A los 15 mató a golpes a la madre de su amiga, cambió su identidad y se convirtió en una exitosa escritora de crímenes

Juliet Hulme era una adolescente cuando ayudó a su mejor amiga Pauline Parker -se habían enamorado- a asesinar brutalmente a su madre. Le destrozaron la cabeza con un ladrillo. La relación prohibida, las razones del crimen, un diario íntimo y la condena: 5 años de prisión y no verse nunca más en la vida. Luego del horror, ambas cambiaron sus identidades y sus vidas. Cómo Juliet logró mantener su pasado oculto bajo el nombre de Anne Perry

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Pauline Parker y su amiga Juliet Hulme: tenían 16 y 15 años cuando asesinaron a golpes a la madre de la primera
Pauline Parker y su amiga Juliet Hulme: tenían 16 y 15 años cuando asesinaron a golpes a la madre de la primera

Un buen pedazo de ladrillo rojo, de mil quinientos gramos, enfundado dentro de una oscura y vieja media, fue el arma con la que golpearon 45 veces a Honora Parker antes de morir. Cada descarga de ese kilo y medio, se multiplicó embebida en el odio del brazo ejecutor de Pauline Parker, su propia hija.

Cuando Pauline, de 16 años, se cansó; Juliet Hulme, de 15, su íntima amiga, tomó la posta. Entre las dos lograron el objetivo: Honora (45), con su cabeza destrozada, dejó de respirar.

Esta escena de la vida real, ocurrida muchísimos años antes de que Juliet devenida en Anne Perry recogiera éxitos literarios escribiendo novelas negras, debe haber sido un pilar fundante en la vocación de la autora consagrada. Solo que durante décadas nadie supo que la agradable Anne se llamaba en realidad Juliet Hulme.

La débil salud física y... mental

Juliet Hulme procedía de una familia acomodada: era la hija mayor del prestigioso médico inglés Henry Hulme y de Hilda, una conocida consejera matrimonial. Nació el 28 de octubre de 1938, en Blackheath, Londres, en el Reino Unido. Desde pequeña fue diagnosticada con problemas respiratorios y, por ello, a los 9 años fue enviada por sus padres al Caribe y a Sudáfrica, con la esperanza de que en climas más cálidos su salud mejorara.

Cuando Juliet cumplió 13 años, su padre fue nombrado rector de la Universidad de Canterbury, en Christchurch, Nueva Zelanda. La familia se instaló allí con Juliet y su hermano Jonathan, cinco años menor. Otra vez, estaban todos juntos, pero Juliet no era en absoluto feliz. Sus padres no le prestaban demasiada atención: su madre tenía un amante, Walter Perry, un ingeniero muy carismático, y su padre trabajaba demasiado. Fue la propia Juliet quien encontró juntos, en la cama, a su madre con su amante.

El divorcio de Henry e Hilda se materializó tres días antes del crimen de Honora.

Por su parte, Pauline Parker nació en 1938, en la localidad neozelandesa de Christchurch, en una familia de pequeños empresarios. Su padrastro, Herbert Rieper, dirigía una pescadería; su madre, Honora Parker manejaba una pensión. Si bien convivían, no estaban casados. Pauline era la segunda de cuatro hermanas. La mayor, Wendy, no le ocasionó a sus padres ningún problema. Pauline, en cambio, sería su gran preocupación. La tercera padecía, se cree, Síndrome de Down y fue institucionalizada y la cuarta nació con un defecto cardíaco congénito, tenía la piel azul y murió poco tiempo después.

Lo que había empezado siendo una amistad incondicional se transformó en una intensa relación sentimental. Se habían enamorado y soñaban con huir a Nueva York para publicar sus textos en grandes editoriales o con adaptar al cine las piezas de Juliet para que Pauline pudiese interpretar algún papel
Lo que había empezado siendo una amistad incondicional se transformó en una intensa relación sentimental. Se habían enamorado y soñaban con huir a Nueva York para publicar sus textos en grandes editoriales o con adaptar al cine las piezas de Juliet para que Pauline pudiese interpretar algún papel

Juliet tenía 15 años cuando conoció a Pauline en el secundario Christchurch Girls’ High School. Ambas usaban el impoluto uniforme del colegio: blusas blancas debajo de túnicas azules. Pauline, tenía un año más y padecía osteomielitis desde los 5 años. Esa enfermedad ósea le había ocasionado una irremediable renguera. No podía jugar al tenis ni correr como el resto de los chicos de su edad y eso la tenía muy acomplejada. Sus problemas médicos las acercaron y las chicas se volvieron inseparables. La lectura fue un refugio y adoraban leer las historias de Agatha Christie y de Arthur Conan Doyle con su personaje Sherlock Holmes. Disfrutaban imaginando historias, escribiendo relatos y escenas dramáticas.

Sus extravagantes mentes empezaron a construir un mundo de fantasía donde los famosos, las películas y los asesinatos se daban cita. Ellas lo bautizaron ‘El cuarto mundo’. En ese planeta ficticio no eran Pauline y Juliet, eran Gina y Deborah.

En 1953, mientras sus padres estaban en Inglaterra y ella se quedaba en la blanca casa de Pauline, Juliet tuvo que ser internada por tuberculosis. Pauline no se separó de su cama en los casi cuatro meses que estuvo en el sanatorio. Solo quería estar al lado de su amada amiga e, incluso, llegó a decir que deseaba padecer la misma enfermedad. “Sería maravilloso”, escribió en su diario.

Honora era quien llevaba a su hija a visitarla y se convirtió en testigo privilegiado de la génesis de esa simbiosis que experimentaban las jóvenes.

Lo que había empezado siendo una amistad incondicional se transformó en una intensa relación sentimental. Se habían enamorado y soñaban con huir a Nueva York para publicar sus textos en grandes editoriales o con adaptar al cine las piezas de Juliet para que Pauline pudiese interpretar algún papel.

Un amor inconveniente

Si la relación sexual entre ellas realmente se concretó o no, es algo que no se sabe a ciencia cierta. Pero cabe recordar que en la década del cincuenta las relaciones homosexuales no eran bien vistas. Menos en sociedades como la de Christchurch, donde imperaban los principios católicos más estrictos.

Honora había detectado que esa amistad era “perturbadora” y al regreso de Gran Bretaña de los Hulme se los comunicó escandalizada. Ellos, alarmados, recurrieron a la ayuda de un psicólogo. Poco tiempo después sobrevino la separación de los Hulme. Henry preparó su regreso a Londres y dejó su puesto en la universidad. Juliet no iría con él, pero tampoco viviría con su madre. Decidieron que debido a su frágil salud se mudaría con su tía a Sudáfrica. Era la excusa perfecta para no tener que hacerse cargo del problema que representaba Juliet con su “insensata relación”.

Pauline Yvonne Parker y Juliet Marion Hulme dejan la Corte de Christchurch luego de escuchar los cargos por asesinato (Getty)
Pauline Yvonne Parker y Juliet Marion Hulme dejan la Corte de Christchurch luego de escuchar los cargos por asesinato (Getty)

Cuando la joven le contó las novedades a su amiga Pauline, esta se desesperó y le dijo que ella la acompañaría a Sudáfrica.En junio de 1954, sus padres decidieron que Juliet viajaría a Sudáfrica el 3 de julio.

Juliet protestó y reclamó que Pauline fuese con ella. No querían ser separadas de ninguna manera. Se cree que Juliet habría aprovechado el descubrimiento del romance de su madre para presionarla y que aceptara que Pauline viajara a Sudáfrica.

El problema fue Honora, la madre de Pauline, que se opuso de manera tajante. No lo permitiría de ninguna manera. Ese día Honora firmó su sentencia de muerte: las chicas empezaron a planear cómo quitarla del medio.

La ilusión de matar a mamá

El diario personal de Pauline comenzó a llenarse de páginas y páginas. El 28 de abril de 1954 escribió: La rabia contra madre hierve dentro mío. Es ella el mayor obstáculo en mi camino”. Pauline sentía que si ella moría, ese obstáculo se esfumaría. Relató en su cuaderno: “Lo tenemos estudiado cuidadosamente y temblamos ante la idea. Como es natural, nos sentimos un poquito nerviosas. Pero el placer de los preparativos es muy grande”.

En su diario la adolescente contaba los planes, las dudas y daba detalles de todo lo que ocurriría el 22 de junio de 1954 en el Victoria Park.

Ese sería el día señalado.

Diez días antes, Pauline y Juliet repasaron los pormenores del asesinato: “Decidimos usar una piedra dentro de un calcetín, es mejor que un saco de arena. Comentamos el plan hasta el más mínimo detalle”.

Pauline y Juliet repasaron los pormenores del asesinato: “Decidimos usar una piedra dentro de un calcetín, es mejor que un saco de arena. Comentamos el plan hasta el más mínimo detalle”
Pauline y Juliet repasaron los pormenores del asesinato: “Decidimos usar una piedra dentro de un calcetín, es mejor que un saco de arena. Comentamos el plan hasta el más mínimo detalle”

El 21 de junio de 1954, horas antes de matar a su madre, Pauline se desahogó: “Me siento tan ilusionada como cuando uno prepara una fiesta sorpresa. Mi madre ha destruido toda la belleza, y el feliz acontecimiento se producirá mañana por la tarde. La próxima vez que escriba en el diario, madre estará muerta. ¡Qué extraño sentimiento de placer!”.

Y las últimas líneas del diario de Pauline, la mañana del crimen, dicen: “En la mañana del día de la muerte me siento muy emocionada. Anoche sentí lo que siento la noche antes de Navidad... pero no tuve sueños agradables”.

Un inocente paseo por el parque

El martes 22 de junio de 1954, Honora salió a pasear con su hija Pauline y su amiga Juliet por el Victoria Park de la ciudad de Christchurch, donde vivían. La idea era disfrutar del aire libre en esa tarde de invierno. A eso de las 2.35 las tres tomaron y comieron algo en una casa de té en el camino. Luego continuaron con el paseo.

En un sendero solitario y de mucha vegetación, en el área de Port Hills, Juliet dejó caer una piedra rosada brillante que llevaba preparada, sin que Honora se diera cuenta. Cuando regresaron por ese mismo sitio, cerca de un puente de madera, Pauline se la señaló y le dijo que era una bellísima piedra. Honora se detuvo y se agachó para recogerla. Era el momento indicado: Pauline sacó el medio ladrillo que llevaba escondido entre su ropa y metido dentro de la media. El ladrillo lo había conseguido Juliet y se lo había dado antes de salir de paseo. La golpeó con todas sus fuerzas en la cabeza. Honora cayó.

Las chicas no sabían lo difícil que podía resultar matar a alguien. Se alternaron para darle 45 golpes en el cráneo sin descanso. Lo hicieron con frenesí. Cuando Pauline se cansó, Juliet continuó. Honora suplicó por su vida mientras intentaba aferrarse a su hija, pero Juliet le sujetó los brazos con fuerza así su amiga podía dar en el blanco con cada impacto.

En el momento que la creyeron muerta, salieron corriendo llenas de sangre a pedir ayuda al lugar donde habían estado media hora antes. Le dijeron a los dueños del parador de comida, Kenneth y Agnes Ritchie, que Honora se había caído golpeándose la cabeza con una piedra. Agnes declaró que Pauline sollozaba y gritaba: “¡Por favor, ayuda! Madre se ha caído y se ha golpeado la cabeza con una roca y está cubierta de sangre. Creo que está muerta. Queríamos traerla hasta acá, pero es muy pesada”.

Risas histéricas y confesión

Mientras su marido Kenneth fue a buscar a Honora, Agnes mandó a las chicas a lavarse la sangre. Sorprendida las escuchó reír histéricamente.

Kenneth encontró el cuerpo a 350 metros de su local. El cuerpo de Honora estaba boca arriba sobre un suelo de agujas de pino. La parte superior de la cabeza se veía aplastada por los golpes. También tenía lastimaduras en el cuello, en la cara y en sus dedos. Kenneth volvió corriendo para llamar a emergencias. Varias patrullas de la policía acudieron al lugar. El arma homicida fue encontrada a pocos metros y separada de la media que tenía hecho un nudo en una de sus puntas.

El doctor Hulme había ido a buscar a las chicas y las había llevado a su casa. A las 20 horas dos detectives se presentaron en la casona señorial de los Hulme. Querían interrogarlas. Rápidamente se dieron cuenta de que algo no cerraba. No podía haber sido un accidente.

La primera en ser cuestionada fue Pauline quien relató el accidente. Cuando se le preguntó por la media se sorprendió y dijo: “Nosotras no le sacamos las medias a mi madre (...) Yo tenía soquetes. También tenía una vieja media en mi cartera que usé para limpiarme la sangre”.

Cuando fue el turno de Juliet, su madre no la dejó sola. Dijo lo mismo: era un accidente, la madre de su amiga se había caído sola y se había golpeado con una piedra.

"¿Qué usaste para matar a tu madre?", quiso saber el investigador. Pauline respondió: "Medio ladrillo en una media"
"¿Qué usaste para matar a tu madre?", quiso saber el investigador. Pauline respondió: "Medio ladrillo en una media"

Durante la segunda ronda de preguntas las cosas se complicaron. El detective Brown le dijo a Pauline que no le creía.

-¿Quién atacó a Honora?

-Yo misma - respondió Pauline sin dudar esta vez.

-¿Por qué?

-Si no le importa prefiero no contestar esa pregunta.

-¿Cuándo decidiste matar a tu madre?

-Unos días atrás.

-¿Le dijiste a alguien que lo harías?

-No. Mi amiga no sabía nada de esto. Ella iba adelante y estaba fuera de mi vista.

-¿Qué dijo tu madre?

-Preferiría no contestar eso.

-¿Cuántas veces golpeaste a tu madre?

-Muchas veces imagino.

-¿Qué usaste para hacerlo?

-Medio ladrillo en una media. Lo llevé conmigo con ese propósito. Tenía el ladrillo en mi mochila. Quisiera dejar claro que Juliet no sabía de mis intenciones y que ella no me vio pegarle a mi madre. Aproveché para hacerlo cuando Juliet estaba fuera de mi vista. Pero no quiero decir por qué maté a mi madre.

Después de esta confesión Paline fue llevada a la estación de policía.

Juliet también fue interrogada: "Vi a la señora Parker en cuclillas. Estaban peleando. Me di la vuelta. Vi a Pauline golpear a la señora Parker con el ladrillo dentro de la media. Tomé la media y la golpeé también. Estaba aterrorizada. Pensé que una de ellas tenía que morir", dijo
Juliet también fue interrogada: "Vi a la señora Parker en cuclillas. Estaban peleando. Me di la vuelta. Vi a Pauline golpear a la señora Parker con el ladrillo dentro de la media. Tomé la media y la golpeé también. Estaba aterrorizada. Pensé que una de ellas tenía que morir", dijo

Al día siguiente, al revisar el cuarto de Pauline encontraron su diario y resultó obvio que todo había sido un plan elaborado en conjunto por las dos íntimas amigas.

Juliet volvió a ser interrogada y esta vez contó lo siguiente:

“En el camino de vuelta, me encontraba caminando al frente. Estaba esperando a que la señora Parker fuera atacada. Escuché ruidos detrás de mí. Era una conversación ruidosa y violenta. Vi a la señora Parker en cuclillas. Estaban peleando. Me di la vuelta. Vi a Pauline golpear a la señora Parker con el ladrillo dentro de la media. Tomé la media y la golpeé también. Estaba aterrorizada. Pensé que una de ellas tenía que morir. Quería ayudar a Pauline. Fue terrible. La señora Parker se movía convulsivamente. Las dos la sujetamos. Aún estaba viva cuando la dejamos. El ladrillo se había salido de la media por la fuerza de los golpes. No recuerdo haber escuchado hablar a la señora Parker, estaba demasiado asustada como para escuchar algo”.

Psicosis de a dos

Del 23 al 28 de agosto de 1954, el tribunal que las juzgó intentó dilucidar si Pauline y Juliet padecían algún trastorno que les impidiera ser conscientes de sus actos en el momento del asesinato.

“Yo no sabía lo que iba a ocurrir cuando salimos hacia el parque”, se excusó Juliet, “Pensé que la señora Parker se iba a asustar cuando viera el ladrillo y que daría permiso a Pauline para hacer el viaje conmigo. Después del primer golpe comprendí que no teníamos más remedio que matarla. Yo estaba aterrada e histérica”.

Durante el juicio, el psiquiatra Reginald Medlicott, que entrevistó a las acusadas, sostuvo que Juliet y Pauline sufrieron un trastorno psicótico compartido, también denominado folie à deux (locura de dos). También señaló que las relaciones homosexuales que mantenían las adolescentes podían ser un ingrediente que agravara la “paranoia” que padecían.

La historia de las jóvenes ocupó las portadas de todos los medios
La historia de las jóvenes ocupó las portadas de todos los medios

La prueba concluyente fueron los diarios de Pauline donde explicaba por qué querían cometer el crimen y cómo pretendían ejecutarlo. Allí, dijo el psiquiatra, “hay evidencia de que tomaban baños juntas y que tenían charlas frecuentes sobre temas sexuales”. También refirió que las dos creían tener comunicaciones telepáticas entre ellas y que habían manifestado pensamientos suicidas.

“¿Por qué no puede morir madre? Miles de personas mueren todos los días. De modo que, ¿por qué no madre y padre también?”, anotó Pauline el 13 de febrero. El 29 de abril escribió: “No quiero crearme muchos problemas, sino que parezca una muerte natural o accidental”.

Dos semanas antes del crimen reflexionaba: “La idea no es nueva, pero en esta ocasión se trata de un plan definitivo que intentamos llevar a la práctica. Lo hemos pensado cuidadosamente y ambas estamos emocionadas por la idea. Nos sentimos un poco nerviosas, pero el placer de la anticipación es grande (…) He trabajado un poco más en nuestro plan de asesinar a mi madre. Curiosamente, no tengo remordimientos de conciencia”.

Separadas para siempre

Pauline y Juliet fueron encontradas culpables el 29 de agosto de 1954, luego de que el jurado deliberara durante dos horas quince minutos. Como eran demasiado jóvenes para ser condenadas a ser colgadas según la ley neozelandesa de aquella época, fueron sentenciadas a permanecer detenidas en la gracia de Su Majestad. En la práctica, esta condena significaba que permanecerían encarceladas a discreción del ministro de justicia. La sentencia añadió que debían estar separadas, en centros penitenciarios distintos, y se les prohibió tener contacto alguno, ni siquiera por carta. Juliet Hulme fue enviada a la cárcel de Mount Eden, donde continuó estudiando idiomas; Pauline Parker, a la de Paparua.

Como se consideró que eran mentalmente sanas y conscientes de sus actos, no se les indicó ningún tratamiento psiquiátrico.

Fueron liberadas, por separado, unos 5 años después, con la condición de que jamás se volvieran a ver o a comunicar.

Pauline permaneció en libertad vigilada hasta mediados de la década de 1980, estudió para ser bibliotecaria y en cuanto fue totalmente libre abandonó el país.

Nuevas identidades

La primera en salir de la cárcel fue Juliet, quien con 21 años abandonó Nueva Zelanda en un vuelo a Roma para reencontrarse con su padre. De allí, viajaron a Gran Bretaña. Luego, se marchó primero a Estados Unidos y más tarde a Canadá, donde trabajó de azafata y como agente de seguros. Tuvo algunos pretendientes, pero a ninguno se animó a confesarle su oscuro pasado. En 1968, se unió a la comunidad de los mormones. Finalmente, terminó instalándose en Portmahomack (Escocia) el pueblo de su madre bajo una nueva identidad: Anne Perry. Era el apellido de su padrastro.

La escritora Anne Perry ocultó muchos años su oscuro pasado y su verdadera identidad. Ganó varios premios con el éxitos de sus libros policiales (Getty Images)
La escritora Anne Perry ocultó muchos años su oscuro pasado y su verdadera identidad. Ganó varios premios con el éxitos de sus libros policiales (Getty Images)

A partir de 1979, con este nuevo nombre, se convirtió en una famosa escritora de novela negra. Sus libros sobre asesinatos, historias de detectives y misterios fueron un éxito. Años después, se mudó a vivir con su hermano, médico retirado, quien se dedicó a ayudarla con la investigación necesaria para escribir sus novelas.

Ganó varios premios literarios: Mejor novela, Premio Agatha, en 1990; Premio Edgard al Mejor relato, en el año 2000; Mejor relato corto también de Agatha, en 2002; premio RT Reviewers Choice, en 2004; Premio de Honor Aragón Negro en 2015... Nunca se casó ni tuvo hijos.

Pauline Parker pasó a tener una nueva identidad como Hilary Nathan y se hizo ferviente católica  (Ken Amer/orkney photographic)
Pauline Parker pasó a tener una nueva identidad como Hilary Nathan y se hizo ferviente católica (Ken Amer/orkney photographic)

Al igual que Juliet, Pauline también cambió de nombre: pasó a ser Hilary Nathan. Se hizo devota católica y como su amiga terminó viviendo en Gran Bretaña, en un pueblo tranquilo y rural. Regenteó un establo y dio clases de equitación a niños durante mucho tiempo en las islas Orcadas. Pasa sus días sola y, como Juliet, jamás formó una familia. ¿Su hobby favorito? La lectura. Nadie duda de que haya leído con fruición a su culta compañera de desventuras.

Una trama de película

En 1954, esta historia monopolizó la atención de Nueva Zelanda. ¿Qué había llevado a dos jóvenes de solo 15 años a cometer un crimen tan horrendo? La prensa se dedicó a contarla, una y otra vez. Los hechos fueron novelados, en 1958, en The Evil Friendship (La amistad del Mal), por M. E. Kerr. En 1971, el caso fue adaptado para la película francesa Mais ne nous délivrez pas du mal (No nos libres del mal).

Sus vidas andaban por los andariveles del anonimato hasta que, en 1994, una película reflotó el caso. Y se reavivó la sed por la caza de primicias de los periodistas. Todos querían descubrir sus verdaderas identidades.

Peter Jackson (realizador de El Señor de los anillos) era por entonces un desconocido director de cine neozelandés, a quien se le ocurrió recrear el famoso caso en una película a la que llamó Criaturas Celestiales. La protagonista que encarnaría a Juliet era la también desconocida Kate Winslet.

Trailer Criaturas Celestiales

La película tuvo una excelente crítica y consiguió ser nominada al Oscar como mejor guión original. Los reporteros del mundo salieron a revolver el pasado para hallar a las protagonistas de la historia real.

Fue así que un día el teléfono de la editorial de Anne Perry comenzó a sonar. Los datos biográficos encajaban y los periodistas sospechaban que Anne Perry era Juliet Hulme. Los sabuesos de la noticia habían pescado otro detalle no menor: Perry era el apellido del marido de la madre de Juliet.

La editorial tuvo que admitir que sí, que Juliet era efectivamente Anne Perry. El escándalo estalló.

Hallar a Pauline Parker fue más complicado, pero en 1996, el periodista Chris Cooke, dio con ella.

Desde entonces, Anne Perry se ha quejado muchas veces de que los periodistas se empeñan en recordarle su pasado y que eso afecta sus ventas. Sin embargo, muchos opinan exactamente lo contrario. El morbo ha acrecentado el interés por su personaje y por su obra.

En 2003, el periódico The Guardian logró hablar con Perry. En la entrevista, Juliet (ahora Anne) dio muestras de aflicción: “Solo podía ponerme de rodillas y arrepentirme. Fue así cómo sobreviví a mi condena”.

En marzo de 2006, Anne declaró que, aunque su relación con Parker era obsesiva, no eran lesbianas.

“Me llevó mucho tiempo encontrar la capacidad de reconstruirme a mí misma (...) el castigo fue vital porque hasta que uno no siente que saldó la deuda, no puede seguir adelante. Es como tratar de caminar con un paracaídas abierto. No puedes avanzar, no puedes permitirte a ti mismo avanzar”, dijo Anne (Corbis via Getty Images)
“Me llevó mucho tiempo encontrar la capacidad de reconstruirme a mí misma (...) el castigo fue vital porque hasta que uno no siente que saldó la deuda, no puede seguir adelante. Es como tratar de caminar con un paracaídas abierto. No puedes avanzar, no puedes permitirte a ti mismo avanzar”, dijo Anne (Corbis via Getty Images)

En 2011, volvió a hablar y comentó “Con la mayor parte de la gente tengo la sensación de tener que justificarme y finalmente no ser comprendida. (…) Imagino que sigo estando como siempre en búsqueda de alguien a quien no tenga que explicarle quién soy, porque ya me ha comprendido”. También dijo: “Me llevó mucho tiempo encontrar la capacidad de reconstruirme a mí misma (...) el castigo fue vital porque hasta que uno no siente que saldó la deuda, no puede seguir adelante. Es como tratar de caminar con un paracaídas abierto. No puedes avanzar, no puedes permitirte a ti mismo avanzar”.

Pauline habló mucho menos, pero también hizo algunas declaraciones a la prensa donde expresaba su profundo malestar y remordimiento por lo ocurrido.

Sesenta y siete años después del asesinato se cree que la ex dupla inseparable no ha vuelto a verse la cara. Aunque 950 kilómetros de distancia entre estas dos mujeres que estaban unidas por un vínculo tan resistente, podría no ser demasiado impedimento.

Anne Perry escribió sin tregua, quizá para exorcizar todos sus demonios. Ya con 82 años nadie cree que se anime a escribir la verdadera novela de su vida, el true crime que un día protagonizó.

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