos de los cuales resultaron particularmente peligrosos. Uno de ellos penetró la parte superior del pulmón derecho y la otra estuvo a menos de un centímetro de alcanzar una vena que conecta los pulmones con el corazón, lo que pudo haber sido letal. Los médicos debieron intervenir quirúrgicamente, retirando parte del pulmón y suturando otras heridas. Según informaron por aquellos días de hace 26 años, el corazón de Harrison se salvó “por menos de un centímetro” gracias a que la hoja del cuchillo chocó con una costilla. Olivia también fue hospitalizada, presentando cortes, golpes y hematomas.
La policía inició la investigación del ataque, enfrentando la presión de los medios y el desconcierto sobre las motivaciones del agresor. Al principio, debido a las heridas que había recibido en la cabeza durante el forcejeo, Michael Abram no pudo declarar. El jefe policial aclaró ante la insistencia de la prensa que quería saber si el agresor era un fanático de Los Beatles: “Los gustos musicales de un sospechoso de un intento de homicidio nunca es lo primero que nos ponemos a averiguar”.
Con el avance de la investigación, se estableció que Abram padecía problemas mentales y, según declaraciones de su madre durante el juicio, el hombre estaba convencido de que Los Beatles estaban “poseídos” y que su misión era acabar con Harrison, a quien consideraba un “hechicero del mal”.

Según se comprobó, aproximadamente un mes antes de irrumpir en la casa de Harrison y apuñalarlo, Michael Abram estaba internado en una sala psiquiátrica en Merseyside, el condado inglés cuyo centro es Liverpool. Padre de dos hijos, llevaba una década luchando contra la adicción y la esquizofrenia no diagnosticada y la policía lo había llevado a un hospital de Merseyside en noviembre de 1999.
La madre de Abram, Lydia, dijo en entrevistas que el sistema de salud había fallado con su hijo y era “total y completamente inútil”. Tras dejar el hospital, Abram volvió al departamento donde vivía solo en Liverpool, sentado “en una maceta volcada” en sus habitaciones casi vacías, escuchando Los Beatles, John Lennon, U2 y Bob Marley, según se explicó en el juicio. Sus vecinos lo veían caminar cada semana a la farmacia a recoger su metadona, cantando canciones de los Beatles en el trayecto.
Las audiencias tras el apuñalamiento de Harrison revelaron que Abram había presenciado un eclipse total el 11 de agosto de 1999, lo que lo llevó a creer que era San Miguel y que tenía la misión de Dios de matar a Harrison, a quien consideraba el “fantasma maligno” que lo poseía. “Pensaba que George Harrison era un alienígena del infierno”, dijo el psiquiatra Phillip Joseph ante el tribunal. “Pensaba que Los Beatles eran brujas volando en escobas desde el infierno”.
Cuando llegó al Tribunal Abram tenía dos cargos de intento de asesinato en su contra. Luego de dos sesiones, el jurado decidió sobreseerlo en noviembre de 2000 por demencia. Tres psiquiatras declararon que padecía esquizofrenia paranoide. Fue enviado a un instituto de salud mental. En el momento del veredicto Harrison (que moriría un año más tarde), su esposa y su hijo estaban en el Tribunal.
Tras el ataque, George Harrison debió someterse a un periodo de recuperación que incluyó tratamientos médicos y reposo absoluto. El trauma físico se sumó al impacto emocional, profundizando su desconfianza hacia el mundo exterior y su deseo de permanecer alejado de la exposición pública. Las autoridades continuaron investigando el caso y, durante el proceso judicial, se determinó que Abram actuó motivado por un cuadro psicótico, lo que influyó en el tratamiento legal de su caso.
Aquel 30 de diciembre de 1999, la historia de George Harrison y su familia se vio marcada por la violencia irracional y el peligro que puede surgir incluso en la aparente seguridad de una mansión fortificada. La secuencia de hechos, desde la irrupción del atacante hasta la lucha desesperada por sobrevivir, quedó grabada en los testimonios de los protagonistas y en los registros policiales.
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